viernes, 29 de mayo de 2009

Mi carta de suicidio

Estoy escribiendo mi carta de suicidio. No es la primera vez.
Hay quien lo encuentra macabro. A mí me relaja.
Me gusta escribir mi carta de suicidio de vez en cuando. Me ayuda a recapitular. Una vez que la termino, como hasta el momento no he tenido el valor de usarla, la guardo.
Es interesante leer tu carta de suicidio unos años después. Los motivos, mis motivos, son siempre los mismos. No es el dolor, no es la desesperación. Es la abulia.
Hoy estoy triste. Pero, aun así, es una tristeza abúlica. A lo mejor es porque me he encomendado a la felicidad química y mi cerebro está tranquilo y un poco amodorrado. La tristeza es, pues, un ruido sordo y seco. Una tristeza con sordina.
Desde que soy madre todas mis cartas de suicidio comienzan igual: "Perdóname, hijo mío". Comprendo que es injusto traer un hijo al mundo para dejarlo solo cuando más te necesita.
"Perdóname, hijo mío. Pero hasta aquí he llegado".
Ese es siempre mi motivo: hasta aquí he llegado, no me interesa seguir.
No puedo evitar pensar que quizá algún día llegue a utilizar alguna de mis cartas de suicidio.
Lo que en realidad me gustaría sería un suicidio con billete de vuelta. Siempre he fantaseado sobre la posibilidad de que suicidarse no fuera irreversible. Como en las películas antiguas, donde el protagonista muere pero en realidad no ha sido así, y aparece en el momento menos oportuno.
Quizá lo que buscamos los suicidas es ver por un agujerito lo que harían los demás ante nuestra muerte.
O quizá nos aburre la fiesta y nos queremos ir a casa a dormir la mona.
No lo sé. Pero me gusta tener mi carta.
Nunca se sabe cuando va a llegar uno al punto de "hasta aquí hemos llegado"

15 comentarios:

Corleone dijo...

Decía un escritor asiático (no recuerdo el nombre), así a grandes rasgos, que fantaseamos con el suicidio porque nos gustaría tener la posibilidad de ver cómo sería el mundo y qué haría la gente de nuestro entorno si dejáramos de existir.

También decía otro que lo malo del suicidio es que si te gusta, no puedes repetir.

Más allá de todo eso, mejor que el suicidio se quede en fantasía :)

Anónimo dijo...

"Si no fuera ¿por qué?... no se por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo ahí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y “ahí te quedas”, al mundo le diría".

Hay algunos que conocen la respuesta a esa fantasía del asiático de corleone: No pasaría nada, algunas lágrimas, algún recuerdo, y lo demás seguiría sin más. Entiendo que la vanidad pueda llegar a esos límites de estupidez, pero de la única manera que se puede influir en el mundo y las personas amadas que lo habitan, es mejorándolo con la acción, para la que mantenerse vivo es requisito indispensable.
No hace tanto fui un adolescente, me gustaba leer a un tipo que escribía sobre lobos esteparios que hacen de la idea del suicidio un arma, un refugio reforzador para continuar enfrentando la existencia. Si siempre hay una salida, nada puede ser tan malo. Veamos, simplemente, cuanto podemos resistir.
El deporte contiene algunas de esas ideas: Un tipo corre una maratón, en el km 2 le crujen las rodillas pero hay remedio, piensa, por eso sigo un poco más, cuando quiera puedo abandonar. En el 10 todavía no cambio el aire y va "follado", pero hay remedio, lo intento otro poco, cuando quiera dejo de correr con total tranquilidad. En el 20 ve como abandona un colega y la idea lo vuelve a rondar. En el 35 cree que su corazón y sus piernas van a explotar, pero hay remedio, aguanto un poco más, cuando quiera lo dejo ya. En el 40 está escocido, rozado, machacado, con la boca seca, sólo piensa en comida que no puede comer, baños que no se puede dar, siestas que no se puede echar, bah, todo eso tiene remedio, solo con abandonar. Cruza la meta, no fue el mejor tiempo, ni siquiera fue SU mejor tiempo, pero ahí está.

No tengo nada contra los que abandonan, siempre y cuando no arrastren, como suele ocurrir, a otros inofensivos e indefensos. El suicida perfecto siempre será el que tenga un último suspiro generoso, un irse por la puerta grande, un a pesar de todo ahi os dejo mi regalo oh humanidad: justito antes de masticarse la bala, liquidar a un pederasta, a un torturador, a un emperador asesino de niños, a un bush cualquiera, a tanto hijo de puta que suicida a los que no se quieren suicidar.

Simón dijo...

