domingo, 20 de abril de 2008

Retrofeminismo

Cuando yo era la orgullosa propietaria de la preciosa barriguita que ven a su izquierda comprendí que el estado ideal de la mujer es estar embarazada (guardemos un minuto de silencio para que las que se creen feministas me flagelen). Paso a explicarme.
Mucho he oído en mi vida sobre el feminismo. Nunca llegó a convencerme lo que oía, porque siempre me dio la impresión de que la mujer tomaba todos los defectos tradicionalmente achacados al varón, pero ninguna de sus virtudes. Por no hablar de que perdimos nuestras pocas ventajas sin perder a la vez nuestros numerosos inconvenientes. Por lo que yo veo, la mujer va ahora a trabajos de mierda (perdonen mi crudeza, pero no encuentro mejor modo de llamar al actual mundo laboral) y cuando vuelve a casa sigue teniendo que hacer las tareas domésticas. Y que no me vengan con monsergas, cuando una tía se acuesta con muchos sigue siendo una fulana, una fresca, una golfa y demás apelativos por todos conocidos. Sin embargo el varón que se acuesta con muchas es un tío macho ¡qué cojones! Yo he sido, soy en la práctica, una madre soltera y sé que las cosas no han cambiado tanto como yo pensaba antes de verme en esta vicisitud. La mujer ha ido conquistando terreno poco a poco, pero, ¿qué terreno? y ¿a qué precio? Cada vez que voy a una entrevista de trabajo y digo que tengo un niño veo el horror reflejado en el rostro de mi entrevistador, entonces tengo que precipitarme a aclarar que tengo canguro 24h (otro día hablaremos del síndrome de la abuela esclava) y que puedo echarle a la empresa todas las horas que hagan falta, entonces el baranda se relaja y la entrevista transcurre sin tensiones. Ahora resulta que yo, que siempre he sido atea y roja (los masones no me admitieron, como a Franco), tengo que pensármelo dos veces antes de mostrar mi instinto maternal para que no me tachen de clon de Ana Botella.
No hace mucho encontré una luz en mi arduo caminar: el Retrofeminismo. Y me dije: "esto es lo que siempre había buscado sin saberlo". Ser mujer y tener derechos no significa renunciar a lo más glorioso que tenemos las hembras mamíferas: la maternidad. Creo que los varones nos han hecho creer que eso, el hecho de parir, era una maldición (no lo digo yo, lo dice la Biblia) porque nos tienen envidia, una envidia atroz. Porque en el reparto a nosotras nos tocó la lotería, llevar un bebé en la tripa es la cosa más alucinante y sorprendente que jamás he hecho.
Las Retrofeministas reivindican el derecho de la mujer a vivir su maternidad sin que le toquen las narices, y a dar el pecho a su hijo el tiempo y en el lugar que haga falta. Y a que el cuerpo se "estropee", cambie, los pezones se desparramen, la tripa se quede flácida y el mismísimo luzca para siempre una cicatriz. Ser madre es tener hijos, no una profesión. Es decir, yo puedo ser médico, juez, costurera o pianista y a la vez ser madre. No es que ser madre quede reservado a las marujonas que no han servido para otra cosa.
Ya me duelen los tímpanos de oír a tías que lesionan su cuerpo con tacones de diez cm, pechos de silicona, tintes en el pelo y demás artificios sólo para gustar al varón y encima se creen muy liberadas por no tener hijos.
Qué cosa más absurda....
Ah, y que quede claro que no he dicho nada de casarse... Ya lo dijo la Pasionaria ¡HIJOS SÍ, MARIDO NO!

