viernes, 27 de febrero de 2009

Carta de un lector



Hoy he recibido una preciosa carta de alguien que me lee, con su permiso la publico:


Hola Lorena,

Hoy he leído de golpe tus tres últimas entradas (bueno, digamos artículos, para no darle patadas a la Lengua).

Tras leer cada una de las dos últimas ("Si un día no me quieres" y "Gente que no es de fiar") he sentido simpatía y he tenido el mismo pensamiento: "Cuánta razón y qué bien dicha".
Sin embargo, tras leer la anterior ("Deseos"), he sentido pena. Te he imaginado en ese puente tan bonito de Praga con tu tripa de seis meses, formulando ese deseo que todos hemos tenido alguna vez, sobre todo cuando estamos esperando el nacimiento de un hijo; y acto seguido he visualizado al susodicho papá en ayuntamiento carnal con otra y rompiendo en mil pedazos tu deseo; y me ha recordado a una escena que viví yo una vez con una de mis primeras novias, cuando tendría veintipocos años: ella me preguntó qué es lo que quería de ella, qué esperaba de nuestra relación y yo le respondí: que estemos juntos para siempre. Al día siguiente me abandonó.

No he sentido pena porque tu chico estuviera tirándose a otra (hay gente tonnnnnnta) ni por el hecho de que ahora estés separada de él. Los que ya hemos pasado por todo eso, tener hijos, la separación... sabemos que al final te das cuenta de que tanto tú como tu hijo serás más feliz sin esa persona. Creo que he sentido pena por eso que dices al final de que tus deseos nunca se cumplen y que te da miedo desear algo. Yo no podría imaginarme mi vida sin estar constantemente deseando cosas, soñando con algo, teniendo alguna ilusión en el horizonte.

Somos tan diferentes, que a veces me cuesta trabajo comprender el porqué de las cosas que dices. Muchas veces, cuando te leo, al final pienso "¿por qué?" ¿qué la habrá llevado a decir esas cosas? ¿a pensar esas cosas?

Me gustaría conocerte, pero cuando pienso eso también suelo pensar que tu pensarías ¿y por qué?



Querido lector, ya te lo he dicho en privado pero te lo repito públicamente, ante todo muchas gracias: por leerme, por intentar entenderme y por hacérmelo saber...
Me gustaría contestarte más detalladamente. A veces yo también he tenido ese pensamiento que describes como "Cuánta razón y qué bien dicho" y, la verdad, me halaga profundamente que algo que yo he escrito provoque eso en alguien. Sobre el poema te diré que lo escribí hace muchos años (estaba yo viviendo un gran amor y bajo la influencia Neruda-Benedetti) y me lo han recordado los últimos acontecimientos en mi vida, por eso me he animado a publicarlo. Lo de la gente que no es de fiar... bueno, los que me leéis ya sabéis mi afición por las listas chorras.
En cuanto a los deseos creo que quizá me haya expresado mal, tengo ilusiones, sí, pero ya no me hago expectativas sobre nada, vivo según mi máxima: "De todas formas la vida siempre irá por dónde quiera ella, no por dónde quieras tú"
Lo dicho, querido lector, un abrazo y muchas gracias por leerme.


jueves, 26 de febrero de 2009

Si un día no me quieres

Si un día no me quieres poco importarán los besos que no te haya dado, las veces que no te haya dicho te quiero. Ya no me querrás y todo lo demás dará lo mismo.

Si un día no me quieres sucederá porque sí, sin que yo pueda hacer nada por impedirlo, sin que tú puedas hacer nada por impedirlo. Ya no me querrás y todo lo demás dará lo mismo.

Si un día no me quieres no lo harás aunque adelgace cinco kilos, o los engorde, o me tiña el pelo, o me lo corte, o me ponga ligueros y zapatos de tacón. Ya no me querrás y todo lo demás dará lo mismo.

Si un día no me quieres no dependerá de que hayamos hecho el amor el primer día o el vigésimo quinto, de que lo hayamos hecho todos los días o sólo las fiestas de guardar. Ya no me querrás y todo lo demás dará lo mismo.

Si un día no me quieres ya no me volverás a querer y ninguna carta de amor, ningún despecho, ningún desplante, ninguna estrategia, te harán quererme de nuevo.

