jueves, 20 de septiembre de 2012

Quiero ser tu amante

Quiero ser tu amante, que tengas lo mejor de mí y que nadie lo sepa. Quiero quedar contigo a veces, de forma clandestina, que me veas siempre perfectamente depilada, con mi mejor ropa interior, descansada y llena de deseo. Quiero estar contigo cuando estar contigo sea lo que más desee en el mundo. Quiero que seas y ser para ti un jardín secreto, fuera del mundo, donde sólo haya placer y alegría.
No quiero lo cotidiano, no quiero vivir contigo, no quiero que conozcas a mi familia. No quiero dormir contigo y que me veas al despertar. No quiero contarte mis problemas ni escuchar los tuyos. No quiero, por favor no, que vayamos juntos a hacer la compra, que peleemos por quién limpia el baño. Quiero quitarte la ropa interior con los dientes, cegada por la pasión, no recogerla del suelo cansada para meterla en la lavadora.
Quiero ser tu amante, que un mensaje tuyo me alegre el día, que la certeza de que hoy te veré sea suficiente para excitarme.
Que un beso en la calle me vuelva loca.
Quiero ser tu amante. Quiero que tengas lo mejor de mí. Lo que nadie tiene, lo que nadie ve.
Y quiero tener lo mismo de ti.
Quiero ser tu amante.

martes, 18 de septiembre de 2012

El amigo guapo

Con las cosas de la política, me he acordado de una historia muy graciosa y absolutamente verídica que conocí yo en mis años hosteleros. Había dos amigos, uno era alto, guapo, morenazo y tal. El otro era bajo, gordo, estrábico y tartamudo. Los dos eran plenamente conscientes de las circunstancias, así que cuando salían por ahí y divisaban hembra apetecible era siempre el guapo el que cogía el pico y la pala y allá que se iba. Un noventa y nueve por ciento de las veces la operación era exitosa y hembra apetecible acababa en casa de amigo guapo... pero no estaban solos. Amigo gordo, como una sombra imperceptible, había estado todo el tiempo con ellos, pero hembra apetecible, obnubilada por los hercúleos pectorales y la ebúrnea sonrisa de amigo guapo, no se percataba de la otra presencia hasta que era demasiado tarde.
Corría el alcohol, amigo guapo bebía, hembra apetecible bebía, entraban en un absoluto estado de embriaguez, amigo guapo se dormía en el sofá, hembra apetecible se quedaba a medias.... y entonces era el momento de amigo gordo, quien, aprovechándose de la peligrosa mezcla de alcohol e insatisfacción sexual que tanto bien ha hecho por la vida amorosa de las personas feas, sustituía al bello durmiente.
Habría casos, me imagino, en los que hembra apetecible no cayese en la trampa y saliese huyendo indignada y espantada, pero entre las que iban y las que venían, amigo gordo metía.
Parece que los madrileños debemos de ser para los políticos del PP una hembra bastante apetecible, y además tienen muchos amigos gordos que colocar, porque ya es la segunda vez que nos la cuelan en poco tiempo. 
Se presentan a las elecciones con un cabeza de lista con tirón popular y posibilidades de ganar, ganan y, al poco tiempo se marchan dejándonos el zurullo de coña (lo malo es que ellos no trabajan ese arrrtículo), en forma de cornuda esposa de ex presidente vigoréxico o de ladilla pijoide implicada en la trama Gürtel.
Y nosotros, borrachos y jodidos, nos lo tenemos que comer, sin más.
Un momento... ¿nos lo tenemos que comer? ¿de verdad? Creo que ahora nos toca decidir qué clase de hembra apetecible queremos ser: la que se resigna al "date por follada" o la que pone al guapo y al amigo del guapo donde los tiene que poner y se va con un guapo de verdad, sin amigo gordo y que no se duerme borracho en el sofá.
Porque, oye, os juro que también existen.