sábado, 19 de abril de 2008

Coprofagias varias

Iba a añadir una foto, como es mi costumbre, a esta entrada. Pero añadir una foto que casase con el título... Ya me entenderán, quiero que éste sea un blog con cierto buen gusto.
Pero sí me va a permitir hablarles de Verónica Moser. Quien la conozca ya sabrá a lo que se dedica, y quien no que mire el vínculo, que para eso está.
Yo no voy criticar a esta chica, en absoluto, muy al contrario. Ella es una persona honesta que además ha conseguido el difícil objetivo de vivir de lo que le gusta. Porque a ella le gusta lo que hace. Y no se crean, no es la única que se gana la vida comiendo mierda. La lista de comemierdas es extensa y por sus obras los conoceréis. Los comemierdas triunfan en la vida, consiguen cosas y se sienten superiores a los demás.
Una especie muy común es el comemierda laboral, algo que todos somos alguna vez en mayor o menor medida porque somos pobres y a la fuerza ahorcan, pero lo de este tío es un modus vivendi. El comemierda laboral es el culpable de que el trabajador tenga tan pocos derechos. Te calentará los cascos contra el jefe hasta que decidas liderar una pequeña revolución y te plantes en el despacho del capataz a cantarle las cuarenta, entonces el comemierda le dirá al jefe que él no tiene ningún problema y que es muy feliz en la empresa. A ti te da tanta rabia que te calientas aún más. Resultado: tú en la puta calle y el comemierda ascendido y de buen rollo con el jefe.
El comemierda emocional (no son categorías excluyentes) sí que mola. Ése es el que sólo te llama para quedar cuando su manipulador (pareja) le deja plantado. Eso sí, cuando su amo-r le dice "ven" lo deja todo. Y tú, obviamente, estás incluido en todo. Es más, después del polvo reconciliatorio le contará a su media naranja todo lo malo que tú has dicho sobre él (lo que tú hiciste fue limitarte a escuchar y asentir), decidirá que tú eres el culpable de su pequeña crisis y te dejará de hablar... hasta que su querid@ le vuelva a hacer la anchoa.
Hay algunos clásicos entre los comemierda que encontrarás con frecuencia, más vale que aprendas a identificarlos:
  1. El cornudo consentido que se ríe de los que no tienen novia.
  2. El que te dice "¿por esa mierda de sueldo vas a trabajar?", y luego va a ofrecerse por menos.
  3. La señora (no dejarse engañar por la palabra "señora", que puede tener cualquier edad) que piensa que todas las mujeres son unas putas potenciales que van detrás de su marido y que, si él se las tira, es porque así son los hombres. Esta víbora, además, se caracteriza por despreciar a las solteras y divorciadas, creyendo además que el único objetivo de la mujer es tener una polla a su lado y que la que está sin pareja es una amargada envidiosa.
  4. El que cuando sus compañeros hacen huelga va a trabajar alegando que "a mí quien me paga es la empresa".
  5. El que aguanta toda la noche los desplantes de una arpía borracha con tal de poder decir al día siguiente en la oficina que "ha triunfado".
  6. El político que cuando le hace falta habla catalán en la intimidad o tiene conversaciones con el grupo de liberación vasco, o habla tejano, o se hace la foto en las azores.... ay, éste me suena, ¿no?
Una característica común de esta gentuza es su inconmensurable soberbia. Y es que lo más gracioso del comemierda es que, lejos de vomitar ante lo que ve en el espejo, comete la desfachatez de creerse superior a los demás y siempre, SIEMPRE, te mirará por encima del hombro. Yo sugiero lo siguiente, llevarle de la manita hasta un retrete y decirle sonriente: "Bon apetite!"

sábado, 12 de abril de 2008

¿DEFINICIONES O MEDITACIONES?


¿Qué es la soberbia? Hace tiempo que intento definirla. Empecemos poco a poco. Sé que es uno de los siete pecados capitales, y el diccionario la define como el “amor desmedido por uno mismo”. Sé que es algo negativo y, sin embargo, cuando algo es mejor que bueno decimos que es soberbio. Sé que, junto con la lujuria, es el único pecado del que los pecadores se vanaglorian, aunque esto es lógico si lo pensamos bien, si soy soberbio no percibiré la soberbia como algo negativo, ya que es algo que forma parte de mí, y si soy soberbio nada que forme parte de mí me podrá parecer jamás negativo.