Porque si algún día no me quieres no será una elección tuya. Igual que ahora no eliges quererme como me quieres.

Por eso te digo: quiéreme, quiéreme mucho, quiéreme todos los días, quiéreme siempre que te apetezca, no ahorres nada de este amor.

Para que si un día no me quieres, por lo menos me hayas querido.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Gente que no es de fiar...


1. Las mujeres que, llevando al menos tres lustros menstruando, se empeñan en hablar como niñas pequeñas. Y, como las desgracias nunca vienen solas, esta raza también se caracteriza por decir cosas como "cariño", "mi vida" y "corazón" a personas que no conocen. Víboras de las de calidad, oiga.

2. Los jefes que el primer día te dicen "Aquí somos todos compañeros". A ése a hijo de puta no lo gana nadie. Te lo digo yo.

3. Quien pronuncie esta frase (o cualquiera de sus variantes): "Yo es que de bueno, soy tonto". Sal huyendo en cuanto lo oigas.

4. Las tías que piensan que todos los tíos están detrás de ellas y todas las tías les tienen envidia. Curiosamente las que tienen esta idea nunca son un clon de Eva Longoria, en cuyo caso sería lógico que lo pensasen, sino que suelen ser truños de dimensiones inabarcables.

5. Los que te hablan mal de todas sus ex parejas (y de su actual pareja) mientras intentan arrastrarte al catre. Hombre, que el "mi mujer no me comprende" ya está muy visto...

6. Los que dicen la consabida máxima "Yo por la buenas soy muy bueno, pero por las malas....". Estos son unos cabrones con las charreteras de lo mismo, por las buenas, por las malas y por las regulares.

7. Los que piensan que todo el mundo es malo menos ellos... cree el ladrón que todos son de su condición.

8. Los que dicen no distinguir entre Brad Pitt y Santiago Segura alegando que "a mí no me gustan los tíos". Otra lindeza suya suele ser el "a mí me gustan todas", frase antierótica donde las haya, por cierto.

9. Los que ante la contemplación de un bombonazo de los que animan a dar gracias al Señor sueltan eso de "yo es que como soy tan feliz con lo que tengo en casa" . Esos se tirarían a todo lo que se menea si su absoluta falta de atractivo no se lo impidiese.

10. Los que dicen "yo soy apolítico". Ya puedes ir entonando el Cara al sol.

martes, 24 de febrero de 2009

Deseos

Penélope Cruz ha ganado el Oscar. Los que me conocen saben lo que opino al respecto así que lo omitiré. No es eso de lo que quiero hablar. Sino de los deseos.
Mi camino y el de Penélope han tenido dos puntos en común. El primero fue hace veinte años, cuando yo tenía catorce y ella dieciséis (porque se da el misterioso fenómeno espaciotemporal de que Penélope, habiendo tenido de adolescentes dos años más que yo, ahora tiene mi misma edad). Pe y yo trabajamos juntas en un anuncio publicitario. No estábamos sólo ella y yo, había muchas chicas. Ella aún no había hecho "Jamón jamón", pero ya era conocida en la profesión por el famoso vídeo de "La fuerza del destino" y por ser la novia de Nacho Cano. Durante el rodaje, Pe no dirigió la palabra a las otras chicas e, incluso, exigió un camerino para ella sola, ya que su caché le impedía cambiarse con las demás. Cuando recuerdo esta escena y la comparo con una humildísima Penélope dedicando su Oscar a Alcobendas no puedo evitar sentir cierto resquemor. Algo parecido me recorrió el cuerpo cuando Ánsar (recién elegido presidente por los pelos) se iba a Quintanilla de Onésimo a jugar al dominó... esperemos que la humildad no le evolucione igual a la Cruz, o que Dios nos coja confesados.
El otro momento en común que tengo con nuestra estrella está relacionado con el Puente de Carlos, en Praga (en la foto).
Cuando Pe estaba rodando "La niña de tus ojos" en Praga, esto lo ha contado ella, tocó el famoso puente y pidió sus deseos, más tarde dijo que se le estaban cumpliendo todos (es lógico suponer que el Oscar era uno de ellos). Cuando yo estuve en Praga me acordé de esta tontería y, ni corta ni perezosa, toqué el puente y pedí mi deseo. Mi deseo fue muchísimo menos pretencioso, sólo pedí que el niño que llevaba en la tripa (estaba de seis meses), su padre y yo formásemos siempre una familia tranquila y feliz. En el momento en que yo estaba pidiendo ese deseo el papi de la criatura se estaba cepillando a otra mujer. Mi deseo, obviamente, no se cumplió.
Nada de lo que yo he deseado en la vida se ha cumplido, jamás. Por eso me da miedo desear cosas.
Me da miedo cada vez que tengo ilusión por algo, me da miedo cada vez que él me sonríe y yo deseo que pase algo más, me da miedo cuando miro a mi hijo. Las personas a las que no se nos cumplen nunca los deseos acabamos por no desear, y de no desear acabamos por no vivir en absoluto.

