domingo, 20 de diciembre de 2009

Golfita

La primera vez que te vi estabas dentro de una caja. Yo levanté la tapa y me asaltaron tus grandes y preciosos ojos tristes, esos mismos ojos que últimamente estaban velados por las cataratas. Me cautivaste enseguida. Siempre supe que eras especial.
Los primeros días en casa te dejamos dentro de la caja, de la que sólo salías para soltar un charquito de pis. Al poco te aventuraste a recorrer la casa, pegadita a la pared, pero cuando llegabas al final no sabías cómo regresar, llorabas y había que ir a buscarte. Eras preciosa, con tus grandes orejas que había que limpiarte después de comer porque las metías en el plato. Te fuiste haciendo mayor y las orejitas se te quedaron algo más cortas y se te fue afilando el hocico, pero nunca perdiste esa mirada tierna e inocente.
Eras muy buena, cariñosa y especial. No concebías la maldad, para ti todo el mundo era un amigo, incluso los que te miraban con asco. Nunca mordiste, ni rompiste nada, lo único que se te podía reprochar era el ser un poco ladrona, pero siempre con mucho arte, eso sí. Ahora, a pesar de mi tristeza, me río recordando algunas de tus más famosas fechorías, cuando te comiste la masa de las croquetas y estuviste durante meses escondiéndote cada vez que oías la palabra, cuando mamá dejó una pizza preparada para meterla en el horno y tú te comiste toda la cobertura dejando la triste y cruda masa, cuando le sustrajiste los dos filetes del plato a papá dejando sólo la guarnición y él se enfadó con mamá por la cena tan raquítica que le había preparado... Pero lo mejor, tu momento estrella, cuando te comiste el chorizo que aquella invitada francesa que tuvimos había comprado para llevarle a su familia.
Siempre he pensado que tú eras conocedora del misterio de la vida, que tú poseías la inteligencia suprema, que no era otra cosa que tu bondad revolucionaria, tu amor incondicional. Siempre he sabido que la felicidad eran tus abrazos, poner la cabeza en tu pecho y sentir tu cuerpecillo caliente y tu respiración tranquila.
El otro día tuve que tomar la decisión de dormirte para siempre. No me parecía justo tener ese poder, ¿quién era yo, al fin y al cabo, para decidir sobre tu vida? Pero estabas destrozada, sólo te quedaba sufrimiento, y te lo quise evitar. Antes te besé y te di las gracias, porque lo único que puedo sentir por ti es gratitud. Por habérmelo dado todo sin pedir nada, por darte cuenta siempre de cuando yo estaba mal y venir a consolarme, por regalarme trece años de lealtad y cariño.
Yo te recordaré siempre encaramada en el sillón que estaba en la terraza, con las patitas apoyadas en la barandilla y mirando al horizonte, y yo, que hubiera dado cualquier cosa por saber en qué pensabas en ese momento.
Nunca te olvidaré.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Cosas deprimentes

Los parkings.
Los piercing en los labios de los adolescentes.
Los concursos de televisión.
Los programas tipo España directo, Madrid directo, Socuéllamos directo, españoles por el mundo, madrileños por el mundo, vallecanos en las rozas, tu puta madre dando vueltas en la noria, Callejeros, Montañeros, Subasteros.
El reaggeton.
Vivir con tus padres, vivir en pareja, vivir con amigos, vivir solo, vivir.
Las navidades.
Las monjas.
Las cartas del banco en el buzón.
Tener más correos en la carpeta Spam que en la Bandeja de entrada.
Los anuncios de Ferrero Rocher, Mon Chery y Kinder en todas sus variedades.
Los centros comerciales.
La gente positiva.
Los chalets adosados.
Las urbanizaciones.
Mercadona.
Llevar al niño al parque.
El canal 7.
Las revistas "femeninas".
La canción esa del año la tana que repiten cada Navidad, esa que dice eso de "I wanna wish you a merry christmas, feliz navidad, feliz navidad, próspero año y felicidad".
Mi madre, joder, mi madre deprime mucho.
Los pitufos.
La arquitectura social.
Yo.

jueves, 10 de diciembre de 2009

El encanto de lo cutre

Sumergirse en la cutrez es uno de esos placeres que uno no se imagina hasta que lo prueba. Eso sí, hay que hacerlo bien, saltar sin miedo ni vergüenza. Hasta las últimas consecuencias. Es como ser comentarista del corazón: uno no puede ir con remilgos.

Yo soy una gran entusiasta de lo cutre, lo cual no quiere decir que no me guste a veces parecer una princesa. Pero, quede claro, una princesa cutre. Hay personas que siempre tienen un aspecto impoluto (o exhausto como dijo ese gran intelectual llamado Fonsi Nieto). Mi hermano mayor, por ejemplo, siempre está listo para aparecer en la portada de InStile. Son personas cuya ropa de andar por casa es lo que yo me pondría para ir a una boda.


Pero así hay que nacer, no se puede fingir. De hecho, no se debe fingir. Porque eso sí que es cutre, y no de lo cutre que mola. Aunque yo no desearía ser así. Esas personas se pierden uno de lo mayores placeres de la vida, como ya he dicho, sumergirse en la cutrez.

La cutrez es bajar a la calle despeinada y en pijama, con un abrigo por encima a comprar el pan. La cutrez es dormir con una camiseta vieja, rota y manchada de tinte y unos calcetines gordos desparejados. La cutrez es poner la mesa con cinco platos distintos, cinco vasos distintos y usar el rollo de papel higiénico como servilleta. La cutrez es ir a comprar al Lidel (oh, placer de dioses, se me cae la baba de pensarlo) y revolver las ofertas sin ningún pudor junto con un obrero de la construcción rumano, una ecuatoriana que lleva a los niños revoloteando, un par de subsaharianos y un matrimonio de jubilados. Qué bien se siente uno fundiéndose en ese ambiente, con un chándal raído y sin peinar, sin tener que preocuparse de lo que van a pensar los demás porque los demás están en la misma. La cutrez es estar tirado en casa, con una bata boatiné viendo el diario de Patricia y comiendo algo muy poco sano y que engorde mucho. La cutrez es comprarse el perfume en los chinos y regocijarse al pensar que hueles igual que el que se ha gastado cincuenta euros más en él.

Para ser un buen cutre es importante tener una prenda fetiche. Es esa prenda que al ponértela te sientes en el paraíso. Durante años yo tuve "el trapo verde". Era una camiseta playera sin mangas, larga hasta las rodillas y muy holgada. Creo recordar que era de algodón, aunque con lo raída que estaba cualquiera sabe. En tiempos tuvo un dibujo de un ancla o algo así, pero estaba descolorida y con manchas de tinte de pelo, lejía y otras sustancias sin determinar. Nunca he sabido de dónde salió pero en el momento que la vi la amé incondicionalmente. En cuanto empezaba a hacer calor, yo me la ponía y ya no me la quitaba, a pesar de las súplicas y amenazas de mi madre, hasta el invierno. Incluso me la llevé un verano a Moscú y llegué a ir a desayunar al comedor común con el trapo verde por toda vestimenta. Fue un hecho muy mentado en mi facultad...
Mi madre me la tiró a la basura traicioneramente aprovechando que yo estaba de viaje. Aún no me he repuesto del golpe.
Sin embargo hay ciertas cosas que deben quedar claras en esto de la cutrez. Las enumero:
1. Cutre no significa sucio. Se baja al Lidel despeinada, sí, pero con el pelo limpio. La hija de la lunaaaa (que sería a la cutrez lo que el maestro Yoda a la Fuerza) jamás, y digo bien JAMÁS, saldría de su casa sin duchar, a no ser que la sorprendiera un incendio en plena noche, y aun en ese caso tengo mis dudas. No vaya a acabar uno como nuestra nunca suficientemente ponderada Meretriz (ay mermadita mía, qué haría yo sin ti): llevando un bolso de dos mil euros y con tal cantidad de mierda en el pelo que se podía hasta adivinar de qué lado había dormido.
2. No confundir cutrez con miseria moral. Irse de cañas en zapatillas de andar por casa y quedarte hablando con el más borracho del bar es cutrez. Esperar en la puerta de la sala de reuniones para coger las sobras manoseadas del catering y llevárselas de cena a tu hijo es miseria moral. Sí queridos lectores, lo habéis adivinado, esto también es una práctica habitual de Alcahueta y Meretriz, estas chicas, que lo tienen todo...
3. Lo cutre no quita lo espléndido. Recordad esta máxima: el que siempre te clava el café en la oficina es el que lleva el coche y los trajes más caros. Este tío es, sencillamente, de vergüenza ajena.
Y ahora os dejo, que me cierran el mercao.