Estudiemos los otros pecados capitales. Podríamos dividirlos entre los carismáticos y los no carismáticos. Ser lujurioso, iracundo o soberbio es atractivo para los demás, atractivo como el adolescente que se salta las clases, como el primer cigarrillo, como el humor cruel, posee la belleza de la maldad. También podríamos decir que ser lujurioso es tanto como ser sensual, ser iracundo tanto como ser fuerte, ser soberbio tanto como ser superior a los demás. Sin embargo, qué triste ser dominado por la gula, por la pereza, por la fea avaricia y no digamos por la envidia. Este último es, sin duda, el menos carismático y confesado de los siete. La envidia. ¿Quién en su sano juicio confesará ser envidioso? Sería lo mismo que admitir que tenemos algo que envidiar, y eso sería lo mismo que admitir nuestra inferioridad.

No sé, entonces, por qué de un tiempo a esta parte la envidia y la soberbia se me confunden, no alcanzo a distinguirlas. ¿No será que, en el fondo, son lo mismo?

¿Qué es la nostalgia? Esto no lo he mirado en el diccionario, pero, ya que nunca se me dio mal definir palabras, me atreveré a decir que es algo así como “la mezcla de alegría y pesar que nos produce el recuerdo del pasado”. Creo que esta definición me ha quedado bastante bien. Pero yo diría más cosas, si tuviera que definirla de un modo más personal. Yo diría que la nostalgia es la enfermedad de quienes nos negamos a aceptar lo efímero, de quienes tememos a la decrepitud y la muerte. La nostalgia es querer volver a tiempos pasados, sin tener en cuenta si éramos más felices o no. La nostalgia es mirarte, mirarnos y no poder soportar esta supuesta perfección de vida, esta cuestionable felicidad. Es querer volver a mi miseria, en la que me encuentro tan a gusto, en la que sé lo que me hago, en la que estoy como pez en el agua. La nostalgia es el deseo de la tristeza profunda de los que ya hemos descubierto que sólo la tristeza profunda encierra la felicidad de esperar que llegue la felicidad.

¿Qué es lo absurdo? Seré sincera, esto ni lo he mirado en el diccionario ni me siento con fuerzas para intentar definirlo de forma objetiva. Vamos, pues, con la definición personal. Lo absurdo es una ciudad reconstruida a imagen y semejanza de lo que fue, y yo en esa ciudad intentando parecerme lo menos posible a lo que fui y, no nos engañemos, soy y siempre seré.

Escrito en Dresde el 1 de mayo de 2005

viernes, 11 de abril de 2008

Tipos de listos


La inteligencia debe ser de las pocas cosas que se han repartido bien en el mundo, porque todavía no he oído a nadie quejarse de que le haya tocado poca.

Por lo que veo, el personal anda bastante descontento de otra serie de cosas: el dinero, la memoria, la maldad... Pero no he visto a nadie que diga de sí mismo que es tonto, excepto cuando se usa la palabra tonto como sinónimo de bueno y bien intencionado.

Vamos a ser serios. La mayoría de la gente está en la normalidad (por eso la normalidad es la normalidad), o sea, entienden lo del binomio de Newton a la segunda vez que se lo explican y saben que Francia está en París (¿o era al revés? No sé, yo con estas cosas siempre me lío). Tampoco son tantos los imbéciles, aunque he de reconocer que van aumentando en número e importancia. Pero lo que hoy me interesa y de lo que me voy a ocupar son los listos. Para ser más exactos los 10 tipos de listos que me he ido encontrado en mi largo caminar. Vamos allá:

