viernes, 31 de julio de 2009

Topicazos

Ante la desesperación que siento, en vez de darle la chapa a algún pobre amigo y escuchar de sus labios la sarta de topicazos que es lo único que se puede decir en estos momentos, me los digo yo misma y todos contentos.

Siempre que llueve escampa
Todo pasa
El tiempo pone a cada uno en su lugar
Mejor solo que mal acompañado
Si era que no, mejor cortarlo cuanto antes
Lo que sobra en la feria es corcho
Todos los tíos son iguales
No te merecía
Lo mejor está por llegar
Más pierde él
Todo pasa para bien
Eso es que va a venir alguien mejor
Cuando Dios cierra una puerta abre una ventana
Ya encontrarás al amor de tu vida
Si no valía nada...
Tú te mereces algo mejor
Te volverás a enamorar

Bueno, ya está. Sigo sintiéndome como una mierda pero por lo menos no he abrasado a nadie.

miércoles, 29 de julio de 2009

De oca en oca

Yo siempre he sido más de oca que de parchís. Tal vez porque me gustaban los dibujitos, o tal vez porque me parecía más realista. El juego de la Oca es una de las mejores alegorías de la vida humana que se me ocurren. Cada uno va solo, y la suerte tiene mucho que ver, casi todo en realidad. Hasta el final no se puede predecir quién ganará, porque las cosas cambian en el momento más inesperado.
Si pillas la racha buena y vas cayendo en las ocas es maravilloso, porque en un solo turno te recorres medio camino. Pero también hay casillas que, como caigas, vas listo. En concreto son tres las infames. La menos mala es la cárcel, si caes te quedas tres turnos sin tirar, eso te retrasa pero no es más que un lápsus. Luego está el laberinto, que está casi al final, si caes tienes que volver a empezar desde el principio y eso es una faena (me estoy quitando de los tacos por mi hijo). Claro que la más desesperante, sin duda, es el pozo. Si caes en el pozo no sales de ahí hasta que no caiga otro jugador que te releve. Lo más horrible de esta casilla siempre me ha parecido que tu salvación depende de la desgracia de otro. De modo que te vuelve mezquino, ya que empiezas a desear el mal ajeno en tu propio beneficio. La única ventaja del pozo sobre el laberinto es que, cuando consigues salir, continúas desde donde te has quedado, no tienes que volver a empezar. Y la ventaja del laberinto sobre el pozo es que vuelves a empezar inmediatamente, no tienes que esperar.
Como he dicho, la vida es como el juego de la Oca. A veces a uno le salen bien los dados y va saltando de oca en oca y avanzando sin problemas. Otras veces cae en la cárcel y se pasa una mala racha. Otras veces hay que volver a empezar. Y otras nos encontramos en situaciones cuya solución pasa por la desgracia de un tercero...
Lo que no existe en la Oca, pero sí en la vida, es una casilla especialmente cruel que podría llamarse algo así como "El pozo laberíntico". Una casilla en la que, si caes, debes esperar a que caiga otro para salir, y encima, cuando sales, tienes que empezar de nuevo.
Y en esa casilla he caído yo ahora... Tengo que volver a empezar, pero ni siquiera puedo hacerlo ahora mismo, primero tengo que esperar a que alguien me saque de este pozo.

martes, 14 de julio de 2009

Un cuento para mis niños

¿Recordáis esto? Pues es hora de aplicar mi propia filosofía, allá vamos...