jueves, 6 de septiembre de 2012

Olvido y Volante

Hoy no puedo dejar de pensar en dos seres vivos a los que he conocido por diferentes motivos. Uno de ellos es una hembra humana, rubia, joven y guapa, que se ha masturbado y, no acaba ahí la infamia, lo ha grabado para su marido. El otro es un macho bovino, negro, joven y  guapo, al que dentro de cinco días torturarán hasta la muerte para divertir a un grupo de psicópatas descerebrados.
Ella se llama Olvido y él Volante. De Olvido habla todo el mundo, de Volante sólo hablamos unos pocos, los que no comprendemos por qué tiene que morir, más aun, morir sufriendo.
Olvido tiene que dimitir, no se puede consentir lo que ha hecho. Masturbarse es absolutamente dañino para la humanidad, la incapacita para ejercer su cargo de concejala competente y honradamente y, además, hay que ser muy tía cerda para toquetearse las partes pudendas y, encima, grabarlo. Y para dárselo a su marido, nada menos. Hace falta ser guarra, y él un cabrón consentido de haberse casado con semejante golfa.
Es inadmisible, como digo, esa tipa no puede seguir en un cargo público ni un minuto más, de hecho, debería ser lapidada en plaza pública, es más, deberían hacerlo los valientes machotes que dentro de cinco días torturarán a Volante. Que lo hagan como ellos saben, como hicieron hace un año con Afligido, que la persigan durante más de una hora por el campo, acosándola, sin que ella entienda qué coño está pasando. Que la empiecen a pinchar con lanzas, que la apuñalen con un destonillador. Como ella no tiene rabo (a Afligido se lo cortaron estando aún vivo) que le corten alguna otra parte. Que agonice durante veintisiete minutos (¿imagináis lo largos que pueden ser veintisiete minutos?) porque sí, porque a cuatro paletos se les pone en los cojones y nadie lo impide.
Me encanta este país. Es un país como Dios manda.
Aquí uno puede torturar, ser un puto sádico, robar el dinero del contribuyente, joderle la vida a millones de personas, pero, por el amor de Dios, que no se masturbe. Eso no se puede tolerar.
Olvido, jódete y dimite, tú que eres la víctima a la que han robado su intimidad, eres quien debe pagar por ello.
Jódete, Olvido, sobre todo por ser rubia, por estar buena, por tener un marido con el que seguro que te encanta follar, al que te gusta poner cachondo (como nos gusta a todos cuando tenemos una pareja follable), por masturbarte y por ser feliz.
Y tú, Volante, jódete también. Por ser un animal y no tener derecho a nada y por haber nacido en un país donde es más aceptable descargar la frustración torturando que follando.
Este el país donde he nacido, donde me he criado y donde vivo.
Y después me piden que sea patriota...



