jueves, 22 de octubre de 2009

Siempre la misma, tío Pajarito



No sé por qué últimamente me ha dado por recordar los dichos materno-abuelísticos. El post anterior fue "Cinco de todo revuelto" y en éste me gustaría explicar la preciosa expresión, muy recurrente en la boca de mi abuela, "Siempre la misma, tío Pajarito".
Mi abuela la usaba mucho, como ya he dicho, y es que es una expresión que cabe en cualquier parte. Una versión popular del eterno retorno y el tiempo circular, aunque más bien diría yo del tiempo en espiral, pero para explicarme necesito contar la anécdota entera.
Mi abuela siempre contaba que a su pueblo, Aranjuez, iba un músico (por llamarlo de alguna manera), el tío Pajarito, que siempre tocaba la misma canción, mayormente porque no se sabía otra. Cuando los lugareños le recriminaban "Siempre la misma, tío Pajarito", él se defendía "Esta vez un poquito más cargada de bombo".
Ahí lo tienen: el tiempo es una espiral. Ya lo sabían las humildes gentes de principios del siglo XX, y, por supuesto, ya lo sabía el tío Pajarito. Las cosas son básicamente iguales, sólo que a veces van un poquito más cargadas de bombo.
Nunca he sabido si esta anécdota era real o era un chascarrillo inventado por mi abuela, pero el caso es que si un extraterrestre preguntara en qué consiste la vida humana, muy bien podría explicársele con esta historia.
Los humanos nos hemos empeñado en ver el tiempo como una línea recta, cuando es evidente que no es así. Los perros saben bien que el tiempo es una espiral, por eso aman las rutinas y se ponen nerviosos si se las cambian. Son fieles a sus amigos y les divierten siempre las mismas bromas. El humano, por el contrario, odia la rutina, es un adicto a la novedad... y así le luce el pelo.
Pero claro, no se le puede pedir al humano que tenga la clarividencia perruna, siendo como es público y notorio que el perro es, con mucho, superior al hombre. Y el que no esté de acuerdo no tiene más que ver quién vive de quién.
El caso es que todo vuelve, aunque no vuelve exactamente al mismo punto.
Pero vamos, no sé para qué doy tantas vueltas, si esto ya lo explicó claro como la luz del día una maravillosa mujer a la que yo idolatro y cuya palabra, para mí, es ley.
No estoy hablando de mi abuela, aunque muy bien podría haberlo sido, puesto que es la abuela simbólica (o debería serlo) de todo aquél que tenga dos dedos de frente. No es otra, por supuesto, que la magistral Blasa.


2 comentarios:

Violeta dijo...

El eterno retorno, el ciclo sin fin de El Rey León, la repetición de Milan Kundera... Nuestro ideario filosófico está lleno de concesiones al "again". Lo primero que aprenden a decir los niños, después de Mamá y Papá es "ota vez". Ota vez pero con más bombo. Cuando algo nos gusta siempre queremos repetir y si repetimos mucho creemos que deja de gustarnos. Eterna insatisfacción, puaj.

Melamachaka dijo...

Te olvidas de los funcionarios, son unos seres humanos (yo pellizqué a uno y es cierto), a los cuales la rutina les hace felices y un nuevo formulario puede provocarles una gran desilusión por haber perdido tanto tiempo aprendiendo a rellenar el antiguo.

En fín, creo que hay grandes diferencias de unas personas a otras en cuanto a la actitud hacia la rutina. Por ejemplo, yo no sé porqué no puedo dejar la rutina de visitar tu blog... Miss Cojo.