martes, 17 de febrero de 2009

Pero no escribo




Podría escribir de tantas cosas... pero no escribo.

Podría escribir de lo bien que olías la otra noche, de la trama de espionaje del PP, de que hoy me han dicho que soy una frívola, de que no la aguanto más, de tus ojos cada mañana cuando no me miran como yo quisiera, de Kirkegaard, de lo mal que me siento por esta rutina, de las cosas que me gustaría cambiar.

Podría escribir de algo gracioso, de algo profundo, de algo ofensivo, de algo rotundo, de lugares comunes, de pajas mentales, de lo que todos escriben, de lo que nadie se atreve a escribir, de lo que siento por ti.

Podría escribir de sexo, de muerte, de figuras literarias, de cine, de gastronomía, de la cría en pisifactoría del camarón.

Podría escribir una novela, un cuento corto, tres sonetos, cinco posts, diez cartas y una canción.

Podría escribir en ruso, en italiano, en inglés, en español.

Podría escribir de este nudo en el estómago que tengo desde que sé que me lees aunque no me comentes, y de que saberlo me da y me quita la inspiración.

Podría escribir de noche, de día, despierta, dormida....

Pero no escribo.

jueves, 5 de febrero de 2009

Queda la música...



Ya lo dijo Aute: todo puede desaparecer pero siempre queda la música.
Cuando me preguntan qué música me gusta suelo contestar que no me gusta. Una mentira como una catedral, por supuesto. Pero es que odio hablar de mis gustos musicales porque para mí escuchar música es una de las cosas más íntimas e imposibles de compartir que tenemos. Lo que yo sienta escuchando una determinada canción no lo sentirás tú y viceversa. Ya he dicho en alguna ocasión que no soy una mujer de pudores convencionales, qué le vamos a hacer...

Queda la música, el tiempo pasa, el cuerpo se transforma, las circunstancias cambian, los rostros se confunden, la memoria nos traiciona y los sentimientos se distorsionan, pero queda la música. Siempre. Y es la única que nos transporta a ese instante de nuestra vida que, de otro modo, quedaría perdido para siempre.

No soporto que me pregunten qué música me gusta porque es como si me preguntaran a cuál de mis amores he querido más, qué caricias me han estremecido con más fuerzas, qué ha escocido más en mi vida, a qué sueño me aferré con más esperanza y cuál dolió más ver desvanecerse.

No soporto hablar de la música porque de la música no se habla, porque la música se siente, se deja que le arañe a uno la médula espinal, se saborea, se guarda para siempre en el corazón (en el itunes mental, como dicen los chanantes). Y, lo diré alto y claro, me recontrapatea el hígado la gente que te impone su música, la gente que la clasifica, la cataloga y la etiqueta, la gente que la prostituye escuchándola constantemente mientras hace otras cosas, como si la música sólo fuese un elemento decorativo...

Para mí, escuchar música es una actividad en sí misma, y si lo hago no hago nada más. Como mucho, caminar.

Todos tenemos nuestra propia banda sonora y, al igual que determinadas canciones nos devuelven ciertas escenas de la película a cuya banda sonora pertenecen, así ciertas canciones nos devuelven a ciertas escenas de nuestra propia película.

A veces las buscamos para provocarnos esa nostalgia (oh, nostalgia, qué dulce es tu dolor), pero lo mejor, lo más intenso es cuando nos pillan desprevenidos. Eso es un golpe seco en el sistema límbico, eso es el dolor más sublime, más orgásmico de cuantos existen...

Todo se puede ir a la mierda, pero no importa: queda la música.