lunes, 20 de agosto de 2012

Ponte traje

No, no voy a hablar de Barney Stinson, aunque sea un personaje gracioso y haya hecho suya la frase que da título a esta entrada. Como ya habréis notado, Barney es una caricatura de un personaje que, por desgracia, abunda en nuestra sociedad. Y lo malo no es ya que abunde, sino que es envidiado y usado como modelo de éxito en la vida.
Id a cualquier empresa y os encontraréis como mínimo un par de Barneys. Bueno, para ser exactos os encontraréis al menos un par de "quiero ser Barney". Porque esos pobres idiotas ni son guapos, ni se tiran cada día a un pibón distinto ni viven en un lujoso apartamento neoyorquino.
Pero tienen algo en común con él: su absoluta obsesión por llevar traje.
Llevaba yo mucho tiempo cavilando sobre esta cuestión: el traje. ¿Por qué el traje? ¿Por qué en tantas empresas te obligan a llevar traje? ¿Por qué en ese requisito tan ambiguo que se conoce como "buena presencia" entra indefectiblemente el traje? Hubo en tiempo en que yo entendía que cuando decían "buena presencia" se referían a que estuvieras buenorro. Es lógico que lo entendiera así, puesto que en mis años mozos me ganaba las judías como modelo y camarera de pub y discoteca, y para ambos trabajos requieren a chicas que estén buenorras. Es harto injusto, lo sé, pero así es la vida. En ambos casos se trata de vender imagen más que de otra cosa, y, si hay que vender, vende más un buenorro. Eso es así, podéis indignaros, rebatirme y llamarme vanidosa en todas sus variantes, pero no por eso tendré menos razón. Y la prueba de que tengo razón es que en aquella época para las entrevistas de trabajo lo único que yo hacía era ponerme muy guapa: llegaba al garito en cuestión, el encargado me veía y me contrataba, sin saber si yo sabía poner una copa o si distinguía la ginebra de la cerveza.
Más tarde supe que el término "buena presencia" no quería decir que tuviera uno que ser necesariamente prieto de carnes y bello de faz (aunque nunca está de más), sino ir apropiadamente vestido. Y aquí es donde viene la duda, porque uno pensaría que con ir con ropa que no resulte obscena y esté limpia es suficiente, pero no. Tiene que ser un traje, y en el caso de las mujeres es mucho peor porque los hombres aún se apañan con un par de trajes y tres camisas pero las mujeres debemos tener un sinfín de modelitos siempre a la última y con sus respectivos zapatos, bolsos y complementos...
La gracia de todo esto es que luego se ven espectáculos como señores que van con traje y corbata y con una halitosis que tira de espaldas o señoritas con un bolso de Luis Putón pero con grasa en el pelo como para freír tres kilos de patatas. O señoras con traje, sí, pero con un escote que tiene a sus compañeros todo el día emulando al homo erectus.
Entonces, ¿por qué? ¿Por qué no vale un chico con un chándal limpio la melena reluciente y el aliento de rosas? ¿Por qué tiene que llevar traje?
La revelación me llegó no hace mucho, durante una conversación con el que me paga el sueldo (porque ya sabéis que yo, ni dios ni amo). En un momento de la charla yo le dije algo así como "yo soy una obrera" y él se echó a reír y me dijo "tú qué vas a ser una obrera", yo me sorprendí. "¿Por qué dices eso?" le espeté, a lo que él me contestó "pues ni que fueras tú con mono"
Ahí se me hizo la luz. Ésa es la razón, y no otra, de que nos obliguen a ir con traje. Nos obligan a vestirnos como ellos para que creamos que somos como ellos, que estamos en su lado del mundo.
Ponle a alguien un traje, que se compre un cochecito en lugar de ir en metro a trabajar y que esté sentado a una mesa y, automáticamente, se le olvidará que es un obrero, se sentirá superior a "los del mono", se sentirá de los elegidos. 
"No te confundas" le dije aquel día "No sólo son obreros los que llevan mono".  Yo no me dejé, no me dejo, engañar. Yo soy una obrera, sé lo que soy, de dónde vengo y en qué lugar estoy. Pero empiezo a temer que yo soy una excepción.
Ya no tenemos conciencia de clase, ése es nuestro problema. Nos la han quitado mediante un truco tan sencillo como ponernos una corbata e impedir que nos ensuciemos las manos. Pero somos esclavos, sus esclavos. No tenemos lo que ellos tienen, nuestros hijos no heredarán lo que los suyos.

La lucha de clases ha muerto estrangulada con un nudo windsor.

Amputar

A veces no queda otro remedio que amputar. Si el miembro está gangrenado hay que amputar. De lo contrario el individuo morirá. 
Eso no quiere decir que sea una decisión fácil de tomar, ni que no duela perder el miembro amputado, ni que no se siga pensando en él y añorándolo, incluso sintiéndolo, durante mucho tiempo, a veces toda la vida. 
Sólo significa que si no se amputa uno morirá, y uno no quiere morir, no todavía, o no puede morir, porque tiene un hijo, por ejemplo, que criar. 
Y entonces tiene que amputar.
La decisión de amputar la toma siempre alguien ajeno, que no está involucrado, que no se deja llevar por las emociones tipo "pero es mi pierna, prefiero morir a vivir sin mi pierna". El individuo que debe sufrir la amputación se resiste, se niega, deben convencerlo, a veces, incluso, sujetarlo físicamente para poder llevar la operación a cabo. Él sabe que no tiene alternativa y aun así se resiste, mendiga, llora, implora por su pierna o por su brazo, no lo quiere perder. El cirujano debe ser inflexible, impasible. Debe amputar.
La reacción del paciente es impredecible: hay quien se deja morir antes que dejarse amputar, hay quien odia toda la vida a quien lo convenció, hay quien (los más) acaba agradeciendo que lo convencieran, hay quien se resigna a su suerte desde un primer momento...
Y hay un grupo muy reducido, una rara avis: los capaces de amputarse su propio miembro.
Yo soy de ese grupo. Cuando la pierna se infecta y no hay solución yo misma cojo el hacha y no me tiembla la mano. Y si no tengo hacha soy capaz, como los coyotes, de desgarrar la carne con mis propios dientes para escapar de la muerte segura.
Y eso no significa que no me muera de dolor, que no eche de menos mi miembro amputado cada segundo de cada minuto de cada hora de cada maldito día.
Eso no significa que por las noches, al quitarme la prótesis, no siga sintiendo que aún lo tengo, que en sueños me vea aún entera, completa, y me despierte llorando.
Significa sólo, como le dije a alguien no hace mucho, que, por mucho que pueda querer a alguien, jamás querré a nadie más que a mí misma.