  1. El más listo del barrio. Hizo hasta C.O.U. Todos sus colegas curran de reponedores, pero él ha conseguido llegar a comercial de tecnocasa. Lleva trajes negros comprados en Zara que se empeña en combinar con marrones zapatos puntiagudos, el pelo de punta y con mechas y un sello de oro. Es bastante espabiladillo y vende bien. Se llama Jóse, incluso aunque se llame de otra forma. Ya ha dado la entrada del piso con su novia. Siente absoluta conmiseración por su vecino, que ha estudiado una cosa que no sirve para nada y siempre está de viaje por algún país extraño, y cuando lo ve pasar sacude la cabeza y piensa “este chico, qué forma de perder el tiempo” y luego se va a hacer su jornadita de 14 horas.
  2. La precoz. Ésta, como su nombre indica, es joven. Pero ya está de vuelta de todo. Cualquier cosa de la que se hable ella la ha hecho antes y más veces, es más, ya se ha aburrido de hacerla. Suele ser hija única o la hermana menor. No es guapa, pero tampoco fea. Tiene un odio mortal por las que están verdaderamente buenas y se consuela pensando que son todas idiotas y faltas de interés. Se tira a todo bicho viviente y se siente una mujer de mundo. Va de devora hombres y de feminista radical, lo que la convierte en la víctima perfecta de cualquier cantamañanas que le cuela una detrás de otra haciéndola creer que es ella la que controla la situación. Cuando crece y ya no tiene edad para ser la precoz (momento que ella intenta posponer el máximo posible) se ennovia con un buen chico y acaba currando en una oficina, viviendo con su novio en un piso de protección oficial y convertida en el tipo de madre plasta que siempre criticó.
  3. El intelectual. No se sabe muy bien a qué se dedica, pero el tío va viviendo. Está escribiendo una novela o rodando un corto, dependiendo de si ha hecho Periodismo o Comunicación audiovisual, o puede que las dos cosas. Va con regularidad a la filmoteca, y lee a Proust mientras espera antes de entrar (luego se duerme cuando apagan las luces y nadie le ve). No tiene tele en casa y dice que no sabe quién es Belén Esteban. En realidad este chico vive una gran tragedia: no liga ni pagando. Las tías le dicen que es interesante y luego se tiran a su amigo el guapo. Si por fin consigue pillar se pone tan nervioso que no se le levanta.
  4. La enterá. Es la novia de un gran amigo tuyo, que es un tío de puta madre, y por eso no le das las dos hostias que te pide el cuerpo. Muy frecuentemente la enterá fue precoz cuando tenía edad para ello. Hay varias frases recurrentes en sus labios: “Te han engañado”, ¿Y por esto has pagado dinero?”, Esa tía está anoréxica (por Giselle Bundschen)”, “Hazme caso a mí que sé de lo que hablo”. Atribuye la circunstancia de que nadie la soporte a que la gente le tiene mucha envidia.
  5. El que da asco. Este tío, o tía, está increíblemente bueno, come de todo y no engorda, tiene un careto que tira de espaldas y además es simpático. Cuando hablas cinco minutos con él /ella, te enteras de que es ingeniero termonuclear, juez o catedrático de filosofía. La frase que más escuchan sus lindas orejitas es “Nunca hubiera pensado que fueras así” (traducción: “estando tan bueno te había supuesto tonto del culo”). Y como encima es un tío de puta madre ni siquiera le puedes odiar. Menos mal que es un rara avis y te lo encuentras con muy poca frecuencia.
  6. El que parece tonto. Todos los que se creen listos lo toman por tonto, cosa que él no se molesta en desmentir, porque al final siempre se sale con la suya. Véase José Luis Rodríguez Zapatero.
  7. El listo para estudiar. Es el tipíco niño perfecto que jamás da un problema a sus padres y al que ponen de ejemplo ante los demás porque saca unas notas brillantes y no hace nada malo. Sin embargo es un auténtico paria social. Se enamora siempre de la más guapa de la clase y sufre viendo cómo se va con el malote. Al llegar a los 25 suele convertirse en el intelectual en un desesperado intento por gustar a las tías.
  8. El "listo". Este especimen hace lo que se le había ocurrido a todo el mundo pero que nadie ha hecho porque es algo completamente amoral, encima se vanagloria de ello. Todo el mundo le define con la siguiente frase: "éste es un listo". Entiendase aquí por listo aprovechado, sinvergüenza y gorrón.
  9. El verdaderamente inteligente. Ocupa el peldaño más alto en la escala evolutiva y ojála todos los seres humanos fueran como él = Eduardo Punset.
Seguramente al lector se le ocurran muchos más, se agradecerá si alguien aporta un dato (y aquí tenemos al listo número 10: el que aporta un dato en las tertulias)

