lunes, 29 de septiembre de 2008

Los hombres de mi vida

Hoy estoy sentimental, no lo negaré, y me ha dado por pensar en mis grandes amores. En los hombres de mi vida, a los que más he amado y nunca dejaré de amar. Y que nadie piense que estoy hablando de mis múltiples novios, rollos, rolletes, novietes y demás fauna, qué va, en esos ya ni pienso, como decía Manuel Bandera en "Las cosas del querer": aceituna comida, hueso a la calle.
Me refiero a mis verdaderos amores, los hombres que formarán parte de mi vida siempre, a los que nunca defraudaré, ni me defraudarán, a los que siempre seré fiel, de los que nunca me cansaré...
Permitidme que os los presente....



Dios Clooney. Más guapo no se puede ser. No puedo expresar con palabras lo que me gusta este hombre, desde que lo vi en "Abierto hasta el amanecer" con ese tatuaje en el cuello soy suya irremediablemente. Y mira que se le ve a la legua que es un perro sin amo, pero si tuviera el gusto de conocerle sólo podría decirle: anda ladrón, hazme el lío... que tienes una labia...



Keanu Reeves. A este llevo queriéndole más tiempo, concretamente desde los dieciséis añitos que lo vi por primera vez. Fijaos si me gusta este tío que me trago todas sus películas a pesar de lo malo que es el cabrito. Porque aquí si que lo digo sin apasionamiento: guapo es a rabiar, pero como actor es el peor del globo. He elegido una foto de "Le llaman Bodi", la película que he visto más veces en mi vida, porque, si en general está bueno, en esta peli ya está de lipotimia. Ay madre mía... ¡Sálvame Neo!




Robert Downey Jr. Este es que encima me cae bien, porque es un pieza. Y a las mujeres, ya se sabe, nos pone el rollito canalla. Si es que le quiero, no lo puedo evitar, y le pagaría la fianza del talego todas las veces que hiciera falta... Robert, ya lo dices tú que "sólo eres un gilipollas con una opinión", pero aquí, que lo sepas, se te quiere.


Judd Nelson. A ver quién es la guapa que ha visto "El club de los cinco" (que, por cierto, ya le dedicaré un post) y no se ha enamorado del macarra. Si es que es imposible. Porque este chico duro y aparentemente insensible, en el fondo es lo más tierno que te puedes llevar a la boca. Te quiero tanto Judd y te he amado tanto desde mi adolescencia, que te lo perdono todo, que hayas malogrado tu carrera, que estés gordo, que lleves barba... te perdono hasta que te casaras con Brenda, de Sensación de vivir. Siempre serás mi macarra favorito.

Para terminar el post, y ya que las fuerzas siempre deben estar equilibradas, aquí os presento también a los tres tíos más asquerosos del planeta. Para que luego no me acusen de que sólo hablo de tíos buenos.



Aquí los tenéis: El insufrible Matt Damon, qué patada en la boca te metería si pudiera bonito, Ben Afflectado, al que estoy segura de que le huelen los pies, y Russel bracicorto Crowe, que da más asco que hacerle las ingles brasileñas a Terelu. Parece mentira que la naturaleza pueda dar bombonazos como los primeros y truños como estos tres. Misterios de la genética, digo yo...

domingo, 28 de septiembre de 2008

Game Over

Si he tenido un vicio en mi vida, aparte de colgarme de tipos absurdos, son los vídeo juegos. Tan viciosa soy que ni siquiera puedo llevar juegos en el móvil porque, y esto es verídico y hay testigos, he llegado a irme al baño de un garito y ponerme a jugar. Claro que lo hice en parte para librarme de la insoportable brasa de un baboso, pero eso no es excusa.
No me disgustan las consolas y, de hecho, uno de mis sueños es probar la Wii, pero lo que de verdad me chana y hace que me ponga hasta nerviosa son las máquinas de bar de toda la vida. Con las horas que yo he echado jugando al Tetrix y al Street Fighter otros han opositado a notarías, no digo más...
No hace mucho, con veintimuchos añazos y sin una pizca de vergüenza, me metí en unos recreativos para revivir mis años mozos. Tremenda decepción me llevé para el cuerpo, obviamente, porque mis amados juegos ya no existían, y los que había ya no me molaban... He intentado reencontrarme con ellos en las web nostálgicas, pero ya nada es lo mismo. Es como cuando uno ve la foto del que creía que era su amor platónico en la infancia y descubre que en realidad no era ese, sino su hermano... Yo creo que en realidad el fallo está en que yo ya no tengo 16 años, ni me estoy saltando la clase de matemáticas, ni existen las monedas de cinco duros (pero las de verdad, no la mariconada esa con agujero que sacaron después).
La dinámica era sencilla, echabas la moneda y tenías tres partidas. Cuando la cagabas te salía el famoso "Game Over, Press Start to Continue" y tenías otra oportunidad. A la primera no le dabas mucha importancia, confiado en que te quedaban dos. Volvías a perder y otra vez, entonces ya estabas jugando la tercera y última partida y ahí si te ponías nervioso porque sabías que cuando te mataran ya no saldría el press start... no, entonces salía el temido "Game Over, Insert Coin" y los que éramos pobres no solíamos tener otra coin...
Ya sabemos que la vida imita a la ficción, por eso en la vida también hay gameovers de los dos tipos, a veces las cosas se arreglan presionando start, otras hay que usar una nueva moneda.
Yo ahora estoy en un gameover de los de Insert Coin, pero no me importa porque tengo el bolsillo lleno de monedas.
Además, para homenajear a mi amado Paul (Newman, quién si no), voy a plagiarle la última frase de "El color del dinero", cuando el tío parece que está acabado y de repente se pone la corbata, pilla el taco y dice "os vais a enterar de lo que vale un peine " (no dice esto exactamente, claro, pero la esencia es esa) y entonces le preguntan por qué y él, dando la primera tacada dice todo chulo (ese es mi Paul): "Porque he vuelto"

