domingo, 26 de enero de 2014

Mi lista de sentimientos. Capítulo 2: Miedo

Ya dije en el post introductorio de esta lista de sentimientos que los iría escribiendo según los fuera sintiendo o me sintieran ellos a mí. Hoy tengo irremediablemente que hablar del miedo. Yo soy una persona muy miedosa. Todos me creen valiente, debo de ser una gran actriz. 
Tengo miedo a casi todo, a las cosas obvias (la muerte, el dolor, un asesino en serie, los ectoplasmas, la mayoría absoluta del PP...) pero también a las que nadie más parece temer (el éxito, la felicidad, amar y ser amada, desear...)
También decía en el post introductorio de esta lista que no tenía muy claro si nosotros sentimos los sentimientos o ellos nos sienten a nosotros. Pero con el miedo, al menos con mi miedo, lo tengo muy claro: él me siente a mí. No sólo me siente, toma absolutamente el control de mí, de mi cerebro, de mis actos, incluso de mi cuerpo, me provoca náuseas, me quita el hambre, me da dolor de cabeza y altera mi respiración. 
Odio y temo al miedo, por eso el miedo se alimenta de mí. Hay muchas situaciones en las que consigo ponerme un disfraz de valiente tan sólido que incluso llego a ser valiente, en las peleas o cuando le planto cara a alguien superior a mí, por ejemplo. En esos momentos hago una pequeña y compacta bola con el miedo y la guardo dentro de mí, la mayor parte del tiempo lo mantengo a raya, pero el miedo tiene sus recursos. Su mayor súper poder es que es un mago del disfraz. El miedo sabe disfrazarse de mil cosas distintas (prudencia, sensatez, realismo, amor...) pero su mejor disfraz, el que más utiliza,es el de certeza.
El miedo se pone su disfraz de certeza y extiende sus venenosas ramificaciones por todo nuestro cuerpo y nuestra mente. Nos hace estar completamente seguros de aquello que tememos, aunque nuestro raciocinio nos dé mil pruebas de que sólo está en nuestra imaginación, acabamos por verlo absolutamente cierto. Pedimos opinión a los demás tergiversando los datos a nuestra conveniencia, porque no lo estamos haciendo nosotros, sino nuestro miedo, y los demás, obviamente, nos dan la razón. Porque si en algo somos maestros los seres humanos es en alimentar el miedo ajeno. Lo hacemos constantemente, sin darnos cuenta, sin mala intención la mayoría de las veces. Pero lo hacemos.
Y el miedo crece, y se hace cada vez más poderoso. Y nos lleva a la ira, como nos enseñaron los maestros Jedi, y hace que dirijamos nuestra ira precisamente hacia lo que más amamos, que suele coincidir con lo que más tememos.
Y al final, como a Lord Vader, sólo nos queda oscuridad.
Y una vez que estamos en la oscuridad viene el mayor de todos los miedos. El miedo a la luz. 
Por eso una persona con miedo hará todo lo posible por apagar las luces que encuentre en su vida.
Creedme, sé muy bien de lo que hablo, porque yo en eso, soy la maestra de las maestras.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay que ser muy valiente para escribir esto, ¿es usted consciente de la paradoja?

cojoiden dijo...

No es exactamente paradoja, señor anónimo, ya explico que tengo miedo a cosas que los demás no temen y viceversa. Una de las pocas cosas que no me dan miedo es reconocer mis errores y pedir perdón, pero aún así hay quien no sabe perdonar.

Anónimo dijo...

Saber, sabemos todos. A veces, simplemente, no nos da la gana. Y otras, perdonamos "porque ya no nos importa".

cojoiden dijo...

Segundo anónimo, ¿es usted el mismo anónimo que el primero?
algo me dice que no... y algo me dice también que sí le importa todavía y que los peces de hielo no se han derretido aún

cojoiden dijo...

El corolario de "No hay mayor desprecio que no hacer aprecio" es "no hay mayor aprecio que fingir desprecio"

Anónimo dijo...

Me gustaría ser quien usted quiere. Pero no: todos cantamos alguna cancion de Sabina algunas vez.

cojoiden dijo...

Pues qué casualidad, porque el anónimo que yo creo que es usted tiene citado a sabina en otro sitio de Internet y, además, la misma canción, "19 días y 500 noches"

cojoiden dijo...

Y por seguir con Sabina, le diré que ser valiente no le va a salir caro y ser cobarde no le vale la pena...

Anónimo dijo...

Entonces eso sólo puede significar que soy él. O que usted nos recuerda a ambos la misma canción.

cojoiden dijo...

Pues les esperan a ambos 500 noches de mierda

Anónimo dijo...

Vaya, con lo de que todas las noches sean noche de boda y que las mentiras parezcan mentiras iba bien. Pero siempre tuvo la lengua muy larga y la falda mu corta.

cojoiden dijo...

Pues usted verá si quiere 500 noches de mierda o de boda...
¿sabe para qué tengo la lengua tan larga?
Para lamer los helados de stracciatella

Anónimo dijo...

Estoy por atracar un banco y proveerla, con nocturnidad y alevosía, de muchos kilos de stracciatella. Debe de ser hipnótico verla lamer. Yo también se jugarme la boca, qué te voy a contar. Abandone a mi álter ego.

cojoiden dijo...

¿es usted el mismo de siempre?

Anónimo dijo...

De ninguna manera. ¿y usted?

cojoiden dijo...

sabe a lo que me refiero, si es quien yo creo que es (sólo le daré una pista "vivo con tu madre") escríbame o llámeme, no sea cobarde, no se arrepentirá