sábado, 21 de noviembre de 2009

Tengo miedo


Cuando era pequeña la vida era más fácil. Tenía miedo a la oscuridad y a las pelis de miedo, que para eso estaban. Un día crecí, fue exactamente el 12 de octubre de 2005, y dejé de tener miedo a esas cosas. Ahora tener miedo es más complicado.
Tengo miedo a los centros comerciales, tengo miedo a la gran oferta que me agrede desde los escaparates. Tengo miedo al aborregamiento imperante.
Tengo miedo a las demás mujeres. Tengo miedo a los hombres. Tengo miedo a los gatos.
Tengo miedo a las luces de Navidad. Tengo miedo a Isabel Preysler. Tengo miedo a los tertulianos de Antena 3.
Tengo miedo a tener deseos. Tengo miedo a no volver a tener deseos. Tengo miedo a vivir. Tengo miedo a no vivir lo suficiente.
Tengo miedo a encontrar trabajo. Tengo miedo a no volver a encontrar trabajo. Tengo miedo a escribir. Tengo miedo a tener un orgasmo.
Tengo miedo a los bolsos de Louis Vouton y a las secretarias analfabetas que emplean su salario de dos meses en comprarse uno. Tengo miedo de que exista gente así.
Tengo miedo a enamorarme. Tengo miedo a no volver a enamorarme.
Tengo miedo a que los hombres me engañen. Tengo miedo a que las personas me mientan. Tengo miedo a disgustarle a alguna gente y a gustarle a otra.
Tengo mucho mucho miedo a Esperanza Aguirre.
Tengo miedo a Ronald McDonald.
Tengo miedo a mi inconformismo. Tengo miedo a mi resignación.
Tengo miedo a tener miedo.
Pero sobre todo tengo miedo a que llegue el día en que deje de tener miedo.

martes, 10 de noviembre de 2009

Esas pequeñas cosas



Me gusta ver cómo los farmacéuticos recortan el cartoncito para la receta. Hay distintos métodos, unos lo hacen con tijera y otros con cúter, pero siempre suena igual. Es un sonido maravilloso el del cartoncito separándose de la caja, es un sonido inmutable, ha sido así desde que recuerdo y siempre me hace sentir cómoda y segura, como en casa.
Me gusta sentir cómo la nieve virgen cruje bajo las botas, cómo se apelmaza y ver la blanca explanada frente a mí.
Me gusta el sonido que hacen los perros al beber y los bebés con chupete.
Me gusta ese momento en el que el cuerpo está ya dormido pero la mente aún no.
Me gusta fregar los platos y planchar viendo una serie de televisión.
Me gusta ver aparcar a Sirioguita, siguiendo siempre el mismo protocolo, su forma de mirar a un lado y a otro mientras gira el volante y, lo mejor, el tirón final del freno de mano. También me gusta verle vestirse, con tanta meticulosidad, calzoncillos, pantalones, camisa, cinturón... y ajustarse la corbata frente al espejo mientras yo lo miro sentada en su sillón-mecedora y me balanceo con la punta del pie.
Me gusta escribir a mano, en mi cuaderno. Me gusta notar cómo se desliza la punta del bolígrafo por el papel.
Me gusta la voz de mi hijo cuando me pregunta "¿a que sí, mami?" y "¿a que no, mami?"
Me gusta el tacto de la carne de mi hermano mayor y el olor del pelo de mi hermano menor, y me gusta dormir en una cama en la que hayan dormido ellos y sentir cómo las toneladas de sueño que han dejado allí me envuelven.
Me gusta estar con la hija de la luuuunaaaa sin hablar y saber que no tenemos que decir nada.
Me gusta oír a mis padres conversar sobre política sin que ellos sepan que los estoy oyendo.
Me gusta la expresión "cuarto y mitad" y cómo la dicen las señoras gordas en la carnicería.
Me gusta pasear oyendo música y observar la cara de la gente.
Me gusta saber que todo lo mejor está por llegar.


lunes, 2 de noviembre de 2009

Jo qué noche...



No, no voy a hablar de esa genial película, película de culto que me hace sentir tan vieja. Con el título digo lo mínimo que puedo decir de la maravillosa noche de Hallowen que pasó la que suscribe. Ríase usted del miedo, amigo mío.
Fui invitada a una fiesta en casa de alguien a quien no conocía personalmente, aunque habíamos intercambiado correos y bloguísticos comentarios de diversa índole.
Como me dijo que podía llevar a quien quisiera, allá que me fui, con más miedo que vergüenza y acompañada de la hija de la luuuunaaaa, vestidas como putones desorejados (aunque oficialmente íbamos de ángel y demonio, que conste).
No negaré que por el camino me asaltaron ciertas dudas, incluso llegué a pensar que cuando llegásemos a la casa podíamos encontrarnos cualquier cosa, desde unos encapuchados dispuestos a sodomizarnos a una reunión de los testigos de jehová, elija usted lo que más le acojone...
La persona en cuestión me sorprendió, me esperaba a alguien con más mala leche, pero era dulce y juguetona. Se le notaba la felicidad, esa felicidad tranquila que no se puede esconder.
En la fiesta constaté que los de mi generación somos los más mejores, las personas más simpáticas e interesantes de la velada eran mis coetáneos.
Pero no voy a hablar de la parte positiva, porque si lo hiciera no sería yo, ni escribiría un blog y porque la parte positiva es un coñazo, vamos a ser sinceros...
Durante la noche perdí la cuenta de las veces que me pregunté a mí misma si a los veintipocos (es decir, hace un par de años) sería yo una persona tan insoportable como los jovenzuelos que por allí pululaban, con un par de honrosas excepciones, eso sí.
Había uno en concreto que cada vez que hablaba subía el pan. Pero como es de bien nacido ser agradecido, yo le agradezco infinitamente todas las veces que me hizo descojonarme en mi interior. Tontunas he oído muchas, se lo puedo asegurar, pero aquella noche me las vi con auténticos profesionales. Estos post-adolescentes nihilistas que ya lo han vivido y lo saben todo me hacen llegar siempre a la misma conclusión: qué malo es el perico, joder, sobre todo para los que luego les tenemos que aguantar la zarpa a los enzarpídem (mola el palabro, ¿eh?)
Como dijo alguien en la fiesta, con gran genialidad "Joder, esto parece Twin Peaks", a lo que un manco con más luces de bohemia que don Ramón María le apuntilló "Sí, pero en la tercera temporada".
Claro que aprendí grandes cosas, como por ejemplo que debo tirarme a una lesbiana (pero no bisexual, lesbiana) por lo menos una vez en mi vida. Además, asistí al recital que nos dio un impúber que llegó acompañado de un hombre pegado a un porro y una niña pequeña.
Vino, creó y se fue.
Y yo acabé la noche con los leggins de ELLA, sentada en su cama y agustísimo.
Si uno que yo me sé nos hubiera visto por un agujerito...



jueves, 29 de octubre de 2009

Acto de contrición


Una de las cosas que soy, muy a pesar, es católica. Aunque no comulgue con ellos, aunque sea atea. Soy católica. No creo en Dios, pero no puedo evitar santiguarme cuando entro en una iglesia, ni hacer la genuflexión si paso por delante del altar, ni decir el consabido "si Dios quiere" cuando formulo un plan de futuro. Somos lo que somos, aunque nos disguste. Soy española, aunque muchas de las cosas de España me repelan. Soy totalmente antitaurina, por ejemplo, pero no puedo evitar que mi fraseología personal esté plagada de tauromaquia.
Como católica atea que soy conozco de memoria las oraciones, los ritos, los protocolos. Sé cuáles son los pecados, cuándo se debe confesar, comulgar y comer pescado en vez de carne. Sé que cuando va uno a confesarse hay que decir "Ave María Purísima" y el sacerdote te contesta "sin pecado concebida". No acepto la autoridad ni de curas ni de monjas y, sin embargo, no puedo evitar llamar "padre" a unos y "hermana" a las otras.
Han sido muchos años. Más que eso. Han sido los años de mi formación. Y eso deja una huella indeleble. Es mi cultura. Soy yo.
Me gusta mucho Cristo, y me gustan los Evangelios, y me gustan sus enseñanzas. Pero de eso ya hablaré otro día...



Hoy quiero hablar de una de las dinámicas que más me gustan de la religión católica, una de las dinámicas que deberíamos aplicar a la vida común, por muy atea que sea esa vida. Me refiero al acto de contrición. ¿Lo conocéis? ¿Lo recordáis? Os refresco la memoria:

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.

(Golpeándose el pecho)

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
De aquí viene esa famosa expresión de "darse golpes en el pecho" que usamos para referirnos a personas falsas. Y es que el arrepentimiento, al igual que el perdón, es un acto involuntario, íntimo, que no se controla. Podemos decir que nos arrepentimos, pedir disculpas públicas y darnos grandes golpes en el pecho pero eso no significa que nos arrepintamos de verdad. Podemos decir "te perdono", "no pasa nada" y seguir sintiendo rencor en nuestro interior.
Ambos sentimientos, perdón y arrepentimiento, llegan por sorpresa, sin esperarlos. Un buen día uno se dice a sí mismo "fue mi culpa", y eso, la simple aceptación del error, es una liberación tan grande que ya todo se ve de otra manera.
Hay dos formas de encarar las dificultades: la pasiva y la activa. Yo antes era pasiva, la desgraciada víctima del destino cruel. Ahora he comprendido que la única forma de caminar hacia un lugar mejor es reconocer la propia culpa.
Que cada uno cargue con sus culpas, que cada uno enmiende sus errores y se responsabilice de sus actos. Yo ya no pienso en lo que los demás me hicieron a mí. Es más productivo pensar en lo que yo hice, pues sólo sobre eso tengo control para corregirlo. No se trata de asumir que uno tiene la culpa de todo, ya que no es así, sino de centrarse en aquellas cosas que fallaron por mi causa, para no volver a fallar.
Es increíblemente liberador asumir las propias culpas, uno no lo sabe hasta que lo hace. Incluso cuando son otras personas las que te dañan a ti, te sientes mejor. Cuando sabes admitir tus propias culpas automáticamente sabes cómo no sentirte mal por el dolor que te causan los demás. El pensamiento salta solo "Yo soy responsable de lo mío, que él realice su propio acto de contrición cuando esté preparado para ello, y si no lo está nunca peor para él, pues será siempre esclavo de su estúpido victimismo, un títere de su cruel destino"
Es más, me he fijado en que las personas que más daño hacen a los demás (ya sea de pensamiento, palabra, obra u omisión) son las que más se lamentan de lo injusta que es la vida con ellas. Esos que te dicen cosas como "yo de bueno soy tonto" o "cuando quieres a alguien te hace daño", sólo están buscando justificaciones para perseverar en su conducta errónea y eludir su responsabilidad.
A pesar de los golpazos que me he llevado y me llevo yo no me apeo del burro, quiero seguir amando, confiando, dando lo mejor de mí.
Creo que la cosa debería ser así: Haz las cosas bien, si no las haces asume tus culpas y si no las hacen contigo no juzgues ni reproches...
Que cada uno se golpee su propio pecho.