jueves, 19 de julio de 2012

Mentira

No eres ni bueno ni malo, eres, como decía el chiste, mentira. Eres mentira desde que naciste, eres humo, no eres nada. Te has ido creando, te han ido creando, una bonita envoltura, la llevas tan incrustada que hasta tú piensas que es tu piel. Pero no. Yo, que te he visto de cerca, sé la verdad. Eres una mentira, desde que te levantas hasta que te acuestas. Con tu falsa sonrisa, con tu fingida contención. No llevas la contraria a nadie, tú eres conciliador, eres comprensivo, eres majo. Eres una manzana rojita, preciosa, brillante, apetecible, lustrosa.... y no, no voy a decir que esa manzana esconda un gusano, para eso debería ser real. Y resulta que es de atrezzo. Eres como esos carteles antiguos de cine, que se dibujaban para ser vistos de lejos, pero que de cerca eran deformes y grotescos. Eres como la música de ascensor. 
Yo, que disto mucho de ser perfecta, de ser buena, de ser feliz, tengo al menos la ventaja de ser real. Soy lo que soy, sin fingir que soy otra cosa ni temer que me vean y no gustarle a alguien. Si algo no me gusta lo expreso, si alguien no me gusta lo ignoro, si noto que no le gusto a alguien me es indiferente. 
Por ti sólo siento una inmensa compasión, debe de ser extremadamente agotador vivir así, en la mentira constante. 
La verdad es raramente pura y nunca simple, como decía Oscar Wilde. Yo añado que la verdad es incómoda, maleducada y fea. Pero es la verdad y la verdad (al menos así lo creo yo) es al final lo único que tenemos.

miércoles, 16 de mayo de 2012

El lado oscuro

Cuando de pequeña veía "La guerra de las galaxias" (me vais a permitir que no le llame Star Wars, yo soy de la primera trilogía) siempre, en lo más profundo de mi ser,  me ponía del lado del Imperio. No me malinterpretéis: sabía que eran los malos, que Darth Vader era un cabrón, no era que aprobase su conducta, era, sencillamente, que le comprendía. Y no creo que sea la única. En realidad a todos nos atrae el lado oscuro de la Fuerza.
Cuando los caballeros Jedi pasan tantas vicisitudes, uno no puede evitar pensar "Joder, tío, ¿por qué no te pasas al reverso tenebroso?"
El lado oscuro nos llama porque sabemos que en su regazo podremos , al fin, descansar. Yo he estado allí el suficiente tiempo como para poder asegurarlo. Una vez que lo has mandado todo a paseo es cuando llega la verdadera libertad e, irónicamente, la paz. Ya no tienes nada que perder ni, por lo tanto, que temer.
Ese mismo pensamiento lo tenía con las películas de vampiros o de zombies, ¿para qué luchar? Únete a ellos y deja de preocuparte.
En "La insoportable levedad del ser" Kundera habla del vértigo como el deseo de caer. El personaje de Teresa tiene muchas veces ganas de tirar la toalla (ella intenta estudiar y salir del ambiente pobre y marginal del que proviene), desea volver a su pueblo y entregarse a los hombres más zafios y groseros, dejar de perseguir la idea del amor romántico con que fantasea desde niña.
No es raro ver personas que fueron muy guapas en su juventud y, tras intentar mantenerse así durante un tiempo, se entregan con pasión y euforia a la decadencia: engordan, no se tiñen el pelo, dejan que sus dientes se pudran... rechazan con gesto brusco su antigua belleza, se convierten gustosos en seres grotescos. Puede parecer terrible, pero si se observa a estas personas con atención, se puede ver la profunda paz que emanan. 
Lo expresa a la perfección el genial Rhett Buttler en "Lo que el viento se llevó" cuando le dice a Escarlata: "Una vez que uno ha perdido la buena reputación es cuando descubre lo horriblemente molesto que era mantenerla".
Tener cosas buenas tiene una incuestionable desventaja: el miedo de perderlas. A veces ese miedo es tan intenso, doloroso y paralizador que optamos por renunciar a ellas voluntariamente sólo para que éste cese. Dejar a la pareja a la que amamos sólo para dejar de temer que nos deje ella a nosotros, suicidarse en el corredor de la muerte mientras se espera la revocación de la pena, alcoholizarse o caer en cualquier tipo de adicción. Todos estos comportamientos son claros ejemplos de lo que supone sucumbir al Reverso Tenebroso.
Yo siempre lo he visto así. La felicidad me parece intolerable, aprendí a nadar en la cloaca y no sé cómo manejarme en aguas cristalinas.
Sin embargo, como en Anakin, sigue existiendo en mí también una parte que me atrae hacia la luz. Y muchas veces he intentado, intento, mantenerme en la luz, aunque es terriblemente trabajoso, pero hay algo aun peor: volver a la luz después de haber estado en el lado oscuro.
Los que seáis conocedores de la historia de Anakin lo sabréis. Una vez que uno se ha rendido, ha caído en el lado oscuro, se ha construido su zona de confort en él, requiere una fuerza sobrehumana volver a salir. No hay más que ver lo que le cuesta a él, siendo como es uno de los caballeros Jedi más poderosos.
Y yo, por si no había quedado claro, no tengo la fuerza de Anakin.