martes, 8 de abril de 2008

Aguirre o la cólera de todo dios

Esta simpática señora que observan a su izquierda tiene suerte de que yo no sea bruja, porque esta tarde (que he pasado en un ambulatorio de la SS) le he deseado todos los males del infierno. Nada que no se merezca, por otra parte.
A Dios pongo por testigo de que si alguna vez tengo la suerte de tenerla a medio metro le calzo un meco que lo van a heredar sus hijos. A ver si tiene huevos de decirme a mí en mi jeta que ha eliminado las listas de espera. Hoy me han citado para unas pruebas en diciembre. Sí señores y señoras, estamos en abril.
Y no son unas pruebas rutinarias (que aún así tendría delito), no, son unas pruebas que el médico me manda para determinar por qué tengo unos síntomas sospechosos. ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Pagar una sociedad privada aparte de lo que me descuentan para la seguridad social? ¿Joderme y aguantarme y comerme las uñas hasta diciembre? ¿Contratar unos sicarios para que la sodomicen repetidamente? Se aceptan sugerencias.
De momento yo me cago en los muertos de esta señora y en toda su estirpe.
Ayyyyy, qué a gusto me he quedado...

lunes, 7 de abril de 2008

Sustituciones


Cuando veía a los exheroinómanos acudir a buscar su dosis diaria de metadona, siempre me hacía la misma pregunta: vale, la metadona sustituye a la heroína pero ¿qué sustituye a la metadona?
Ahora ya lo sé. Nada sustituye a la metadona. Nada. Es más, la metadona es más adictiva que la heroína y, por ende, más difícil de dejar.
Se oyen muchas teorías sobre lo que es vivir. Yo tengo la teoría definitiva: vivir es sustituir.
Vamos sustituyendo cosas en nuestra vida y a la vez hacemos de sustitutos. En cada trabajo desempeñamos la función que ya desempeñó otro antes y que desempeñará otro después. En cada amor recibimos las caricias que otro recibió antes y que otro recibirá después. Eso es muy desagradable y procuramos no pensar en ello. A todos nos gusta pensar que somos únicos y maravillosos, irrepetibles y que nuestra marcha dejará un vacío irrellenable. Pero eso no es así. Mi amadísimo Grissom lo expresó muy bien en una de sus maravillosas sentencias, "Tarde o temprano todos somos sustituidos", a lo que le contestaron, con no menos genialidad, "Dígamelo cuando lo sustituyan a usted".
De aquí sale un silogismo claro, si la vida es dolor y la vida es sustitución, la sustitución es dolor. Pero, paradójicamente, la sustitución es el método más recurrente para paliar el dolor. Sustituimos el tabaco con parches de nicotina, la heroína con metadona, la juventud con el tonto consuelo de la experiencia, la fuerza con la maña y la maña con la fuerza, sustituimos el hambre con comida, el amor con sexo y el sexo con amor. Sustituimos esos grandes amores que nos desgarran el alma por esos amores fáciles, que tienen más de amistad que amor, al igual que sustituimos los preciosos zapatos de tacón de aguja por las zapatillas viejas al llegar a casa.
Pero, al igual que ocurre con la metadona y la heroína, ese amor fácil y liviano que usamos para paliarnos el dolor de aquel otro, difícil y trascendente, es más difícil de sustituir. Ese amor liviano, que cogimos sin darnos cuenta, que, como un bálsamo nos curó las heridas, ése si que es insoportablemente doloroso de perder e increíblemente difícil de sustituir.
Ya lo dijo aquél, que de tonto no tenía un pelo:"Un clavo saca otro clavo, pero después hay que usar los alicates"

