miércoles, 16 de mayo de 2012

El lado oscuro

Cuando de pequeña veía "La guerra de las galaxias" (me vais a permitir que no le llame Star Wars, yo soy de la primera trilogía) siempre, en lo más profundo de mi ser,  me ponía del lado del Imperio. No me malinterpretéis: sabía que eran los malos, que Darth Vader era un cabrón, no era que aprobase su conducta, era, sencillamente, que le comprendía. Y no creo que sea la única. En realidad a todos nos atrae el lado oscuro de la Fuerza.
Cuando los caballeros Jedi pasan tantas vicisitudes, uno no puede evitar pensar "Joder, tío, ¿por qué no te pasas al reverso tenebroso?"
El lado oscuro nos llama porque sabemos que en su regazo podremos , al fin, descansar. Yo he estado allí el suficiente tiempo como para poder asegurarlo. Una vez que lo has mandado todo a paseo es cuando llega la verdadera libertad e, irónicamente, la paz. Ya no tienes nada que perder ni, por lo tanto, que temer.
Ese mismo pensamiento lo tenía con las películas de vampiros o de zombies, ¿para qué luchar? Únete a ellos y deja de preocuparte.
En "La insoportable levedad del ser" Kundera habla del vértigo como el deseo de caer. El personaje de Teresa tiene muchas veces ganas de tirar la toalla (ella intenta estudiar y salir del ambiente pobre y marginal del que proviene), desea volver a su pueblo y entregarse a los hombres más zafios y groseros, dejar de perseguir la idea del amor romántico con que fantasea desde niña.
No es raro ver personas que fueron muy guapas en su juventud y, tras intentar mantenerse así durante un tiempo, se entregan con pasión y euforia a la decadencia: engordan, no se tiñen el pelo, dejan que sus dientes se pudran... rechazan con gesto brusco su antigua belleza, se convierten gustosos en seres grotescos. Puede parecer terrible, pero si se observa a estas personas con atención, se puede ver la profunda paz que emanan. 
Lo expresa a la perfección el genial Rhett Buttler en "Lo que el viento se llevó" cuando le dice a Escarlata: "Una vez que uno ha perdido la buena reputación es cuando descubre lo horriblemente molesto que era mantenerla".
Tener cosas buenas tiene una incuestionable desventaja: el miedo de perderlas. A veces ese miedo es tan intenso, doloroso y paralizador que optamos por renunciar a ellas voluntariamente sólo para que éste cese. Dejar a la pareja a la que amamos sólo para dejar de temer que nos deje ella a nosotros, suicidarse en el corredor de la muerte mientras se espera la revocación de la pena, alcoholizarse o caer en cualquier tipo de adicción. Todos estos comportamientos son claros ejemplos de lo que supone sucumbir al Reverso Tenebroso.
Yo siempre lo he visto así. La felicidad me parece intolerable, aprendí a nadar en la cloaca y no sé cómo manejarme en aguas cristalinas.
Sin embargo, como en Anakin, sigue existiendo en mí también una parte que me atrae hacia la luz. Y muchas veces he intentado, intento, mantenerme en la luz, aunque es terriblemente trabajoso, pero hay algo aun peor: volver a la luz después de haber estado en el lado oscuro.
Los que seáis conocedores de la historia de Anakin lo sabréis. Una vez que uno se ha rendido, ha caído en el lado oscuro, se ha construido su zona de confort en él, requiere una fuerza sobrehumana volver a salir. No hay más que ver lo que le cuesta a él, siendo como es uno de los caballeros Jedi más poderosos.
Y yo, por si no había quedado claro, no tengo la fuerza de Anakin.