jueves, 22 de octubre de 2009

Siempre la misma, tío Pajarito



No sé por qué últimamente me ha dado por recordar los dichos materno-abuelísticos. El post anterior fue "Cinco de todo revuelto" y en éste me gustaría explicar la preciosa expresión, muy recurrente en la boca de mi abuela, "Siempre la misma, tío Pajarito".
Mi abuela la usaba mucho, como ya he dicho, y es que es una expresión que cabe en cualquier parte. Una versión popular del eterno retorno y el tiempo circular, aunque más bien diría yo del tiempo en espiral, pero para explicarme necesito contar la anécdota entera.
Mi abuela siempre contaba que a su pueblo, Aranjuez, iba un músico (por llamarlo de alguna manera), el tío Pajarito, que siempre tocaba la misma canción, mayormente porque no se sabía otra. Cuando los lugareños le recriminaban "Siempre la misma, tío Pajarito", él se defendía "Esta vez un poquito más cargada de bombo".
Ahí lo tienen: el tiempo es una espiral. Ya lo sabían las humildes gentes de principios del siglo XX, y, por supuesto, ya lo sabía el tío Pajarito. Las cosas son básicamente iguales, sólo que a veces van un poquito más cargadas de bombo.
Nunca he sabido si esta anécdota era real o era un chascarrillo inventado por mi abuela, pero el caso es que si un extraterrestre preguntara en qué consiste la vida humana, muy bien podría explicársele con esta historia.
Los humanos nos hemos empeñado en ver el tiempo como una línea recta, cuando es evidente que no es así. Los perros saben bien que el tiempo es una espiral, por eso aman las rutinas y se ponen nerviosos si se las cambian. Son fieles a sus amigos y les divierten siempre las mismas bromas. El humano, por el contrario, odia la rutina, es un adicto a la novedad... y así le luce el pelo.
Pero claro, no se le puede pedir al humano que tenga la clarividencia perruna, siendo como es público y notorio que el perro es, con mucho, superior al hombre. Y el que no esté de acuerdo no tiene más que ver quién vive de quién.
El caso es que todo vuelve, aunque no vuelve exactamente al mismo punto.
Pero vamos, no sé para qué doy tantas vueltas, si esto ya lo explicó claro como la luz del día una maravillosa mujer a la que yo idolatro y cuya palabra, para mí, es ley.
No estoy hablando de mi abuela, aunque muy bien podría haberlo sido, puesto que es la abuela simbólica (o debería serlo) de todo aquél que tenga dos dedos de frente. No es otra, por supuesto, que la magistral Blasa.


sábado, 10 de octubre de 2009

Cinco de todo revuelto



Eso es lo que nos decía mi madre cuando le preguntábamos ¿Qué hay de comer?, y lo que ella pretendía darnos no era un plato único, como estofado o lentejas, sino cosas que le habían ido sobrando y que aprovechaba para endosarnos de una vez. Así nos presentaba ante los ojos y los dientes un plato con cosas como un huevo frito, una salchicha, tres pimientos, dos croquetas y medio filete. Un día le pregunté a mi queridísima por el origen de aquella expresión y me dijo que era lo que le pedían al de la tienda de chuches cuando eran pequeños y no se querían decidir por un único caramelo, cinco céntimos de todo revuelto. Entonces, cómo no, me vino la reflexión.
Cuántas veces en la vida optamos por eso, por cinco de todo revuelto en lugar de concentrarnos en un único objetivo. Tengo la impresión de que las personas que triunfan en la vida (según la concepción moderna de triunfar, claro, que para mí triunfar es otra cosa) son las que se ponen las orejeras de burro y no ven más que lo que quieren ver. Esas personas nunca piden cinco de todo revuelto en la tienda de chuches.
Hoy, para celebrar la reinauguración de mi blog, quiero escribir un cinco de todo revuelto. Un post sin tema y con todos los temas.
En mi última entrada os pedí que me sugirierais palabras, si he de ser sincera ninguna me inspiró. Pero voy a usarlas todas.

Bebé: el olor más maravilloso del mundo es el que desprende la coronilla de un bebé, tener un bebé en brazos es una sensación orgásmica. En un bebé todo es energía potencial. Por eso los adoro.

Albahaca: yo nunca digo albahaca, aunque como palabra árabe que es me encanta, siempre digo basilico, en italiano. Vaya usted a saber por qué. Hoy he soñado que viajaba a Venecia para reconquistar al mio marito, eso nunca sucederá. Fui imbécil y eso ya no tiene solución.

Churro: no me gustan los churros, perdone usted, yo soy de porras. Se puede saber mucho de una persona a través de estos detalles supuestamente inocuos. A mí la gente que prefiere los churros me da como grimilla.

Sardónico: cuando oigo esta palabra no puedo evitar asociarla a la risa. Una risa sardónica, qué habría sido de la mala literatura sin esta combinación léxica.

Durazno: lo siento pero para mí no existen los duraznos, existen los melocotones. Y ni siquiera. Cuando Prognato era Prognatito aprendió a decir melón, y cuando intentamos enseñarle a decir melocotón él dijo melón toncón. Desde entonces en mi casa no se comen melocotones sino melontoncones.

Leitmotiv: esta palabra no encaja en este post, por lógica pura. Quien tenga un leitmotiv nunca podrá entender el concepto del cinco de todo revuelto.

Resiliencia: esto es lo que un gitano diría "a las penas, puñalás"

Estólido: Aznar.

Clamar: lo siento, cuando oigo esta palabra sólo puedo recordar aquella poesía que recitaba un argentino mientras hacía una performance (¿o es un performance?) "Dios las puso en el fin de la Tierra, son las islas Malvinas que claman venganza y al pueblo argentino"

Ferocidad: esta palabra me parece entrañable, siempre me hace recordar a la Golfita de cachorra intentando matar a aquel peluche.

Joder.... qué mierda: es aplicable a taaaaaaaantas cosas.....

Mastur-Bar: hay que masturbarse más, pero no el cerebro, ¿vale?

Mausoleo: Yo estaba nerviosa, emocionada, mientras la fila avanzaba, la luz era tenue como corresponde a tan solemne lugar. De repente, antes de lo esperado, apareció ante mí. Parecía que estaba dormido. Era él. Se me escapó una lágrima. Menos mal que estás muerto, pensé, y no puedes ver lo que han hecho con tus ideas. Podría tratarse de Cristo, pero era Lenin.

He vuelto, y con ganas renovadas. Gracias por leerme, gracias por esperarme.


martes, 15 de septiembre de 2009

Ay mi Patrick de mi alma


Pobre Patrick, joder. Con lo que yo me metí contigo por horterilla... Porque hortera lo eras, a ver si ahora porque hayas muerto no le vamos a llamar al pan pan...

Pero se ve que hay que perder las cosas para descubrir cuánto nos importan, porque hoy estoy desolada.

Patrick, nos has dejado un poco huérfanos hoy a los de la generación maldita (ya sabes, los hijos de la transición) que hemos crecido con tus películas.

Hoy he recordado aquél día, debíamos estar en séptimo, que fuimos cuatro o cinco a casa de Bibiana y vimos Dirty Dancing por enésima vez y lloramos por enésima vez con la escena del baile final.

Luego llegó Ghost y todos descubrimos cuan interesante podía ser la alfarería y que hay que portarse bien o vendrán los de las sombras...

En Le llaman Bodhi casi no nos fijamos en ti, no nos lo tomes en cuenta, estabas al lado de San Keanu y eso era mucha competencia, querido. Porque tú, sex symbol lo que se dice sex symbol, no lo fuiste nunca. Tú fuiste más bien el amigo majo del buenorro del grupo, el chico de fiar, el que parece un chulillo pero, a la hora de la verdad, es de ley.

Patrick, yo nunca me creí lo de Ghost, ya lo sabes. Yo creo que al cerrar el ojo se acabó. Pero contigo voy a hacer una excepción, a ti te voy a imaginar marchándote hacia la luz.