lunes, 22 de septiembre de 2008

Grandes estrellas del circo

M.A.M.


M.A.R.


¿Cuál de los dos es más gilipollas? Opine sin miedo

Historias de cama


Si estás esperando que te cuente mis intimidades eróticas ya te puedes ir marchando, guarro, porque este post no va de eso. Hoy quiero hablar de la cama, de la cama en sí, ese gran mueble sin el cual no hay casa y con el cual no hace falta nada más. Porque si uno entra en una casa y ve una gran cama no le cabe duda de que allí vive alguien, pero si ve un sofá Luis XVI, por ejemplo, la cosa no está tan clara. Uno de mis "siyofuerarica" recurrentes es imaginar que vivo en la cama, es cierto que esta fantasía se produce más a las 7 de la mañana cuando voy al currelo que cuando estoy dando botes en un garito, pero la verdad es que lo pienso con frecuencia. Tendría un cama mullidita, espaciosa, con tele y ordenador internetizado a mano, con teléfono, con libros, con películas, y, lo más importante, con un timbre a cuya llamada respondería un criado solícito...
La cama es un gran lugar, para todo, pero especialmente para "eso". Nunca he compartido esas fantasías liberaloides de hacerlo en lugares públicos, donde dicen que el morbo es que te pueden pillar, pero qué horror, ¿se puede imaginar situación más incómoda? y si no en la cocina, contra el frigorífico, en el ascensor (sólo apto para precoces), en un confesionario, etc... Con lo bien que se hacen ciertas cosas en la cama, tapado hasta el cuello (como bien dice prognato) y con tu cuarto de baño al lado. O si no en la cama de los padres (quien no haya hecho el amor en la cama de sus padres que se levante y se vaya), aunque siempre da un poco de mal rollo porque suelen estar a la vista objetos poco erotizantes, como tu propia foto a punto de recibir por primera vez el cuerpo de Cristo o las gafas de tu padre.
Las camas, además, se quedan impregnadas de la esencia de su dueño. Si la persona que duerme habitualmente en ella es tipo marmota, será un gran placer dormir en ella, pero desaconsejo tajantemente dormir en la cama de un insomne. Cada vez que duermo en la cama de mi hermano es como si las toneladas de sueño que él ha dejado allí desplegasen unos brazos invisibles y me sumergiesen en los dominios de Morfeo. Sin embargo, cuando duermo en la cama de mi madre, doy vueltas sin parar, presa del nerviosismo que mi augusta le ha traspasado.
Se puede aprender mucho de una persona simplemente tumbándose en su cama, ya que sólo desde ahí se tiene la perspectiva de lo que esa persona ve cada día antes de dormirse, y eso es muy significativo.
Permitir que un extraño duerma en la propia cama también tiene su enjundia, porque luego deja su huella, su olor y pelos por toda la cama. La sensación que tengamos al descubrir esos vestigios nos dirá lo que sentimos por esa persona, y eso también es muy significativo...
La próxima vez que veas el dormitorio de alguien, te aconsejo que, cuando no te vea, te tumbes en su cama, comprobarás que, después de eso, le conoces un poco mejor.

