jueves, 10 de diciembre de 2009

El encanto de lo cutre

Sumergirse en la cutrez es uno de esos placeres que uno no se imagina hasta que lo prueba. Eso sí, hay que hacerlo bien, saltar sin miedo ni vergüenza. Hasta las últimas consecuencias. Es como ser comentarista del corazón: uno no puede ir con remilgos.

Yo soy una gran entusiasta de lo cutre, lo cual no quiere decir que no me guste a veces parecer una princesa. Pero, quede claro, una princesa cutre. Hay personas que siempre tienen un aspecto impoluto (o exhausto como dijo ese gran intelectual llamado Fonsi Nieto). Mi hermano mayor, por ejemplo, siempre está listo para aparecer en la portada de InStile. Son personas cuya ropa de andar por casa es lo que yo me pondría para ir a una boda.


Pero así hay que nacer, no se puede fingir. De hecho, no se debe fingir. Porque eso sí que es cutre, y no de lo cutre que mola. Aunque yo no desearía ser así. Esas personas se pierden uno de lo mayores placeres de la vida, como ya he dicho, sumergirse en la cutrez.

La cutrez es bajar a la calle despeinada y en pijama, con un abrigo por encima a comprar el pan. La cutrez es dormir con una camiseta vieja, rota y manchada de tinte y unos calcetines gordos desparejados. La cutrez es poner la mesa con cinco platos distintos, cinco vasos distintos y usar el rollo de papel higiénico como servilleta. La cutrez es ir a comprar al Lidel (oh, placer de dioses, se me cae la baba de pensarlo) y revolver las ofertas sin ningún pudor junto con un obrero de la construcción rumano, una ecuatoriana que lleva a los niños revoloteando, un par de subsaharianos y un matrimonio de jubilados. Qué bien se siente uno fundiéndose en ese ambiente, con un chándal raído y sin peinar, sin tener que preocuparse de lo que van a pensar los demás porque los demás están en la misma. La cutrez es estar tirado en casa, con una bata boatiné viendo el diario de Patricia y comiendo algo muy poco sano y que engorde mucho. La cutrez es comprarse el perfume en los chinos y regocijarse al pensar que hueles igual que el que se ha gastado cincuenta euros más en él.

Para ser un buen cutre es importante tener una prenda fetiche. Es esa prenda que al ponértela te sientes en el paraíso. Durante años yo tuve "el trapo verde". Era una camiseta playera sin mangas, larga hasta las rodillas y muy holgada. Creo recordar que era de algodón, aunque con lo raída que estaba cualquiera sabe. En tiempos tuvo un dibujo de un ancla o algo así, pero estaba descolorida y con manchas de tinte de pelo, lejía y otras sustancias sin determinar. Nunca he sabido de dónde salió pero en el momento que la vi la amé incondicionalmente. En cuanto empezaba a hacer calor, yo me la ponía y ya no me la quitaba, a pesar de las súplicas y amenazas de mi madre, hasta el invierno. Incluso me la llevé un verano a Moscú y llegué a ir a desayunar al comedor común con el trapo verde por toda vestimenta. Fue un hecho muy mentado en mi facultad...
Mi madre me la tiró a la basura traicioneramente aprovechando que yo estaba de viaje. Aún no me he repuesto del golpe.
Sin embargo hay ciertas cosas que deben quedar claras en esto de la cutrez. Las enumero:
1. Cutre no significa sucio. Se baja al Lidel despeinada, sí, pero con el pelo limpio. La hija de la lunaaaa (que sería a la cutrez lo que el maestro Yoda a la Fuerza) jamás, y digo bien JAMÁS, saldría de su casa sin duchar, a no ser que la sorprendiera un incendio en plena noche, y aun en ese caso tengo mis dudas. No vaya a acabar uno como nuestra nunca suficientemente ponderada Meretriz (ay mermadita mía, qué haría yo sin ti): llevando un bolso de dos mil euros y con tal cantidad de mierda en el pelo que se podía hasta adivinar de qué lado había dormido.
2. No confundir cutrez con miseria moral. Irse de cañas en zapatillas de andar por casa y quedarte hablando con el más borracho del bar es cutrez. Esperar en la puerta de la sala de reuniones para coger las sobras manoseadas del catering y llevárselas de cena a tu hijo es miseria moral. Sí queridos lectores, lo habéis adivinado, esto también es una práctica habitual de Alcahueta y Meretriz, estas chicas, que lo tienen todo...
3. Lo cutre no quita lo espléndido. Recordad esta máxima: el que siempre te clava el café en la oficina es el que lleva el coche y los trajes más caros. Este tío es, sencillamente, de vergüenza ajena.
Y ahora os dejo, que me cierran el mercao.


10 comentarios:

Anónimo dijo...

Revisión de la escuela cínica.

cojoiden dijo...

matzerath, qué gran piropo....

HIJA DE LA LUUUNAAAA dijo...

Gracias, gracias. Sí, lo confieso, fui yo. Necesitaba unas medias para ponerme con un vestidazo (el sufijo no es por la longitud de la prenda)y bajé a comprarlas con el pijama y un abrigo de pana azul por debajo de la rodilla, vamos, que el pijama se veía, un calcetín de cada color y las deportivas. Aproveché para quedar con mi cojoiden de mi corazón y si no llega a ser por eso, aquel cutremomento habría quedado en el olvido como tantos otros...

HIJA DE LA LUUUNAAAA dijo...

es decir, el pijama puesto y el bajo del abrigo llegaba por debajo de las rodillas, no piensen ustedes mal.

cojoiden dijo...

hija de la luuunaaa, ves por qué eres mi musa?

cojoiden dijo...

por cierto, ese día no fuimos al ruta hechas dos lobonas?

HIJA DE LA LUUUNAAAA dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
HIJA DE LA LUUUNAAAA dijo...

Decía que no, que ese día era fin de año o algo así.
Y estamos hablando de mucho antes de que el grunge entrara en nuestras vidas.

Melamachaka+ dijo...

Me alegro de que comentes estas cosas porque últimamente ando preocupado.

A mis queridos vaqueros, comprados en Galerias Preciados, púseles unos parches de tela vaquera en la bragadura; los obtuve cortando los bolsillos de atrás y los cosí con hilo blanco que me dejó mi madre para cuando me casara. Ahora, que voy haciéndome mayor, me pregunto: ¿Qué pensará la gente cuando subo las escaleras metálicas?¿Cuándo dejarán de soltarse los hilillos de los parches?¿Tengo el honor de ser un buen cutre?

cojoiden dijo...

así a bote pronto me atrevería a decirle, don melamachaka, que, cuando menos, apunta usted maneras