Que te vaya bien, casi guapo.


martes, 8 de septiembre de 2009

Mariconadas las justas



Estoy viendo por enésima vez todos los capítulos de CSI Las Vegas. He adquirido tal conocimiento de la ciencia forense que estoy preparada para matar y descuartizar a meretriz sin dejar pistas (ups, se suponía que no debía revelar mis intenciones).
Pero no es por esto por lo que me entusiasma el CSI. Tampoco, como pensará más de una mente sucia, por el negrazo que sale, aunque he de reconocer (y eso que yo no he sido nunca muy entusiasta de los negros, excepción hecha de mi amado negroide) que está hasta para plancharle las camisas. Ya lo dijo ese sabio llamado Antuán DJ: "Si yo fuese ese negro no me iba a aguantar ni dios".
Pero no queridos míos, mi verdadera motivación, y los que me leen lo saben, es Grissom. Yo amo a este hombre con todas las fuerzas de mi corazón. Y que quede clarito, no amo a William Petersen sino a Gil Grissom (el que quiera advertirme de que Grissom no existe en realidad se puede ir a tomar por culo, sin acritud). Yo amo a Grissom y siempre lo amaré, y punto.
Podría llenar posts y posts con las genialidades de este hombre, así que resumiré su sabiduría en algo básico "Yo creo en las pruebas". Así es, también lo dijo Cristo "Por sus obras los conoceréis". La peña que diga misa, pero al final somos nuestras acciones y alguien te puede decir que te quiere muchísimo, pero si te trata mal vete planteando que, a lo mejor, no te quiere tanto.
Hoy estoy refranera y ahí va otro "Cuánto te quiero perrito, pero pan poquito".
Se ve que he estado mucho tiempo amnésica, porque se me habían olvidado muchas cosas...
Cosas como que soy una tía cojonuda, que los charlatanes son charlatanes por mucho que reciten a Neruda y que los que ya no quieren a su cónyuge se divorcian. Cosas como que obras son amores y que la gente sin cojones es más dañina que la gente mala. Y cosas como que los príncipes de ojos verdes que lloran escuchando boleros son un coñazo y molan mucho más los caballeros de hercúleos pectorales.
Y también se me había olvidado que yo soy divertida, joder, que por algo soy el alter ego femenino de don Prognato. Y yo escribía cosas graciosas y yo acuñé la frase "Si la vida te da una hostia escribe un post". Y de un tiempo a esta parte me había convertido en un puto coñazo, una plañidera despechada. Pues, como dijo María Jiménez, se acabó (el que quiera puede dar una patada en el suelo).
Ah, y una cosa más, esta princesita no besa más sapos...
Me voy de marcha con el cuerpo de alabarderos.


lunes, 7 de septiembre de 2009

Cojones



Recientemente me han dicho algo que se me había olvidado. Y me lo ha dicho la última persona que hubiera imaginado, por eso sé que es verdad.
Hoy me han dicho que tengo un par de cojones y que la verdad, tarde o temprano, siempre sale a relucir. Es verdad, siempre lo ha sido, pero yo lo había olvidado.
Claro que tengo un par de cojones, son congénitos. Tengo los cojones de mi abuela materna y sus hermanas y tengo los cojones de mi abuela paterna y su hija. Y tengo los cojones de mi madre, que tiene más cojones que todas las demás juntas.
Casi se me olvida. Casi me lo hacen olvidar los últimos acontecimientos de mi vida.
Los cojones grandes, igual que los escrúpulos, son una carga muy pesada. No hacen la vida más fácil, sino todo lo contrario.
Muchas veces he intentado ponerme un suspensorio, atarme los cojones, intentar encogérmelos. Pero no hay nada que hacer. Los cojones se desbordan, rebosan, no se pueden controlar.
Llevaré mis cojones con resignación, ya que me han tocado en la lotería genética con ellos tendré que cargar.
Además, la verdad siempre sale a relucir tarde o temprano. Y la verdad es la verdad, aunque ya no quede nadie para verla... qué cojones.


sábado, 5 de septiembre de 2009

Hombres yo-yó

"Soy un hombre yo-yó, sólo pienso en mí-mí. Además, subo y bajo, pero nunca me mareo, te mareo a ti.
Mi-mi mamá me-me dijo que era el más bonito, y yo me lo creí. Cuánto más me das, más me merezco. ¿Cómo? ¿Que tú también te mereces? Ah, pero ¿estás ahí? No te había visto, es que mirarme el ombligo es tan fascinante...
Estoy arriba, eres la mujer de mi vida. Estoy abajo, vete al carajo. ¿Cómo? ¿Por qué sigues respirando si yo no te quiero? ¿Qué haces con ese que no soy yo? Subo otra vez, quiéreme, mírame, ¿qué haces? ¿para qué me miras? Me agobias, déjame vivir mi vida...
Tienes mucho trabajo, te han despedido, te duelen las muelas, se ha muerto tu abuela... pero yo me voy al gimnasio, no voy a dejar mis cosas por ti.
Tienes las contracciones del parto pero yo estoy harto, no sé si te quiero a ti o quiero a aquélla, es que ahora tú me quieres y ella no, y eso no lo puede consentir un hombre yo-yó. Ahora sí, ahora no, soy un hombre yo-yó"



Querido hombre yo-yó. Te voy a decir un secreto, mi mamá también me dice que soy la más bonita, y a ése se lo dice su mamá, y a aquél la suya... Es lo que hacen las mamás. Cuando tú comes no engordo yo, hombre yo-yó. Si tienes dudas vete al Tíbet a encontrarte a ti mismo y déjame a mi sola con mi mecanismo.
Y ahora atiende un momentito, que mi amigo Marcial (Ruiz Escribano, para serviros) te va a dar un recadito:



miércoles, 2 de septiembre de 2009

Al ladrón

Me voy ahora mismo a comisaría a poner una denuncia. No me había dado cuenta pero me están robando. Me están robando los años, poco a poco, de forma muy sutil, pero yo tenía mucha vida y cada vez tengo menos. ¿Dónde está la que me falta? ¿Quién se la ha llevado?
Qué detengan ahora mismo a ese ladrón que actúa impunemente y con alevosía, dejándonos sin sueños ni esperanzas. Ya que está que se lleve también los recuerdos, que se lleve la nostalgia. Que se lleve el nudo de angustia y la desesperación...
Al ladrón, que lo lleven preso, que me diga qué ha hecho con todos estos años, con todas estas ilusiones, con la ingenuidad.
Al ladrón, no hay derecho a apropiarse así de lo ajeno, del corazón, de las ganas de vivir, de los proyectos, del futuro.
Parece que fue ayer, yo todavía creía en los príncipes de ojos verdes, que los polis eran los buenos, que había una oportunidad...
Al ladrón, decidle que venga y que se lleve también las palabras de amor de los charlatanes baratos que recitan poemas de Neruda y te llevan a ver puestas de sol, que se lleve las lágrimas de cocodrilo de los chicos sensibles, que se me lleve a mí, de una vez por todas.
Al ladrón...

martes, 18 de agosto de 2009

Sueños

Soñé que debía correr pero las piernas no me respondían.
Soñé que entraba en el metro y habían cambiado todas las estaciones de sitio.
Soñé que llegaba tarde a trabajar.
Soñé que necesitaba llamar a alguien y el móvil no funcionaba.
Soñé que tenía que hacer el equipaje y no conseguía guardarlo todo.
Soñé que estaba de vuelta en la universidad, tenía exámenes y había faltado a clase los dos últimos meses.


Soñé que mi hijo se me moría.
Soñé que un perro rabioso me atacaba.
Soñé que mi novio me ponía los cuernos.
Soñé que se los ponía yo a él.


Soñé que me maquillaba de forma exagerada.
Soñé que alguien fumaba delante de mí.
Soñé con bichos.
Soñé que quería decir muchas cosas y la voz no me salía.
Soñé que conducía en dirección contraria.

Soñé que participaba en orgías.
Soñé con casas con innumerables puertas que conducían a innumerables estancias.
Soñé que era lesbiana.
Soñé con cuartos de baño.
Soñé con supermercados llenos de comida.

Soñé que volaba.
Soñé que cogía un tren.
Soñé que cogía un avión.
Soñé que me bañaba en el mar.

Soñé que me moría...

El psicoanalista me dijo que los primeros sueños reflejan ansiedad, los segundos miedo al fracaso sentimental, los terceros falsas amistades e impotencia para gobernar mi vida, los cuartos frustración sexual, los quintos deseos de escapar y el último la necesidad de renacer.

Así que antes pensaba que podría tratarse de malos presagios, pero ya he descubierto que soy ansiosa, insegura, pusilánime, frígida y fóbica.