Tienes mucha razón, anónimo, pero aún así me sigue pareciendo que abandonar es una acción cobarde para contigo mismo y traicionera para tus compañeros de camino. Esta maratón de la vida no es una prueba individual. No estamos solos, necesitamos a otros y hay otros que se apoyan en nosotros para hacer su camino.

Qué bonita palabra: abulia. No sé si me gusta más esa o apatía. Pero ese concepto para mí no existe en la vida. Es sólo una invención de los humanos para justificarse en ciertos momentos. Una excusa.

S.

Anónimo dijo...

Hola Simón. Aunque supongo que estaría en algún caso de acuerdo con vos, casi no me interesa elaborar lo que yo pienso del “suicida”. De alguna manera él ya lo ha hecho por mí. Por otro lado tampoco podrá explicarme que pensaba él mismo de la cobardía o no de su acto. En cambio me resulta más estimulante razonar sobre lo que el suicida piensa de mí, y de los que nos quedamos, pues también en su acto, incluso sin saberlo, descarga un mensaje, en el que invierte su vida.
No estamos solos y todo tiene connotación social, estoy de acuerdo. Precisamente por eso creo que una sociedad impotente para colmar de un mínimo de sentido y satisfacción a miles de millones de seres humanos no merece pontificar sobre este tema. El suicidio o el aborto, para asociar la idea a otro asunto moralmente muy cacareado, son enormes fracasos sociales. Y la evasión más simple, la negación más cómoda es cargar la responsabilidad sobre la debilidad vital o moral del individuo, obviando la responsabilidad colectiva que lleva implícita. Faltaba más, que un tío mierdas se tome la libertad de pegarse un tiro, con el mundo tan cojonudo, con la vida tan feliz que tenemos hecha.
La mala conciencia y el fracaso de la especie se licua en ideas condenatorias y reactivas. Condenar el suicidio no significa ser más feliz ni estar más vivo. No han faltado suicidas que vivieron con más intensidad, generosidad y valentía que muchos de los que luego se apuran a condenar ese último gesto. Desde luego prefiero mensajes de superación de las desgracias y afirmación de la capacidad del hombre para sobreponerse al sufrimiento, pero presto atención a los mensajes tristes si son ciertos. Son los que permiten mejorar, y hacia donde deben enfocarse los esfuerzos.
Volviendo a la imagen deportiva: Me gusta el que termina la carrera, el que te alienta mientras corre, incluso el que te alienta mientras no corre. Pero creo que en las carreras no se escupe al que va más despacio , ni se patea al que queda relegado, ni se le hace un trazado con menos cuestas al que pagó el dorsal más caro. Aún así, partiendo de condiciones similares para todos y un ambiente solidario, nadie en una maratón, ni siquiera el que observa pero no corre, se atreverá a condenar al que no pudo terminarla, acaso se apenará del esfuerzo inconcluso o lo alentará para que vuelva a intentarlo. En cambio, entre los que no la corren ni han observado desde el costado el esfuerzo de los que la corren seguramente la tentación condenatoria estará menos reprimida. Cosas del deporte.

Me apena pero respeto la salida del suicidio porque no considero que el mundo que los humanos inventamos ofrezca a todos las mismas posibilidades de llevar vidas gratificantes y apuntaladas. Y eso sin entrar a tratar las condiciones neurobiológicas que tampoco son simétricas y nadie elige.
El suicida, en último término, todavía se reserva la convicción de que su postrero acto es voluntario. Mejor suicidarse que ser en vida asesinado todos los días, supongo que alguna de ellos pensará. Y eso, en una sociedad tan bien apañadita en sus ficciones, es lo que jode un poco.
Acaso sufriéndolo como algo propio y no como defecto ajeno pueda uno entender también lo que el mundo en el que vivimos, es día a día y con terribles atisbos de realidad, para muchos, demasiados hombres y mujeres como nosotros mismos, que no somos tan distintos.

Anónimo dijo...