jueves, 3 de abril de 2008

Quiero ser como House


Admitámoslo, a todos nos gusta House. Nos encanta lo borde y cruel que es y nos causa admiración el hecho de que no se corte ante nada ni nadie. Hay incluso mucho imbécil, porque no se les puede considerar de otra manera, que se jacta de ser como él y va soltando groserías e insensateces a diestro y siniestro. Claro que estos avicáncanos no producen el mismo efecto que él porque, por lo menos, el doctor luego es brillante y te salva la vida, pero los cantamañanas que lo imitan encima son mediocres y carentes de interés, lo cual constituye un crimen aún peor. Ser como House es como hacer un trío con tu novi@ y su mejor amig@: algo con lo que todo el mundo fantasea alguna vez pero cuya puesta en práctica no es aconsejable.
A todos nos divierte House porque lo vemos en la tele y, sobre todo, porque nunca somos el blanco de sus iras. Pero, parémonos a reflexionar un momento, ¿qué pasa cuando conocemos a un House de verdad? Pongámonos en la situación: nuestro hijo se está muriendo de algo chungo y viene el médico y nos suelta una "housada", el noventa y nueve coma nueve por ciento de los mortales le calza dos hostias al galeno sin ponerse colorado.
Admiramos a House por cómo trata a su jefa y nos gustaría hacer lo mismo con el nuestro. Pero luego, cuando lo tenemos delante, sólo podemos tragarnos nuestro orgullo y luego ponerlo a parir con el resto de empleados, tal y como mandan los códigos de lo políticamente correcto.
Y en el caso de que tengamos subordinados no es nada recomendable que les hagamos los comentarios que hace este tío, si no queremos enfrentarnos a una demanda por mobing (ese bonito anglicismo que en español siempre se dijo "estoy hasta los cojones de mi jefe")
House incluso nos pone, para qué lo vamos a negar, con ese rollo torturado y antihéroe. Las tías soñamos con traspasar su coraza y llegar a su, sin duda, tierno y sensible corazón. Sin embargo, y esto lo digo por amarga y dolorosa experiencia, liarse con un House en el mundo real no es nada divertido ni romántico.
En la serie de House deberían poner un cartelito como el de los anuncios de coches: "Simulación rodada por especialistas, no intente hacerlo en casa".
Para terminar diré que si a alguien se le ha ocurrido pensar que veo demasiadas series de televisión se puede ir tranquilamente a la mierda. Y que conste que lo digo sin acritud.

miércoles, 2 de abril de 2008

Cómo mola Grissom

Cómo me gusta Grissom, el del CSI, es lo que yo entiendo por un hombre de los pies a la cabeza. Desde que lo descubrí, hace ya unos añitos, no he dejado de amarlo incondicionalmente. Me gusta tanto que me cuesta recordar que en realidad el menda es un actor, y siempre tengo la impresión de que, el día que definitivamente me acabe de dar el jari y me pire a La Vegas, me lo encontraré allí esperándome. Me imagino muchas veces que Grissom es mi padre, pero no mi padre de verdad, sino ese amigo de toda la vida al que una al final quiere como a un padre y le cuenta sus problemas. Me gusta imaginarme cómo paseamos por el parque y le cuento lo que me preocupa y me da uno de sus sabios consejos. Es un hombre realmente entrañable, con su renqueante modo de caminar y ese drama personal no exteriorizado. Me enternece que se esté quedando sordo y lo lleve con esa cristiana resignación, que le gusten los bichos y el hecho de que en sus ratos libres disfrute yéndose a una granja de muertos (esto existe de verdad, no es coña) a estudiar las fases de la descomposición. Según los sociólogos, la gente se identifica con este personaje porque cada vez más personas se refugian en el trabajo para escapar de una frustrante vida sentimental. Yo, desde luego, coincido con la segunda parte. Hoy, como homenaje, permitidme una recopilación de sus mejores frases:
  • "Ninguna buena acción queda impune"
  • "Nunca tienes una segunda oportunidad para causar una buena primera impresión"
  • "Es lo que pasa con los tríos, al final siempre acaba sobrando alguien" (después de encontrar en una casa dos pivas en la cama y un chorvo muerto en el garaje)
  • "Yo creo en las pruebas"
  • "Narciso estaría orgulloso" (en el apartamento de una topmodel, al verlo plagado de fotos de la propietaria tamaño king size)
Grissom, te quiero

Historia edificante de los dos cánidos

Dos perros servían al mismo amo. El amo les daba una chuleta al día para comer. Los perros eran grandes y hubieran necesitado una chuleta para cada uno. Se peleaban entre ellos por la chuleta. No se daban cuenta de era el amo quien tenía muchas más chuletas, y entre los dos hubieran podido vencerle si se hubieran puesto de acuerdo.