Érase que se era un reino maravilloso y mágico (tan mágico que hasta los buses iban por el aire) donde gobernaba despóticamente la cruel Reina de Hielo. Este reino tenía todo lo que un reino que se precie debe tener: tenía un Papa, Su Santidad, grande y gordo como todo Papa, tenía obispos y cardenales, tenía preciosas damas, una dama rubia y esbelta, bellísima, con profundos ojos verdes, que jamás se vestía de Mínimo Duty, y otra hermosa dama venida de tierras mozárabes que era conocida por su sensatez y sabiduría. Tenía también un par de hadas, de carita pícara y risueña, el hada Katie y el hada Lole, que tenía unas graciosas pecas sobre su respingona nariz. Tenía un sacristán muy devoto que gustaba de comulgar con frecuencia y tenía muchos jóvenes y apuestos caballeros, uno que vigilaba el faro, otro que vivía en los valles, otro que era un experto curtidor, dos cavaglieres italianos y hasta un fidalgo portugués. También tenía un bufón, el bufón Felipe, que divertía siempre a todos con sus bromas y su buen humor. Pero, como ya he dicho, tenía de todo, y en ese todo estaban incluidas también dos malvadas brujas, Alcahueta y Meretriz. Alcahueta era una bruja culta e inteligente, con exquisitos modales y bien posicionada en el reino. No era ése el caso de Meretriz, la cual era medio analfabeta y de cortas entendederas pero con un gran dominio de las innobles artes de la lisonja y la calumnia. Contaba la leyenda que Meretriz había sido otrora una hermosa mujer hasta que una bruja rival la había convertido en sapo. Meretriz encontró a un príncipe dispuesto a besarla para revertir el encantamiento, pero dicho príncipe no había sabido hacerlo bien y, por consiguiente, al volver a su estado humano Meretriz había conservado los ojos de sapo y un extraño andar renqueante. Sin embargo Meretriz retenía la imagen mental de sí misma anterior al embrujo y se comportaba como si fuera una hermosa doncella en lugar de un ser semibatrácido, lo que provocaba la mofa y la chanza entre cuantos la escuchaban. Meretriz suspiraba por un caballero de hercúleos pectorales que, lógicamente, no correspondía sus sentimientos. Este amor no correspondido unido a la enfermiza envidia que la consumía la rendían aun más maliciosa. Un buen día llegó a este reino maravilloso una princesita procedente de Eslavonia y fue, en general, bien acogida en el lugar. La princesita eslavonesa era alegre y gustaba de contar chascarrillos e historias, puesto que había heredado de sus antepasados el noble oficio de la juglaría. Pronto trabó amistad con los caballeros y con las hermosas damas y las risueñas hadas, pero inevitablemente, despertó el odio y la inquina de la envidiosa Meretriz. Ésta, sin embargo, cuyo patrón era San Judas, se hizo pasar por su amiga, mientras a sus espaldas esparcía difamantes rumores y emponzoñaba en su contra a Alcahueta, quien, a pesar de no conocerla, llegó a odiarla a su vez. Gracias a sus sucias estrategias al fin Meretriz consiguió su objetivo: la pobre princesita eslavonesa fue desterrada para siempre del maravilloso reino... El día de su partida era de ver cómo lloraban todos los caballeros y las damas que durante largos meses se habían encariñado con ella. Todos la despedían con besos y abrazos y le entregaron como regalo a la vaca Dominguita para que cuidase de ella. Alcahueta y Meretriz, no contentas con haber condenado a la princesita al ostracismo, rugían de rabia al contemplar las muestras de cariño que todos le profesaban. Tal era la rabia que Alcahueta se transformó mostrando por primera vez su verdadera naturaleza. Se convirtió en una hidra con siete cabezas y atacó a la princesita lanzando bocanadas de fuego y sapos y culebras por las fauces. La pobre princesita temblaba de miedo y creía que perecería bajo la furia del fantástico animal cuando, de repente, apareció montando un blanco corcel el príncipe Sirioga y la rescató. Se miraron un instante y los ojos color esmeralda del príncipe derritieron el corazón de la princesa para siempre jamás.


Este cuento no ha terminado todavía, la princesita ya no vive en el reino y, de momento, la bruja Meretriz se ha salido con la suya. Pero me dice la experiencia que los que, como Meretriz, utilizan dardos emponzoñados para conseguir sus objetivos, acaban pereciendo víctimas de uno de esos dardos, que se le da la vuelta.
Meretriz, déjame sólo recordarte una cosa: Tú también te vas a morir.