Cuando era pequeña la vida era más fácil. Tenía miedo a la oscuridad y a las pelis de miedo, que para eso estaban. Un día crecí, fue exactamente el 12 de octubre de 2005, y dejé de tener miedo a esas cosas. Ahora tener miedo es más complicado.
Tengo miedo a los centros comerciales, tengo miedo a la gran oferta que me agrede desde los escaparates. Tengo miedo al aborregamiento imperante.
Tengo miedo a las demás mujeres. Tengo miedo a los hombres. Tengo miedo a los gatos.
Tengo miedo a las luces de Navidad. Tengo miedo a Isabel Preysler. Tengo miedo a los tertulianos de Antena 3.
Tengo miedo a tener deseos. Tengo miedo a no volver a tener deseos. Tengo miedo a vivir. Tengo miedo a no vivir lo suficiente.
Tengo miedo a encontrar trabajo. Tengo miedo a no volver a encontrar trabajo. Tengo miedo a escribir. Tengo miedo a tener un orgasmo.
Tengo miedo a los bolsos de Louis Vouton y a las secretarias analfabetas que emplean su salario de dos meses en comprarse uno. Tengo miedo de que exista gente así.
Tengo miedo a enamorarme. Tengo miedo a no volver a enamorarme.
Tengo miedo a que los hombres me engañen. Tengo miedo a que las personas me mientan. Tengo miedo a disgustarle a alguna gente y a gustarle a otra.
Tengo mucho mucho miedo a Esperanza Aguirre.
Tengo miedo a Ronald McDonald.
Tengo miedo a mi inconformismo. Tengo miedo a mi resignación.
Tengo miedo a tener miedo.
Pero sobre todo tengo miedo a que llegue el día en que deje de tener miedo.