domingo, 14 de septiembre de 2008

Ay mi amigdala


Cuando la amígdala (que no las amígdalas, ojito) habla, más vale que el córtex calle. Eso hay que tenerlo clarito, ella manda. Y no hay nada que hacer. Lo que ocurre es que la mayoría del tiempo le hace creer al córtex que manda él. Como pasaba en los matrimonios de antes.
Pongamos un ejemplo: a la amígdala le da miedo la oscuridad, y quiere dormir con la luz encendida, el córtex sabe que eso es una estupidez, porque en la oscuridad lo único que sucede es que no ves las cosas, pero nada cambia, y si a eso le añadimos, que vas a estar durmiendo y, lógicamente, con los ojos cerrados, es absurdo dejar la luz encendida, además de un gasto inútil de energía y dinero. Empiezan a discutir, la amígdala no se apea del burro, no quiere oscuridad y punto, le da igual que sus motivos sean absurdos, no va a transigir. El córtex empieza a razonar, "pero mujer, ¿no te das cuenta de que estás siendo ilógica?" y la amígdala en sus trece. El córtex se enfada "mira, ya vale de tonterías, aquí mando yo, se apaga la luz y no hay más que hablar" y le da al interruptor. Se hace la oscuridad, entonces la amígdala hace que los latidos se aceleren, pinta escenas terroríficas en la imaginación, entrecorta la respiración, y obliga a la mano a encender otra vez la luz. Conclusión: el córtex se aguanta, se duerme con la luz encendida, la amígdala se sale con la suya.
Otra de las situaciones realmente interesantes de la amígdala es cuando se enamora de otra amígdala. Se cruzan y se enamoran, así, sin más, sin pedir permiso a nadie, sin ponerse coloradas. Ambos córtex hablan con sus respectivas amígdalas. "Pero ¿no entiendes que no la conoces? ¿cómo me puedes decir que estás enamorada? el amor llega con el tiempo, el conocimiento, la afinidad, la hipoteca... " pero que si quieres arroz, Catalina.
Pues una de esas me ha hecho mi amígdala, se me ha enamorado. Yo no conozco al propietario de la otra amígdala, no sé si es bueno o malo, formal o informal, sincero o embustero, no sé si me conviene... pero nuestras amígdalas se han enamorado y nosotros poco tenemos ya que decir.
Creo que tendremos que resignarnos, ya se lo he dicho yo: "mira chico, a mí esto también me parece un sinsentido, yo tampoco quería esto ahora, pero qué quieres que le haga, mi amígdala y la tuya se han enamorado y provocan que cuando nos vemos se nos acelere el corazón, y que tu piel sea un imán para mis manos, y que te mire y vea al padre de mis hijos, y que cuando me besas se me borre el mundo... No es cosa mía, es de mi amígdala. Y no veas el genio que tiene, cualquiera le lleva la contraria"
Él es algo más tozudo que yo y no se da por vencido. Pero no me preocupa, ya sé que su amígdala se ha enamorado de mí, y ya se sabe... al final ella es la que manda.

sábado, 6 de septiembre de 2008

jueves, 4 de septiembre de 2008

Perspectiva

Todo es cuestión de perspectiva. Lo saben los pintores, lo sabía Ortega y lo saben los hermanos Lapiedra.
Yo también lo sé, pero a veces se me olvida y, radical como soy, tiendo a erradicar el gris de la escala cromática.
Se me olvida y entonces la vida, sabia, siempre sabia, me lo recuerda de golpe.
De los muchos horrores del mundo moderno (algún día dedicaré un rato a hablar de ellos) uno que me espanta especialmente es el fenómeno de los tonos, politonos, sonitonos, videotonos y pollasenvinagretonos con los que nos bombardean constantemente: un villancico personalizado en Navidad, un paleto que te avisa de que te llaman... De todo ha habido, incluso el pedorrap (esto ha existido de verdad, no es hipérbole).
Pero para mí lo más espeluznante era un conejo llamado "Snuffi" que cantaba con voz harto desagradable algo así: "Te daré muchos mimitos, serás tú mi peluchito".
Cada vez que lo veía yo rezaba internamente una jaculatoria, porque estaba convencida de que tal engendro no podía menos que provenir de las fuerzas más oscuras del satanismo más feroz. Además, me preguntaba estupefacta qué tipo de cefalópodo podría gastarse los duros en descargarse tal infamia y llevarla en el móvil.
Pero un día llegó la vida y me pegó una colleja de antología, como siempre que me paso de listilla...
Estaba yo viendo la tele con mi hijito de tres años cuando apareció el indeseable personajillo con la murga de los mimitos, mi hijito sonrió, señaló a la pantalla y dijo "mira mami, Snuffi". Resultaba que a mi hijo le gustaba aquel esperpento, le gustaba tanto como para que su visión le arrancara una sonrisa, tanto como para que quisiese compartirlo conmigo. Aquella cosa que a mí me enervaba, que me parecía tan deplorable, resultaba ser una ricura a los ojos de mi ricura.
¿Cómo iba yo ahora a odiar al bichejo si a mi hijo le encantaba? Ya no era un engendro de Belcebú, era un brillo en los ojos de mi niño, era un "mira mami, Snuffi".
Tristán me regaló a Snuffi aquel día, cambió la sensación de desagrado que sentía cada vez que ponían el anuncio por la de dulce ternura que me embarga ahora cuando lo veo y vuelve a mi mente la sonrisa de mi hijo.
Ortega se me apareció entonces y me dijo riendo "Pero si ya lo sabías, tontita, lo sabías desde C.O.U: todo es cuestión de punto de vista y perspectiva". Y es verdad, lo sabía, lo sé ahora, cuando cada noche le canto a Tristán antes de dormir eso de "serás tú mi peluchito"...

martes, 2 de septiembre de 2008

Cariño mío


Primero fuiste un temor, luego fuiste una raya rosa, luego fuiste un disgusto, luego unas náuseas, luego un pequeño corazón latiendo en una clínica de Moscú, y una lágrima en el rabillo de mi ojo, a penas disimulada. Hoy cumples tres años y lo eres todo.
Felicidades, cariño mío.