Me quedo más tranquila.

domingo, 16 de agosto de 2009

Ese momento



Que la vida es una puta mierda como un piano de cola lo sabemos todos desde bien tempranito (yo creo que más o menos desde ese día en que nos enteramos de lo de SSMM de Oriente) lo que pasa es que la mayor parte del tiempo se nos olvida. Si no, no podríamos vivir.
Cada uno se las apaña como puede para olvidar esta gran verdad: autoengaño, telenovelas, fútbol, sertralina, alcohol, tabaco y otras drogas... y, cómo no, el amor. La mayor falacia de todas.
Luego, en el momento menos pensado, la vida se nos muestra desnuda, en lo que es. Y nos llevamos el batacazo y recordamos, "Joder, que la vida era esto", y nos queremos morir.
Menos mal que estamos bien programados, para vivir a toda costa, y nuestro cerebro pronto vence las ganas de morirse con un nuevo autoengaño. Siempre es así. Siempre se vuelve uno a enamorar, eso dicen, eso he dicho yo siempre.
Lo que ahora me preocupa es si con esto del amor no pasará como con el cuento del pastor mentiroso y, a fuerza de decir que viene el lobo, llegue el momento en que ya no nos creamos nada más. Y que, por más que el cerebro lo intente, ya no pueda engañarnos. Si realmente existe ese momento, creo que el mío ya ha llegado.
Gracias a los que lo han hecho posible.
La última frase, lo digo por si hay tontos leyendo, iba con ironía.



jueves, 6 de agosto de 2009

Universos paralelos



Los que hemos crecido con la saga de Regreso al Futuro somos muy tendentes al onanismo mental con eso de los viajes en el tiempo y las paradojas que se sucederían de una cita con tu abuela adolescente. ¿Quién no ha deseado alguna vez poseer una máquina del tiempo? Para descubrir el futuro, para asistir personalmente a algún acontecimiento histórico, para desvelar misterios pretéritos... pero, sobre todo, para enmendar los errores del pasado.
Yo soy de las que cree que hay múltiples dimensiones (y esto no lo creo desde un punto de vista esotérico, sino científico) y que cada decisión que tomamos provoca una ramificación en la línea espacio- tiempo creando tantos universos paralelos como alternativas de elección existan para dicha decisión. Si Fulano Pérez decide tomarse el helado de chocolate en lugar del de fresa se crea automáticamente un Fulano Pérez paralelo que eligió el de fresa en vez del de chocolate, con todo lo que eso conlleve. Dos universos surgidos de decisiones tan nimias presentarán pocas diferencias entre sí, o al menos eso sería lo esperable, pero a veces se toman en la vida decisiones trascendentales, decisiones que se constituyen en puntos de inflexión. Si, con el tiempo, esa decisión resulta más o menos acertada, si somos más o menos felices es poco probable que pensemos en las otras alternativas que descartamos, pero si somos infelices vendrá la nostalgia, y, con ella, el deseo de tener una máquina del tiempo.
"Si yo hubiera..." la tercera condicional del idioma español, la hipótesis imposible. Se llama así porque, como su propio nombre indica, es una conjetura que jamás se podrá poner en práctica, y no se podrá poner en práctica, sencillamente, porque es algo que ya ha ocurrido. Y el pasado, a no ser que tenga uno el DeLorean de Doc, no se puede cambiar.
Igual que hace Martin McFly, que regresa para impedir que Doc sea asesinado, todos querríamos poder volver al momento en el que, desde nuestro punto de vista, tomamos la decisión equivocada. Craso error. Es imposible saber si la decisión fue equivocada. Y es imposible porque cuando decidimos nos quedamos sólo en uno de los universos y no podemos ver los demás, de modo que no sabemos cuál de ellos es el mejor.
Sin embargo, a veces hay fallos en el sistema. A veces se produce una fisura en la membrana que contiene nuestro universo y, aplicando a ella el ojo como un mirón, podemos atisbar lo que ocurre en el universo paralelo. A veces podemos ver, por un momento, como sería nuestra vida de haber tomado otra decisión.
No hace mucho he estado en Londres, por primera vez en mi vida. De la ciudad no diré nada que de eso ya se encargan las chopocientas mil guías que se han escrito sobre ella.
Lo que quiero contar es que allí, justo allí, en Mile End, yo encontré una fisura en la membrana del espacio-tiempo.
Durante la semana larga que permanecí allí, me dediqué oficialmente a ver museos y monumentos, pero en realidad no hice otra cosa que fisgonear en mi universo paralelo.
Ojalá no lo hubiera hecho...
Yo creía que sí, que tomé la decisión correcta, y, con la poca sensatez de que dispongo, aún lo pienso.
Pero entonces ¿por qué ahora daría cualquier cosa por tener una máquina del tiempo?


viernes, 31 de julio de 2009

Topicazos

Ante la desesperación que siento, en vez de darle la chapa a algún pobre amigo y escuchar de sus labios la sarta de topicazos que es lo único que se puede decir en estos momentos, me los digo yo misma y todos contentos.

Siempre que llueve escampa
Todo pasa
El tiempo pone a cada uno en su lugar
Mejor solo que mal acompañado
Si era que no, mejor cortarlo cuanto antes
Lo que sobra en la feria es corcho
Todos los tíos son iguales
No te merecía
Lo mejor está por llegar
Más pierde él
Todo pasa para bien
Eso es que va a venir alguien mejor
Cuando Dios cierra una puerta abre una ventana
Ya encontrarás al amor de tu vida
Si no valía nada...
Tú te mereces algo mejor
Te volverás a enamorar

Bueno, ya está. Sigo sintiéndome como una mierda pero por lo menos no he abrasado a nadie.

miércoles, 29 de julio de 2009

De oca en oca

Yo siempre he sido más de oca que de parchís. Tal vez porque me gustaban los dibujitos, o tal vez porque me parecía más realista. El juego de la Oca es una de las mejores alegorías de la vida humana que se me ocurren. Cada uno va solo, y la suerte tiene mucho que ver, casi todo en realidad. Hasta el final no se puede predecir quién ganará, porque las cosas cambian en el momento más inesperado.
Si pillas la racha buena y vas cayendo en las ocas es maravilloso, porque en un solo turno te recorres medio camino. Pero también hay casillas que, como caigas, vas listo. En concreto son tres las infames. La menos mala es la cárcel, si caes te quedas tres turnos sin tirar, eso te retrasa pero no es más que un lápsus. Luego está el laberinto, que está casi al final, si caes tienes que volver a empezar desde el principio y eso es una faena (me estoy quitando de los tacos por mi hijo). Claro que la más desesperante, sin duda, es el pozo. Si caes en el pozo no sales de ahí hasta que no caiga otro jugador que te releve. Lo más horrible de esta casilla siempre me ha parecido que tu salvación depende de la desgracia de otro. De modo que te vuelve mezquino, ya que empiezas a desear el mal ajeno en tu propio beneficio. La única ventaja del pozo sobre el laberinto es que, cuando consigues salir, continúas desde donde te has quedado, no tienes que volver a empezar. Y la ventaja del laberinto sobre el pozo es que vuelves a empezar inmediatamente, no tienes que esperar.
Como he dicho, la vida es como el juego de la Oca. A veces a uno le salen bien los dados y va saltando de oca en oca y avanzando sin problemas. Otras veces cae en la cárcel y se pasa una mala racha. Otras veces hay que volver a empezar. Y otras nos encontramos en situaciones cuya solución pasa por la desgracia de un tercero...
Lo que no existe en la Oca, pero sí en la vida, es una casilla especialmente cruel que podría llamarse algo así como "El pozo laberíntico". Una casilla en la que, si caes, debes esperar a que caiga otro para salir, y encima, cuando sales, tienes que empezar de nuevo.
Y en esa casilla he caído yo ahora... Tengo que volver a empezar, pero ni siquiera puedo hacerlo ahora mismo, primero tengo que esperar a que alguien me saque de este pozo.

martes, 14 de julio de 2009

Un cuento para mis niños

¿Recordáis esto? Pues es hora de aplicar mi propia filosofía, allá vamos...

Érase que se era un reino maravilloso y mágico (tan mágico que hasta los buses iban por el aire) donde gobernaba despóticamente la cruel Reina de Hielo. Este reino tenía todo lo que un reino que se precie debe tener: tenía un Papa, Su Santidad, grande y gordo como todo Papa, tenía obispos y cardenales, tenía preciosas damas, una dama rubia y esbelta, bellísima, con profundos ojos verdes, que jamás se vestía de Mínimo Duty, y otra hermosa dama venida de tierras mozárabes que era conocida por su sensatez y sabiduría. Tenía también un par de hadas, de carita pícara y risueña, el hada Katie y el hada Lole, que tenía unas graciosas pecas sobre su respingona nariz. Tenía un sacristán muy devoto que gustaba de comulgar con frecuencia y tenía muchos jóvenes y apuestos caballeros, uno que vigilaba el faro, otro que vivía en los valles, otro que era un experto curtidor, dos cavaglieres italianos y hasta un fidalgo portugués. También tenía un bufón, el bufón Felipe, que divertía siempre a todos con sus bromas y su buen humor. Pero, como ya he dicho, tenía de todo, y en ese todo estaban incluidas también dos malvadas brujas, Alcahueta y Meretriz. Alcahueta era una bruja culta e inteligente, con exquisitos modales y bien posicionada en el reino. No era ése el caso de Meretriz, la cual era medio analfabeta y de cortas entendederas pero con un gran dominio de las innobles artes de la lisonja y la calumnia. Contaba la leyenda que Meretriz había sido otrora una hermosa mujer hasta que una bruja rival la había convertido en sapo. Meretriz encontró a un príncipe dispuesto a besarla para revertir el encantamiento, pero dicho príncipe no había sabido hacerlo bien y, por consiguiente, al volver a su estado humano Meretriz había conservado los ojos de sapo y un extraño andar renqueante. Sin embargo Meretriz retenía la imagen mental de sí misma anterior al embrujo y se comportaba como si fuera una hermosa doncella en lugar de un ser semibatrácido, lo que provocaba la mofa y la chanza entre cuantos la escuchaban. Meretriz suspiraba por un caballero de hercúleos pectorales que, lógicamente, no correspondía sus sentimientos. Este amor no correspondido unido a la enfermiza envidia que la consumía la rendían aun más maliciosa. Un buen día llegó a este reino maravilloso una princesita procedente de Eslavonia y fue, en general, bien acogida en el lugar. La princesita eslavonesa era alegre y gustaba de contar chascarrillos e historias, puesto que había heredado de sus antepasados el noble oficio de la juglaría. Pronto trabó amistad con los caballeros y con las hermosas damas y las risueñas hadas, pero inevitablemente, despertó el odio y la inquina de la envidiosa Meretriz. Ésta, sin embargo, cuyo patrón era San Judas, se hizo pasar por su amiga, mientras a sus espaldas esparcía difamantes rumores y emponzoñaba en su contra a Alcahueta, quien, a pesar de no conocerla, llegó a odiarla a su vez. Gracias a sus sucias estrategias al fin Meretriz consiguió su objetivo: la pobre princesita eslavonesa fue desterrada para siempre del maravilloso reino... El día de su partida era de ver cómo lloraban todos los caballeros y las damas que durante largos meses se habían encariñado con ella. Todos la despedían con besos y abrazos y le entregaron como regalo a la vaca Dominguita para que cuidase de ella. Alcahueta y Meretriz, no contentas con haber condenado a la princesita al ostracismo, rugían de rabia al contemplar las muestras de cariño que todos le profesaban. Tal era la rabia que Alcahueta se transformó mostrando por primera vez su verdadera naturaleza. Se convirtió en una hidra con siete cabezas y atacó a la princesita lanzando bocanadas de fuego y sapos y culebras por las fauces. La pobre princesita temblaba de miedo y creía que perecería bajo la furia del fantástico animal cuando, de repente, apareció montando un blanco corcel el príncipe Sirioga y la rescató. Se miraron un instante y los ojos color esmeralda del príncipe derritieron el corazón de la princesa para siempre jamás.


