lunes, 29 de diciembre de 2008

Defendamos la familia

Estos son Kangu y Rito, son madre e hijo y viven en el Bosque de los Cien Acres. Son muy felices con sus amigos Winnie The Pooh, Tigger, Conejo, Pigglet, Búho, Igor y Topo.
Kangu es una gran mamá, cuida de su hijo y le enseña a ser bueno, comprensivo y cariñoso. Rito es alegre, juega, se divierte y se siente muy querido.

No hay señor Canguro por ningún sitio.

Mi hijo Tristán dice que yo soy Kangu y él es Rito. Supongo que se siente identificado con la situación. Al igual que Rito, él tiene una mamá cariñosa que siempre está a su lado. Lo baña por las noches, le da la cena y muchos muchos mimos.

Tristán es muy feliz: tiene a su mamá, tiene a sus abuelos, tiene a su tío tata, tiene a su tío David que viene una vez a la semana y le canta lo de Patapalo el Pirata Malo, y tiene un "viene papi" una vez al mes, que se lo lleva al zoo y a dormir al hotel, juega con él a los coches y habla de forma diferente que el resto de su familia. Tristán, como ya he dicho, es muy feliz. Se nota porque la felicidad no se puede fingir ni esconder. Y Tristán la irradia por cada poro de su escaso cuerpo. Es muy cariñoso y se ríe constantemente.

A ver ahora quién es el guapo que le explica que lo que él tiene no es una familia, y que en realidad él es un desestructurado, que seguramente saldrá homosexual y habrá que llevarlo al psiquiatra para que lo cure y que es una vergüenza que el gobierno ayude a desharrapados como nosotros, que atacamos y desprestigiamos a la verdadera familia, base de nuestra sociedad.

A ver quién es el guapo que le cuenta a mi hijo que su mami es menos mami porque lo dicen unos tíos vestidos de rojo y con cara de amargados, que, curiosamente, no tienen familia a pesar de lo mucho que la defienden.

A ver quién le convence ahora a mi hijo de que, en vez de la dulce Kangu y el alegre Rito, la verdadera familia es esto:






¡Qué preciosa estampa!






lunes, 22 de diciembre de 2008

No funciono

No funciono. Quien me creó no lo hizo bien. Tengo algún mecanismo escacharrado, ahora estoy totalmente segura.
Ya hablé de mi amígdala y llegué a la conclusión de que es poco conveniente hacerle caso. De modo que decidí seguir los dictados de mi córtex, a ver si así me iban mejor las cosas. Pues sólo he de decir que ha sido peor el remedio que la enfermedad.
Sólo puedo pensar una cosa: no funciono. No me funciona el córtex ni la amígdala, pues estamos apañados. ¿Dónde voy yo así? Poco porvenir me veo.
¿Dónde estará el mecánico que arregle esto? Voy a mirar en las Páginas Amarillas, quizá lo encuentre. Miraré en la A, de angustia, o en la V, de vacío o en la G, de gilipollas (seguramente lo encuentre aquí)
No funciono. Me he reiniciado, me he cambiado la fuente de alimentación, he apagado y encendido el router, me he desinstalado y vuelto a instalar el sistema operativo, he probado con varios antivirus... pero no hay nada que hacer: no funciono.
¿A ver si va a ser cosa del servidor?

domingo, 14 de diciembre de 2008

Calla Memoria

Calla Memoria, dame una noche de tregua. Calla dulce amiga, hoy me dañas. Calla cariño, hazlo sólo por hoy, déjame descansar. No me tortures. No me cuentes las historias que ya no volverán, no me inundes los ojos de lágrimas, afloja el nudo de mi estómago, devuélveme el aire.
Calla preciosa, hoy te pido que no seas tan eficiente. Permíteme no ser. Permíteme ser limpia, vacía, insulsa. Deja que la nada me inunde, deja que mis sentidos mueran, déjame ser estúpida por una noche, calla Memoria, calla dulce amiga, calla cariño, calla preciosa.
Hoy no lo soporto, no soporto el dolor del recuerdo. No me cantes canciones ni pintes imágenes ante mis ojos, no traigas olores que me dejan desnuda y tiritando de emoción. No Memoria mía, hoy no, te lo suplico. Hoy no puedo, hoy me dueles. Calla bonita, sólo esta noche, sólo un ratito...
Recuérdale mi nombre al Olvido, para que me encuentre.
Dale mis señas al Vacío, para que me llene.
Y reza para que hoy se ausente la Ausencia.
Dile a la Esperanza que ya no la espero.
Pero tú, Memoria mía, calla, calla, calla...
Hoy me muero.







miércoles, 10 de diciembre de 2008

Muérete


Muérete, en serio. Te lo digo sin acritud, sin ira, no te deseo ningún mal, pero muérete.