miércoles, 7 de marzo de 2012

Rojo oscuro, casi negro

Hoy me apetece divagar, hablar un poco de todo lo que me pudre el alma.
¿Por qué soy de izquierdas? Es una pregunta que me hago mucho últimamente. No lo puedo contestar escuetamente. Lo que tengo claro como la luz del día es que lo soy de nacimiento.

No hace mucho leí que estaba más o menos aceptado científicamente que la ideología política se lleva en los genes. Tiene sentido. Si el carácter se lleva en los genes también ha de llevarse la ideología política, siendo, como creo firmemente que es, un rasgo de la personalidad.

No entiendo a la gente que se declara apolítica, que dice no tener ninguna ideología. Sinceramente, no me lo creo. Todos tenemos una ideología, puesto que una ideología responde a una serie de principios éticos y todos los tenemos. Hasta el que tiene por principio actuar siempre y sólo en su propio beneficio, hasta el que tiene por principio cambiar de principios según le convenga, hasta el que tiene por principio seguir gregariamente a la manada. Todo eso no dejan de ser principios, normas internas que seguimos. Todos tenemos una ideología y esa ideología se inclina a la izquierda o a la derecha. Eso es así. Lo que ocurre es que cuando se habla de ideología siempre salen a relucir los partidos, los estados, los países, y eso es otra cosa. Yo hablo de la ideología, no de las personas que pretenden representarla.

Yo creo que de derechas o de izquierdas se es de forma involuntaria, natural. Yse muestra en los actos, no en las palabras. Una persona, para mí, es de izquierdas cuando me lo demuestra con su comportamiento, no cuando dice que lo es. Así, he conocido personas de izquierdas que creían ser de derechas y personas de derechas que decían ser de izquierdas. Lo que me reafirma en la constatación de que la cultura política es desastrosa, llena de mitos y profundamente corrompida.

Encuentro muchos obreros que votan a la derecha, que se declaran de derechas, pero lo que luego demandan es la izquierda. Cuando el jefe, el gobierno, la sociedad en general, exhibe comportamientos de derechas estas gentes protestan indignadas, "qué poca vergüenza, qué hijos de puta, no hay derecho", "pues ¿qué pensabas que era la derecha?" les contesto siempre yo.