Este cuento no ha terminado todavía, la princesita ya no vive en el reino y, de momento, la bruja Meretriz se ha salido con la suya. Pero me dice la experiencia que los que, como Meretriz, utilizan dardos emponzoñados para conseguir sus objetivos, acaban pereciendo víctimas de uno de esos dardos, que se le da la vuelta.
Meretriz, déjame sólo recordarte una cosa: Tú también te vas a morir.


sábado, 27 de junio de 2009

Morir



La muerte de Michael Jackson me ha devuelto un pensamiento recurrente: todos mueren. Vemos morir a personas anónimas que no son más que cifras (atentados, terremotos, pandemias, estadísticas de tráfico, violencia de género...). Vemos morir a personas cercanas cuya muerte es "lógica" (bueno, el abuelo ya era mayor, con ochenta años...). A veces vemos morir a personas que no deberían morir, personas jóvenes, en la flor de la vida, cuya muerte es un mazazo inesperado.
Pero ninguna de esas muertes nos hace cuestionarnos nuestro propio final. Las personas anónimas no son personas. Las muertes lógicas son eso, lógicas, no nos podemos identificar con ellas. Las horribles muertes inesperadas y trágicas son golpes de mala suerte que sólo le pasan a los demás...
Sin embargo muere Michael Jackson y todo se tambalea. Michael no era real, no era una persona como nosotros, era un semidiós. Era un personaje de ficción. Siempre ha estado ahí. Y también ha muerto. Si ni siquiera un semidiós escapa de la Parca resalta con letras de neón la inexorabilidad de la muerte: todos tenemos que morir.
Desde pequeña he pensado y convivido con la muerte. Por las noches, en mi cama, me abstraía pensando cómo sería morir, qué había antes de nacer, por qué existimos... Muchas veces imagino cómo será estar muerto, dentro del ataúd, dentro del nicho, o cómo se quema mi cuerpo en el crematorio, cómo me descompongo, a dónde va mi conciencia... Muchas veces sueño que estoy a punto de morir, el terror de enfrentarme a lo desconocido se enmaraña en mi estómago y entonces me doy cuenta de que estoy soñando, hago un esfuerzo y despierto. Y me quedo aliviada por haberme librado por esta vez, pero con la certeza de que ese momento llegará...
Antes creía que todo el mundo pensaba estas cosas, pero con el paso de los años he ido comprobando que no es así. Buda dijo que este mundo sería mucho mejor si todas las personas fueran realmente conscientes de que algún día morirán. Estoy totalmente de acuerdo.
Yo, con la madurez, he aprendido a controlar esos pensamientos angustiosos pero a veces me sigo abandonando a ellos (no en vano soy maniaco depresiva) y puedo confirmar que ayudan a relativizar.
Mi augusta siempre me cuenta una anécdota referente a Antonio el bailarín. Parece ser que este señor era un poco así como tirando a hijo de puta y se dedicó durante muchos meses a hacerle la vida imposible a dos bailarines de su compañía porque estaba enamorado de uno de ellos y no lo podía conseguir. Cuentan que uno de ellos, cuando se marchaba para siempre de la compañía, sólo le pidió al representante que le transmitiese un mensaje al jefe: "Dile a Antonio que él también se va a morir".
Y así fue. Por eso, cada vez que veo a personas sucias, que torturan a sus semejantes, lo único que puedo pensar es eso:
"Tú también te vas a morir, te meterán en el nicho y sellarán con la silicona, y te descompondrás. Igual que yo. La diferencia está en que tú, en la maleta, sólo llevarás mierda"


martes, 23 de junio de 2009

Desórdenes temporales



Mi deseo no puede nunca ser satisfecho. No me interesa tu presente, no me interesa tu futuro. Lo que yo quisiera conquistar es tu pasado.
No hay solución puesto que esto no es una novela. Si lo fuera yo podría utilizar una analepsis y saltar atrás en el tiempo. Me integraría en tu pasado. Robaría tus recuerdos. Monopolizaría tu nostalgia.
Quizá podría, así, librarme de este nudo de angustia que me atenaza cada vez que te veo ensimismado, la mirada perdida hacia la derecha (señal de que estás recordando y no imaginando), una media sonrisa melancólica, y sé que yo no estoy entonces en tu mente.
Somos nuestros recuerdos. Si yo no estoy en tus recuerdos no existo para ti.
Sé que algún día estaré en tus recuerdos, cuando sea otra la que sufra la angustia de no poder conquistar tu pasado.
Cuando mi mirada se quede perdida hacia la derecha y en mi mente sólo existas tú...
Ese es mi único consuelo.
Quisiera deshacerte para hacerte de nuevo a imagen y semejanza del que ahora amo.
Quisiera haberte conocido cuando no te conocía.
Quisiera viajar en el tiempo y verte antes de ser lo que eres.
Ya he dicho que mi deseo no puede ser satisfecho.


lunes, 8 de junio de 2009

¿Egocéntrica yo?




¿Sabéis lo que es un egocéntrico? Alguien que prefiere hablar de sí mismo antes que de mí.


Hoy quiero ser (aun más) egocéntrica y decirme a mí misma "Felicidades". Olé la madre que te parió. Olé tu tío que se iba a la calle en calzoncillos de los mismos nervios. Olé tu padre que te conoció con quince días y dijo "me has traído un gato vestido de gitana". Olé tu hermano que si tuvo celos los disimuló (diplomático siempre fue el jodío). Olé tu tía abuela que vaticinó (y se equivocó) que serías una miss de puro guapa que naciste. Olé tu tía que te pasó en los genes la mala leche.
Olé todas las personas que te han querido durante estos treinta y cuatro años....

Y el que no te haya querido, peor para él.




jueves, 4 de junio de 2009

Un segundo



A veces cosas que han permanecido invariables durante años cambian en un sólo segundo. Es una ráfaga que lo barre todo. La gota que colma el vaso.
En un segundo nos damos cuenta de que estamos enamorados y en un segundo, también, dejamos de querer.
En un sólo segundo las cosas se transforman y lo hacen de manera irreversible.
Un segundo, lo que se tarda en darse cuenta de que no se debería haber dicho lo que se ha dicho.
Un segundo, lo necesario para que algo en el cerebro salte y nos percatemos de que ya nada volverá a ser igual.
Un segundo, el encuentro del espermatozoide y el óvulo.
Un segundo, nuestro último aliento.
Podemos querer a alguien durante mucho tiempo y en un sólo segundo dejarle de querer. Es ese segundo decisivo en el que, después de haber soportado todo lo soportable e insoportable, todo se viene abajo. El segundo en el que uno piensa "Se acabó".
Y el amor desaparece, todo el amor, se esfuma.
Y eso, ya, es irrevocable.


viernes, 29 de mayo de 2009

Mi carta de suicidio

Estoy escribiendo mi carta de suicidio. No es la primera vez.
Hay quien lo encuentra macabro. A mí me relaja.
Me gusta escribir mi carta de suicidio de vez en cuando. Me ayuda a recapitular. Una vez que la termino, como hasta el momento no he tenido el valor de usarla, la guardo.
Es interesante leer tu carta de suicidio unos años después. Los motivos, mis motivos, son siempre los mismos. No es el dolor, no es la desesperación. Es la abulia.
Hoy estoy triste. Pero, aun así, es una tristeza abúlica. A lo mejor es porque me he encomendado a la felicidad química y mi cerebro está tranquilo y un poco amodorrado. La tristeza es, pues, un ruido sordo y seco. Una tristeza con sordina.
Desde que soy madre todas mis cartas de suicidio comienzan igual: "Perdóname, hijo mío". Comprendo que es injusto traer un hijo al mundo para dejarlo solo cuando más te necesita.
"Perdóname, hijo mío. Pero hasta aquí he llegado".
Ese es siempre mi motivo: hasta aquí he llegado, no me interesa seguir.
No puedo evitar pensar que quizá algún día llegue a utilizar alguna de mis cartas de suicidio.
Lo que en realidad me gustaría sería un suicidio con billete de vuelta. Siempre he fantaseado sobre la posibilidad de que suicidarse no fuera irreversible. Como en las películas antiguas, donde el protagonista muere pero en realidad no ha sido así, y aparece en el momento menos oportuno.
Quizá lo que buscamos los suicidas es ver por un agujerito lo que harían los demás ante nuestra muerte.
O quizá nos aburre la fiesta y nos queremos ir a casa a dormir la mona.
No lo sé. Pero me gusta tener mi carta.
Nunca se sabe cuando va a llegar uno al punto de "hasta aquí hemos llegado"

miércoles, 13 de mayo de 2009

Lucha de gigantes

Ay Antonio... cómo lloré aquel día en Moscú escuchando esta canción. Fue una de las veces que he sentido más intensa la tristeza limpia.