Cuando empecé a desear tu muerte me sentí muy mal. Me parecía que debía ser una persona horrible. Los años pasados en el colegio de monjas pesaban sobre mí: “Eso no se hace”. No se le desea la muerte a nadie.


Luego reflexioné, esto no es un deseo. Es una conclusión. Deberías morirte. Sería mejor para todos. Anda, muérete. Si de todas formas te vas a morir antes o después. Todos moriremos algún día. Sólo te pido que adelantes el acontecimiento. ¿Qué más te da?


Venga, haz algo bueno por una vez en tu vida y muérete. Así no le joderás la vida a nadie más. Es la solución perfecta para todo el daño que causas. De verdad, muérete.

Todos los días mueren buenas personas, personas queridas, personas útiles, personas que alegran la vida a los demás. Sin embargo ahí estás tú, rebosante de vida, con una salud de hierro y muchos años por delante... para seguir dando por culo a gusto.


Eres prescindible, más aún, eres deseablemente eliminable. No sólo no haces nada bueno por nadie (de esos hay muchos y tampoco estorban, hacen bulto), sino que te dedicas a hacer daño. No dejas de maquinar cómo fastidiar y herir a los que te rodean, cómo aprovecharte de ellos, cada vez que apareces en escena todos tiemblan. Cada vez lo veo más claro, muérete.


Muérete, que yo lo vea. Muérete, que te celebren un bonito entierro, con un precioso ataúd, acorde con tu vanidad. Muérete, que todos asistan a tus exequias, que te lloren, que digan lo buenísima persona que eras, que suelten toda la sarta de lugares comunes que corresponde a la ocasión. Todo eso te lo concedo, pero, por favor. Muérete.


Yo te estaría muy agradecida.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Mi primer flechazo


Hoy se cumplen años de dos constituciones ilustres: la constitución española y la constitución como persona humana del señor Prognato, insigne bloguero y hermano de la que suscribe.

De la constitución española no voy a hablar por varias razones: primera, es un coñazo; segunda, no me da la gana; tercera, ya hablan bastante los del PP (cuando les interesa, claro)

Del nacimiento de mi hermano sólo diré que yo, interiormente, lo celebro unos días más tarde. Aunque más que su nacimiento, celebro un acontecimiento decisivo en mi vida: mi primer amor, y es esto lo que hoy quiero contar.

Hace veintisiete años estábamos en casa mi hermano mayor y yo al cuidado de mi abuela. El teléfono sonó, mi abuela mantuvo una breve conversación y nos dio la noticia: habíamos tenido un hermanito. Mi hermano mayor, siempre tan correcto él, empezó a dar saltos de alegría y a festejar junto a mi abuela la buena nueva. Yo, tras seis años y medio siendo la princesa de la casa, aturdida por no saber dónde estaba mi madre, me senté en el borde de la cama y solté la frase lapidaria que me recordarían por el resto de los restos: "A ver si se muere".

Pasaban los días y todos seguían con la fiesta, y yo en mis trece. Con un cabreo de padre y muy señor mío. Dispuesta a ponerle las cosas difíciles al intruso me mantuve peleada con el mundo. Si ése se había pensado que yo iba a permitirle usurpar lo que era legítimamente mío iba fresco.

Una tarde mi tío nos llevó al hospital donde estaba mi madre con el advenedizo. Era el hospital Santa Cristina, lugar donde han visto la luz no pocos madrileños. Obviamente no dejaban pasar a los niños y nos quedamos en la sala de espera.

Mi augusta, mujer de recursos donde las haya y poco proclive a cumplir las normas, no estaba dispuesta a que nos quedásemos sin conocer al bebón, de modo que tomó al infante y lo envolvió en una toalla, y, portándolo como si fuera un hatillo de ropa sucia, bajó a la sala donde esperábamos nosotros. Yo seguía manteniendo el tipo...

Mi madre llegó hasta nosotros y abrió la toalla. Entonces sucedió.

Fue el primer flechazo de mi vida. La cosita más bonita que había visto jamás dormía plácidamente y yo no tuve más remedio que enamorarme hasta las trancas de aquel muñeco. No he vuelto a sentir nada igual hasta veintitrés años más tarde.

¡Cómo disfruté de mi muñeco viviente! Jugaba con él, lo achuchaba, le cambiaba el nombre...

Ahora ha cambiado bastante, es un mileurista con barba y más de metro ochenta. Es un cascarrabias con bastante mala leche. Es un príncipe destronado enamorado de su destronador. Pero a veces, si le pilla bien el día, viene y te hace el mocho y por un instante vuelve a ser aquel bebé con cara de garbanzo...

Pues eso, felicidades Prognato, y gracias por no hacerme caso y no morirte.


Atentamente, su Joromón