sábado, 6 de diciembre de 2008

Mi primer flechazo


Hoy se cumplen años de dos constituciones ilustres: la constitución española y la constitución como persona humana del señor Prognato, insigne bloguero y hermano de la que suscribe.

De la constitución española no voy a hablar por varias razones: primera, es un coñazo; segunda, no me da la gana; tercera, ya hablan bastante los del PP (cuando les interesa, claro)

Del nacimiento de mi hermano sólo diré que yo, interiormente, lo celebro unos días más tarde. Aunque más que su nacimiento, celebro un acontecimiento decisivo en mi vida: mi primer amor, y es esto lo que hoy quiero contar.

Hace veintisiete años estábamos en casa mi hermano mayor y yo al cuidado de mi abuela. El teléfono sonó, mi abuela mantuvo una breve conversación y nos dio la noticia: habíamos tenido un hermanito. Mi hermano mayor, siempre tan correcto él, empezó a dar saltos de alegría y a festejar junto a mi abuela la buena nueva. Yo, tras seis años y medio siendo la princesa de la casa, aturdida por no saber dónde estaba mi madre, me senté en el borde de la cama y solté la frase lapidaria que me recordarían por el resto de los restos: "A ver si se muere".

Pasaban los días y todos seguían con la fiesta, y yo en mis trece. Con un cabreo de padre y muy señor mío. Dispuesta a ponerle las cosas difíciles al intruso me mantuve peleada con el mundo. Si ése se había pensado que yo iba a permitirle usurpar lo que era legítimamente mío iba fresco.

Una tarde mi tío nos llevó al hospital donde estaba mi madre con el advenedizo. Era el hospital Santa Cristina, lugar donde han visto la luz no pocos madrileños. Obviamente no dejaban pasar a los niños y nos quedamos en la sala de espera.

Mi augusta, mujer de recursos donde las haya y poco proclive a cumplir las normas, no estaba dispuesta a que nos quedásemos sin conocer al bebón, de modo que tomó al infante y lo envolvió en una toalla, y, portándolo como si fuera un hatillo de ropa sucia, bajó a la sala donde esperábamos nosotros. Yo seguía manteniendo el tipo...

Mi madre llegó hasta nosotros y abrió la toalla. Entonces sucedió.

Fue el primer flechazo de mi vida. La cosita más bonita que había visto jamás dormía plácidamente y yo no tuve más remedio que enamorarme hasta las trancas de aquel muñeco. No he vuelto a sentir nada igual hasta veintitrés años más tarde.

¡Cómo disfruté de mi muñeco viviente! Jugaba con él, lo achuchaba, le cambiaba el nombre...

Ahora ha cambiado bastante, es un mileurista con barba y más de metro ochenta. Es un cascarrabias con bastante mala leche. Es un príncipe destronado enamorado de su destronador. Pero a veces, si le pilla bien el día, viene y te hace el mocho y por un instante vuelve a ser aquel bebé con cara de garbanzo...

Pues eso, felicidades Prognato, y gracias por no hacerme caso y no morirte.


Atentamente, su Joromón

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese soy yo.

Anónimo dijo...

...!!que feos sois los dos hermanos de nombre extraño!!!
!es broma!!!!
Yo al hermano no le conozco, pero a la hermana...como tenga el hermano tantas cosas geniales en la cabeza como ella... entonces ya no solo hay una, si no dos personas, que valen mucho la pena!! JaVIeR