Para terminar de confirmar tus sospechas pues supongo que el rollo que solté ya me ha delatado (desde que la voy perdiendo, me gusta afirmar mi identidad cada vez que puedo) voy a traer un pequeño ejemplo de un prestigioso cirujano cardiovascular argentino. René Favaloro fue un ejemplo desde joven del médico vocacional y comprometido con su entorno. De madre costurera y padre carpintero fue todo un logro que se recibiera de médico. “Mi hijo el dotor” era la esperanza y el orgullo de muchos padres inmigrantes en aquellos años de universidad pública de alto nivel que permitía cierta movilidad social. A poco de recibirse y pudiendo elegir entre transigir con ideas políticas que no compartía y vivir cómodamente, o hacerse médico rural y vivir coherentemente en un pueblo de 4000 habitantes, eligió lo segundo. Era socialmente muy activo y participó en diferentes iniciativas que permitieron mejorar no sólo la salud sino la calidad de vida de sus pacientes. Doce años después su afán de conocimiento lo llevó a continuar formándose en Estados Unidos, donde estaba la avanzada de las nuevas técnicas en cirugía cardiovascular. Allí desarrolló lo que luego le daría fama mundial, la técnica del by pass coronario. Pudiendo ser rico y reconocido en las entrañas del Imperio, volvió sin embargo a su país donde seguramente era más necesario.
Tenía un proyecto querido que cumplió. Financiándola de su bolsillo creó una fundación que primero formó a toda una generación de especialistas y luego de unos años amplió a clínica donde como una especie de robin hood cardíaco salvó la vida a ricos y famosos, cobrándoles en consecuencia, y también a miles de humildes anónimos que tenían un corazón enfermo pero nada para pagar su tratamiento. Lo que se dice redistribuir riqueza.
Por si hay alguna duda, lo admiraba mucho y aunque no compartiera más de una de sus posiciones políticas lo consideraba, tomando prestado un concepto del que la dueña del blog hace poco ha escrito, un gran referente.
Como las personas mayores amamos las cifras ( sigo robándole a Meléndez) doy una cifra: Se calcula que él directamente salvó 15000 corazones, de los que propició salvación indirectamente con su técnica y su escuela no hay cojones para contarlos.

En el invierno de 2000 volví a casa tarde de la facultad, ya estaba en todas las noticias: Favaloro se había pegado un tiro, en el corazón.
El que esté interesado encontrará en la web seguramente todos los detalles, las traiciones, los desencuentros que terminan con un hombre así.

Si es por gustos, a mí no me gusta la palabra “abulia”, y tampoco “apatía”. Pero sé que existen. Igual que muchas otras invenciones humanas que lamentablemente se hacen carne y hueso.
Saludos.

PD: Quiero pedir sinceras disculpas primero a Lorena y luego a los demás por abusar tan exageradamente de este espacio. Cosas de lo que no es el deporte.

Simón dijo...

Anónimo: agradeciendo tus reflexiones, te diré que estoy de acuerdo con algunas de ellas y en desacuerdo con otras y te conmino a continuar el debate, si lo deseas, fuera del blog de Lorena. Como tu no firmas tus comentarios, yo no puedo dirigirme a tí, pero tu a mí sí.

Juan dijo...

Hola Simón. Solucionado: ex anónimo.
Seguir el debate en privado, ahora, está en tu mano.

Saludos!.

Melamachaka dijo...

Pobre niño. Hazle un favor... suicídate de una vez.

cojoiden dijo...

melamachaka, suicidate tu bonita, que mucha gente se llevara un alivio

cojoiden dijo...

Juan me envía el siguiente comentario:

Dice uno que no escribe pero lee:
Hablando de suicidios, hay quienes son al mismo tiempo la mosca y la mierda de la que se alimentan. Al final siempre les pasa lo mismo, se sobredosifican engulléndose ellos mismos.
En Londres, alcohol en gel y lavarse bien las manos. En tu blog ni hace falta alcohol: los virus humanos virtuales sin atención mueren solos. Ni puto caso. El águila no caza moscas mierderas y feas.
Pobre gilipollas la que precisa apelar a una pelotudez así de forma gratuita y anónima.
Si fuera gilipollas pero no tan cobarde sería distinto: podría partírsele la cara.

cojoiden dijo...

Gracias Juan, por todo, por tu defensa y por tu amistad.
Esa es la razón por la que he desactivado los comentarios anónimos, el que quiera insultarme que por lo menos dé la cara.

Rosalía dijo...

Con el rubio en tu vida y todos tus amigos no se te ocurra hacerlo de verdad eh!!! Pero entiendo que puede ser una forma de liberarse de la carga porque supongo que en ese momento ya nada importa. Es como poner nuevamente el folio en blanco, lo malo que es un folio que no podría volver a escribirse. Prefiero el folio con todas las tachaduras y que se sigue escribiendo.
Besos

Anónimo dijo...

Esto fue muy interesante. Me encantó la lectura

Anónimo dijo...

Como novato, siempre estoy buscando en línea para los artículos que me puede ayudar. Gracias Wow! ¡Gracias! Siempre quise escribir en mi sitio algo así. ¿Puedo tomar parte de tu post en mi blog?

cojoiden dijo...

Anónimo último: gracias y por supuesto, pero déjame el link de tu blog, que quiero leerlo