Que tengas suerte allá donde estés...

lunes, 11 de mayo de 2009

Referentes

En la vida encontramos dos tipos de personas que nos sirven de referente. Unas encarnan aquello que nos gusta, que admiramos, que nos gustaría ser. Cuando tenemos que tomar decisiones difíciles procuramos imaginar qué harían ellas. Nos producen alegría, nos reconcilian con nuestra especie y nos provocan el deseo de ser mejores, para parecernos a ellas.
Son personas maravillosas, cuya presencia reconforta siempre el alma. Personas que están ahí, formando parte de nuestra vida, o que han compartido un instante eterno con nosotros. Después desaparecen de nuestro mundo, pero su impronta queda, imborrable, y su recuerdo es como un oasis en medio del desierto de lo cotidiano.
Por desgracia, también está el otro tipo. Personas que encarnan todo aquello que no queremos ser, todo lo que nos repele, lo que odiamos y despreciamos. Cuando tenemos que tomar decisiones difíciles siempre pensamos en lo que harían ellas para hacer justo lo contrario. Nos producen desasosiego, nos hacen sentir vergüenza de ser humanos y nos hacen perder toda esperanza en nuestra especie.
Si creemos en la existencia de un "alma gemela" (alguien con quien armonizamos por completo) también debemos creer en la existencia de un "alma inversa" (alguien que es justo lo contrario que nosotros). Y ambas nos definen, unas por identificación y otras por negación.
Tan importante es tener referentes positivos como referentes negativos. Tener claro lo que no es tan esencial como tener claro lo que sí.
Hay personas a las que es un alivio caerles mal. Además, las antipatías, como las simpatías, suelen ser recíprocas.
Cuando te encuentras con una de tus "almas inversas" notas cómo te repele, te sientes superior a ella, pero, a la vez, notas cómo ella está sintiendo exactamente lo mismo. Y es extraño, porque entonces se produce un punto de unión. Ese desagrado mutuo es lo único en lo que se coincide. Entonces se llega a un acuerdo tácito. Un pacto de no agresión.
La mayoría de las personas preferimos obviar lo que no nos gusta del mundo. Esa es la razón por la que nos juntamos con los que son afines a nosotros. Sin embargo hay gente que tiene una pasión enfermiza con acosar a los que no entran en sus cánones.
Si a mí me gusta copular los primeros viernes de mes, en principio, lo que pretendo es que no me impidan hacerlo. No me importa en absoluto que tú quieras copular, en vez de los viernes, los domingos. Pero los hay que no, los hay que no se conforman con copular ellos cuando les apetece, es que necesitan, además, que todos copulemos cuando a ellos les apetece.
A mí hay actitudes que me repugnan, lo admito. Pero, mientras no sean delictivas, por supuesto, me importa muy poco que otros las lleven a cabo. Me limito a no ser su amiga, a no tener trato personal con ellos. Pongo en práctica el "vive y deja vivir".
Pero esas personas, a veces, no lo consienten. No se conforman con que simplemente las dejes vivir, es que quieren que, además, vivas como ellas o no vivas.
De modo que sólo queda el ponerse chulo y, emulando al protagonista de ciudadano Kane, decirles aquello de:
"¿Sabe lo que yo quiero ser en la vida? Todo lo que usted odia."

jueves, 7 de mayo de 2009

Follabilidad

Hace años estábamos un sábado comiendo en familia y mi madre, que por aquel entonces trabajaba en una oficina, comentaba que tenía una compañera, una tal África, que era la sex symbol de la empresa y que ella no entendía por qué, ya que, en su modesta opinión, no valía nada. Para reforzar sus argumentos nos describía pormenorizadamente a la susodicha. Mi padre escuchaba con expresión beatífica sin decir nada, hasta que se decidió a hablar. "Mira" dijo por fin dirigiéndose a mi madre "te lo voy a explicar bien clarito: cualquier mujer de cuarenta años, divorciada, que se llame África y que vaya con mechas rubias es follable".
Ese día descubrí (además del vocablo "follable" que integré a mi vocabulario inmediatamente) la verdad suprema del universo: lo importante es ser follable. El resto es secundario. Miles de voces tan indignadas como hipócritas se alzarán en mi contra, pero todo el mundo sabe que tengo más razón que un santo. Aunque joda.
Hay diversas razones que elevan los niveles de follabilidad de un individuo. La más obvia y básica es ser hermoso de faz y prieto de carnes, sin duda. Pero no la única. Los que han sido agraciados por la naturaleza lo tienen fácil para entregarse al jincamiento sin cortapisas. Los que no, deben desarrollar estrategias para conseguir tocar pelo, desde las más burdas y rápidas (como llevar a su víctima al coma etílico) hasta las más rebuscadas (como opositar a notarías). Porque no vaya nadie a dejarse engañar, todo en esta vida, TODO, se hace para elevar la propia follabilidad, desde cortarse el pelo hasta descubrir la vacuna de la malaria.
Tengo que aclarar, sin embargo, que no se debe confundir la follabilidad con el jincamiento en sí. Lo que la mayoría de la gente quiere no es simplemente copular (eso es relativamente fácil de conseguir), sino ser follable. Lo importante es saber que se lo quieren cepillar a uno, porque eso es lo que sube la autoestima. Y claro, a mayor follabilidad del que se nos quiere cepillar, mayor autoestima.
Amigos, habiendo llegado a este punto creo que el silogismo está claro: si a mayor follabilidad mayor autoestima, a menor follabilidad más resentimiento contra el mundo (ya sabemos que eso es lo que produce la falta de autoestima). Esa es la causa de que toda mi vida las mujeres menos follables que yo me hayan hecho la vida imposible. Y también es la causa de que cierto gilipollas con menos follabilidad que una boñiga de vaca lleve tocándome los huevos desde el 14 de febrero, fecha en la que intentó copular conmigo y se quedó con las ganas.
Pues sí querido, te quedaste con las ganas, puedes seguir haciendo lo que llevas haciendo tres meses: calumniarme, escribir mentiras sobre mí, dejarme anónimos insultándome... puedes tergiversar la historia todo lo que quieras pero tú sabes la verdad: TE DIJE QUE NO. Asúmelo ya, chavalito, y olvídate de que existo, porque mientras tú pierdes tu tiempo y tu energía en intentar hacerme daño, yo estoy súper feliz con un individuo cuyo nivel de follabilidad se sale de todos los percentiles.
Y el que quiera pensar que por escribir esto soy una chula, pues tiene razón. Soy una chula.
Porque puedo.

martes, 5 de mayo de 2009

Tú lo que tienes que hacer...

... es olvidarle.
... es trabajar más los abdominales.
... es estudiar alemán.
... es no volver a acostarte con ella.
... es animarte.
... es decirle a tu jefe que te suba el sueldo.
... es apuntarte a pilates.
... es dejar de fumar.
... es llamar a tu madre.
... es cortarte el pelo y ponerte mechas.
... es cambiar de coche.
... es salir menos.
... es salir más.
... es no ser tú....

... y tú lo que tienes que hacer es IRTE A TOMAR POR CULO!!!

Y que conste que lo digo sin acritud.

viernes, 1 de mayo de 2009

Buen rollo

Normalmente no me gusta insertar vídeos, pero hoy me lo pide el cuerpo y el corazón.
Mi precioso Diego, mi dulce casualidad, me dijo hace poco que cuando estuviese triste llorase cinco minutos, sólo cinco y luego riese. Y quiero poner hoy algo que me hace reír hasta reventar. Gracias, José Mota, por secarme tantas lágrimas. Gracias Diego, por existir.