Con mi compañera y sin embargo amiga Chispita (su nombre real ha sido cambiado para preservar su intimidad) se obró el milagro. Cuando la conocí, ella, una mileurista sin estudios universitarios que vive con sus padres en un barrio obrero de Madrid, se declaraba de derechas. En un principio, como siempre me pasa en estos casos, asistí a esto con una mezcla de indignación, perplejidad y tristeza, pero pronto descubrí que lo que le ocurría era sencillamente que estaba profundamente desinformada. Chispita era y es una bellísima persona: solidaria, empática, con un sentido de la honradez y la justicia fuera de normal. Desgraciadamente, tenía en su cabeza un revoltillo de mitos y cuentos para asustar niños sobre la izquierda impresionante. A medida que nos fuimos conociendo constaté que todas sus opiniones coincidían al 99% con las mías, o sea,  eran totalmente de izquierdas, al igual que su comportamiento en el trabajo, con los compañeros y en general. Un día le lancé la inevitable pregunta "¿Pero tú estás segura de que eres de derechas?" a lo que ella me respondió "es que soy realista y la izquierda es una utopía". Le expliqué que lo que me decía era tan absurdo como  si todos nos suicidásemos porque vivir para siempre es una utopía, así que ¿por qué seguir? Ese día, como mínimo, le hice pensar.
Más tarde, poco antes de las elecciones generales, Chispita contestó un cuestionario para saber qué partido respondía mejor a lo que ella quería y acabó votando a Equo (el cual le salió con un 100% de compatibilidad), un partido inequívocamente de izquierdas.

Ahora es cuando las voces indignadas de los españoles "de bien" me gritan "¡No es justo, estás equiparando ser buena persona con ser de izquierdas, como si todos los de derechas fueran malos!"
Pues lo siento mucho, pero en cierto modo es así. Una persona puede ser de derechas por uno de estos tres motivos (al menos uno, que también pueden ser los tres a la vez): es egoísta y le importan una mierda los demás, es estúpido y/o está manipulado o mal informado. El caso de Chispita, que ni es egoísta ni estúpida pero estaba mal informada, demuestra esta teoría.

Si encontráis una sola persona que sea generosa y justa, inteligente y culta y sea de derechas presentádmela. No la encontraréis. Os lo garantizo.

Yo no digo que yo sea una buena persona (si lo fuera seguramente no tendría tanta facilidad para desearle todos los males del infierno a Esperanza Aguirre o Aznar), pero os aseguro que lo intento con todas mis fuerzas. Creo que tonta no soy (al menos no lo suficiente como para no darme cuenta de cuál es mi bando)  y, desde luego, estoy informada, puesto que procuro siempre picar de todos lados y sacar mis propias conclusiones.

Pero la principal razón por la que soy de un rojo oscuro, cada vez más oscuro, casi negro, es esta rabia. La rabia que me impide y me impedirá siempre aceptar que "siempre habrá ricos y pobres" y que "es lo que hay", que me impide aceptar que el mundo es como el Titanic y los que van en primera clase tienen más derecho al bote salvavidas que los de la bodega.
La rabia me hace seguir caminando hacia ese horizonte que es la utopía, aun a sabiendas de que nunca lo alcanzaré.

Pero no por eso voy a dejar de caminar.

martes, 6 de marzo de 2012

Poli corrupto, papi violador



¿Os habéis fijado en que en las pelis de dar miedo el malo malísimo siempre resulta ser uno que se suponía de los buenos?


El policía corrupto siempre me ha dado mas miedo que el delincuente. Si te ataca un delincuente vas la policía, pero ¿A dónde vas si te ataca la policía? Lo mismo pasa con los padres que abusan de sus hijos. Es muy jodido que te violen, pero si encima te viola el tipo del que se espera que reviente a hostias a quien te hace daño es devastador.


Tengo miedo porque he comprendido que estamos siendo violados por nuestro padre y, encima, el policía al que se lo hemos ido a contar es corrupto.

Siento indefensión, no sé a dónde acudir, no sé cómo luchar contra quien me ataca. Tengo incluso miedo de pensar.


Ahora resulta que Oceanía nunca estuvo en guerra con Eurasia

Vivimos la peor de las esclavitudes: la del que cree ser libre.


Cuando de pequeña las monjas intentaban adoctrinarme con la historia de Luzbel, el ángel caído, solía preguntarme si no habría ganado en realidad el malo y, como todo vencedor, contaba su versión de los hechos.


Ahora no me cabe ninguna duda.