Explicado con un ejemplo práctico (los que me siguen ya saben cómo gozo yo con los ejemplos prácticos), pacto de ficción es lo que hacen los niños al jugar cuando pronuncian la antológica frase: "¿Vale que yo soy Spiderman y tú Venom (que cada uno ponga los nombres que prefiera) y peleamos?". Si uno de los niños no lo acepta les fastidia el juego a los demás. De hecho todos hemos sufrido a estos niños de nula imaginación, niños pejigueros que le sacan punta a todo y que nunca te dejan jugar a gusto. Entre los adultos no falta tampoco el que fastidia la diversión por no aceptar el pacto. La Hija de la luuunaaaa y yo juramos que nunca volveríamos a ir con Eufrasio a ver una película de miedo. Eufrasio no acepta el pacto de ficción y se pasa toda la sesión muriéndose de risa y, claro, no te deja pasar miedo a gusto, que es para lo que has ido al cine. Cuando se lo recriminamos siempre nos sale con lo mismo: "Es que eso es una tontería, vamos a ver ¿quién va a ser tan tonto para ir él solo a mirar en una cueva oscura?" Yo es que no lo puedo soportar, y eso que Eufrasio es filólogo y ha venido conmigo a las clases de Teoría de la Literatura, pero nada, no acepta el pacto de ficción.
Ya que la vida imita a la literatura, como todo el mundo sabe, también para vivirla es indispensable aceptar todos los días pactos de ficción. Si no lo hacemos hay dos desastrosas posibilidades: mirar cara a cara a la realidad desnuda y, como consecuencia, suicidarse o, lo que es mucho peor, caer en el autoengaño permanente (el triunfo de las religiones es prueba de ello)