Minirelato

El médico me dijo que mi pierna tenía gangrena y había que amputarla.
Yo no quería perder mi pierna.
El médico me dijo que si no me la amputaba moriría.
Le dejé que la amputara.
Aún siento mi pierna, la echo de menos terriblemente.
Pero estoy viva.

miércoles, 29 de abril de 2009

Ex



Si algo bueno tiene lo del matrimonio católico apostólico y romano -hasta -que -la -muerte- os -separe es que no da lugar a que se produzca esa figura incómoda, fea y extremadamente desagradable que es el ex. El ex, aunque sea buena gente, aunque no te haya hecho nada, es un ser que ya por su mera existencia da por culo (por decirlo finamente). Y es que los seres humanos somos así, nos mola pensar que somos únicos e irrepetibles, insustituibles, que el mundo no existía antes de nosotros ni lo hará después. Por eso, cuando pensamos en el individuo que ha recibido antes las caricias que consideramos inventadas para nosotros se nos revuelve la vesícula biliar y los cuernecillos se nos retuercen...
Y es que con esto de los ex agua pasada sí que mueve molino.
Vivimos en la era de los ex, todo el mundo es ex-algo: ex marido, ex mujer, ex ministro, ex modelo, ex jugador de fútbol, ex alcalde, ex concursante de reality.... lo único que nunca se encuentra uno, como bien dice mi tío haciendo uso de su genialidad desbordante, es un ex-gilipollas. Y es que la gilipollez es un cargo vitalicio.
Hace poco he pasado unos días con la familia de mi ex y he reflexionado mucho sobre esta situación. Otro tío mío, no menos genial que el anterior, dice siempre "la madre de mis hijos es mi ex mujer pero sus hermanos siempre serán mis cuñados". Otra gran verdad. Yo quiero a mis cuñados y a mi suegro, y creo (espero) que el sentimiento es mutuo.
Lo más civilizado sería que pudiésemos querer también al ex de nuestra pareja actual, después de todo es una persona con la que tenemos mucho en común (como mínimo el gusto). Ella estuvo ahí y ahora estás tú. Eso es básicamente lo que jode, que ella estuvo antes.
Yo tengo una relación de amor odio con las ex. Una mezcla de celos y simpatía. Sin embargo con las novias de mi ex lo que tengo es una mezcla de simpatía y compasión (si supieras la que te espera...)
Y una de las mejores amistades que se pueden tener es la que se produce entre dos ex de la misma persona. Porque entonces desaparecen los celos y queda sólo la simpatía.
Ya se sabe "los enemigos de mis enemigos son mis amigos"



sábado, 25 de abril de 2009

Gentuza

Muchas personas creen ser buenas personas sólo porque no matan a nadie ni violan niños. Ven en las noticias a personajes como el tío ese de Amsteten o a Nanysex y se sienten reconfortados por no ser como ellos. Craso error (ya se lo dijo Cristo a los fariseos)
Entre ser un monstruo del calibre de los citados y ser una buena persona hay un gran abanico de posibilidades. Igual que entre el blanco y el negro hay muchos matices de gris.
¿Soy yo una buena persona? Es una pregunta que me hago con frecuencia. Y me gustaría pensar que todo el mundo se la hace. Pero, por desgracia, no es así. Y sé que no es así porque ya estoy hasta más arriba de las rodillas de encontrarme con individuos/as que se muestran absolutamente seguros de su superioridad moral y sus excesivas bondades. Son insoportables, no lo puedo decir de otra manera.
A mí me cuesta tanto ser una buena persona.... la mayoría del tiempo no lo consigo. Y sigo preguntándome: ¿qué puedo hacer?
Quiero a mi hijo, sí, pero pensar que eso me hace buena persona es tan absurdo como pensar que soy un héroe si escapo cuando alguien intenta matarme. Querer a los propios hijos no es ser buena persona, es instinto. Lo haces sin darte cuenta y sin que te cueste ningún trabajo. Como respirar.
Me porto más o menos bien con mis amigos, creo. Pero eso tampoco me convierte en una buena persona. Mis amigos son gente que me cae bien, y eso hace que me apetezca ser agradable con ellos. Lo difícil es ser amable con gente que te recontrapatea el colédoco. Y tengo que reconocer que eso yo no lo consigo.
Así que tengo mis dudas, todos los días, sobre si soy una buena persona. Sobre todo cuando escucho a tantos individuos hablar de sus nobles sentimientos. Nadie tiene envidia, nadie odia, nadie es rencoroso... como yo sí que soy envidiosa, odio a quien me hace mal y disfruto planeando mi venganza (aunque luego todo se quede en planes), tengo que concluir que yo soy una mala persona.
Pero tú, ¿cómo es que no te das cuenta de que eres gentuza?, ya que no lo ves te lo digo yo.
Criticas a la gente cuando no está pero te cagas en los pantalones cuando la tienes delante. Eres gentuza.
Cuando hablan mal delante de ti de alguien a quien aprecias te quedas callado, no le defiendes, pero vas en seguida a informarle para que se sienta mal. Eres gentuza.
Piensas que tu dolor es más dolor que el de los demás. Eres gentuza.
Alardeas de tener lo que la persona que te escucha no tiene. Eres gentuza.
Eres tan mediocre que tienes que echar mierda sobre los que te rodean para que parezca que tú vales algo. Eres gentuza.
Lames el culo a los que están por encima de ti y torturas a los que están por debajo. Eres gentuza.
Te llevas mal con tu suegra, con tu yerno, con tus cuñados, con los novios de tus amigas, con las amigas de tus novios, con todo el mundo... porque todo el mundo es malo excepto tú. Eres gentuza.
Dejas comentarios ofensivos de forma anónima. Eres gentuza.
Menosprecias el trabajo de los demás para camuflar tu absoluta incompetencia. Eres gentuza.
Aseguras que los que son pobres no quieren trabajar. Eres gentuza.
Estás absolutamente convencido de que te mereces más que los demás. Eres gentuza.
Y, por si fuera poco, tienes el absoluto convencimiento de ser una excelente persona.
Gentuza, gentuza y mil veces gentuza.
Y sí, pedazo de hipócrita, te lo digo a ti.

viernes, 24 de abril de 2009

Saber perder

Somos educados para ganar. Lo llevamos en los genes, diría yo. A pesar de la famosa frase que nos dicen desde pequeños, "lo importante es participar", la consigna tácita y constante es "gana, como sea, pero gana".
Esta vida no está hecha para segundones, para finalistas, para nominados, para interinos... hay que ganar. Y si uno llega a uno de estos estadios (segundón, finalista, nominado, interino) debe considerarlo transitorio: "A la próxima..." (me saco plaza, gano el primer premio, me dan el Oscar, soy el mejor)
Esta vida no está hecha para perdedores. De modo que, si lo eres, más te vale que nadie se dé cuenta. No es tan importante ser un ganador como parecerlo.
Nos repiten siempre lo mismo: "Gana, sé el mejor, haz que te elijan a ti, que te envidien, que te admiren". En los cuentos sólo hay héroes y villanos (o sea, el jefe de los buenos y el jefe de los malos). La niña más guapa encuentra marido rico. El niño más listo se casa con la guapa. Hasta las guerras, en clase de Historia, nos las contaron así. Unos ganaban y otros perdían, como si en las guerras no perdiese todo el mundo (excepto los que las provocan para ganar dinero, y ésos ya han perdido por ser como son).
La pedagogía moderna fomenta la competitividad, se escriben montañas de libros de auto ayuda que muestran el camino hacia el éxito (ya sea en los negocios, en la sociedad o en el amor). El caso es ganar.
Sin embargo yo creo que es mucho más importante saber perder. Si hay un camino seguro hacia el desastre, sin duda pasa por no saber perder.
Todos perdemos en algún momento de nuestras vidas. Saber reconocer que hemos perdido y aceptarlo sin resistirse es la mayor de las sabidurías.
Veamos un ejemplo práctico (ya se sabe que me encantan los ejemplos prácticos):

Obdulio Sánchez (los nombres de los protagonistas han sido cambiados para preservar su intimidad) estaba un día tomándose una caña tranquilamente. Pagó con un billete de cinco euros y le devolvieron tres euros y cincuenta céntimos. Vio la máquina tragaperras y decidió echar las monedas del cambio. No ganó nada. Se picó un poco y cambió un billete de diez euros que llevaba en el bolsillo. Echó todas las monedas en la tragaperras. No ganó nada. Cambió un billete de veinte euros y echó todas las monedas en la tragaperras. No ganó nada. Entonces Obdulio Sánchez se dijo a sí mismo: "Soy un toneti, me he picado de la manera más tonta y he perdido treinta y tres euros en la tragaperras. Pero bueno, qué se le va a hacer... no le voy a dar más vueltas" y se marchó a su casa. Obdulio Sánchez había perdido treinta y tres euros.
Gerbasio Martín Martín (de los Martín Martín de toda la vida) estaba un día tomándose una caña tranquilamente. Pagó con un billete de cinco euros y le devolvieron tres euros y cincuenta céntimos. Vio la máquina tragaperras y decidió echar las monedas del cambio. No ganó nada. Se picó un poco y cambió un billete de diez euros que llevaba en el bolsillo. Echó todas las monedas en la tragaperras. No ganó nada. Cambió un billete de veinte euros y echó todas las monedas en la tragaperras. No ganó nada. Entonces Gerbasio Martín Martín se dijo a sí mismo: "Soy un toneti, me he picado de la manera más tonta y he perdido treinta y tres euros en la tragaperras. Pero bueno, no está todo perdido, si insisto antes o después saldrá el premio y ganaré" y siguió echando dinero a la máquina hasta que le salió el premio. Había ganado cincuenta euros.... después de haber echado doscientos.

Lo dicho: El que no sabe perder a tiempo pierde el doble.