domingo, 14 de septiembre de 2008

Ay mi amigdala


Cuando la amígdala (que no las amígdalas, ojito) habla, más vale que el córtex calle. Eso hay que tenerlo clarito, ella manda. Y no hay nada que hacer. Lo que ocurre es que la mayoría del tiempo le hace creer al córtex que manda él. Como pasaba en los matrimonios de antes.
Pongamos un ejemplo: a la amígdala le da miedo la oscuridad, y quiere dormir con la luz encendida, el córtex sabe que eso es una estupidez, porque en la oscuridad lo único que sucede es que no ves las cosas, pero nada cambia, y si a eso le añadimos, que vas a estar durmiendo y, lógicamente, con los ojos cerrados, es absurdo dejar la luz encendida, además de un gasto inútil de energía y dinero. Empiezan a discutir, la amígdala no se apea del burro, no quiere oscuridad y punto, le da igual que sus motivos sean absurdos, no va a transigir. El córtex empieza a razonar, "pero mujer, ¿no te das cuenta de que estás siendo ilógica?" y la amígdala en sus trece. El córtex se enfada "mira, ya vale de tonterías, aquí mando yo, se apaga la luz y no hay más que hablar" y le da al interruptor. Se hace la oscuridad, entonces la amígdala hace que los latidos se aceleren, pinta escenas terroríficas en la imaginación, entrecorta la respiración, y obliga a la mano a encender otra vez la luz. Conclusión: el córtex se aguanta, se duerme con la luz encendida, la amígdala se sale con la suya.
Otra de las situaciones realmente interesantes de la amígdala es cuando se enamora de otra amígdala. Se cruzan y se enamoran, así, sin más, sin pedir permiso a nadie, sin ponerse coloradas. Ambos córtex hablan con sus respectivas amígdalas. "Pero ¿no entiendes que no la conoces? ¿cómo me puedes decir que estás enamorada? el amor llega con el tiempo, el conocimiento, la afinidad, la hipoteca... " pero que si quieres arroz, Catalina.
Pues una de esas me ha hecho mi amígdala, se me ha enamorado. Yo no conozco al propietario de la otra amígdala, no sé si es bueno o malo, formal o informal, sincero o embustero, no sé si me conviene... pero nuestras amígdalas se han enamorado y nosotros poco tenemos ya que decir.
Creo que tendremos que resignarnos, ya se lo he dicho yo: "mira chico, a mí esto también me parece un sinsentido, yo tampoco quería esto ahora, pero qué quieres que le haga, mi amígdala y la tuya se han enamorado y provocan que cuando nos vemos se nos acelere el corazón, y que tu piel sea un imán para mis manos, y que te mire y vea al padre de mis hijos, y que cuando me besas se me borre el mundo... No es cosa mía, es de mi amígdala. Y no veas el genio que tiene, cualquiera le lleva la contraria"
Él es algo más tozudo que yo y no se da por vencido. Pero no me preocupa, ya sé que su amígdala se ha enamorado de mí, y ya se sabe... al final ella es la que manda.

7 comentarios:

Daniel Hermosel Murcia dijo...

Genial explicación del funcionamiento del cerebro. Felicidades a tu amígdala y resignación al cortex, quién sabe lo mismo hasta se convence de que el otro cortex no está tan mal.

Anónimo dijo...

El ser humano, mientras desarrolla su creatividad, se acerca a un estado de vigilia paradójica que le aleja de su propia razón de ser, que no es diferente de la del resto de los seres.

La deseo mucha suerte, ha sido muy instructivo conocerla.

Y no soy el sargento.

Anónimo dijo...

Afortunados somos por tener dentro de nuestro cerebro unas cuantas neuronas residuales de lagartija y de musaraña,ya que si tomáramos el 100% de nuestras decisiones basandonos en los designios de nuestro cerebro de mamífero superior, jodidos estaríamos. Seríamos droides superiores en vez de mamíferos superiores. Te imaginas que cuando nos enamoráramos de alguien, en vez de sentir una revolución hormonal dentro de nosotros que nos provoca sudores de manos, cosquilleo en el estómago, sangre ardiente de pasión, pensáramos ¿qué es más beneficioso para el colectivo, que me enamore o que no? ¿es politicamente correcto? ¿me lo permite mi cultura? ¿tendrá consecuencias futuras en la continuidad espacio-tiempo?.
Está muy bien que la evolución nos haya proporcionado la materia gris gracias a la cual tenemos una nueva visión de nuestro yo interior y nos permite resolver ecuaciones de álgebra, pero en lo referente al enamoramiento: "a la mierda el neocórtex" y "viva el sistema límbico".
Solo espero que a vuestras amígdalas les gusten las distancias cortas, tal y como he leido en un artículo, y no precisamente con la corteza cerebral.

cojoiden dijo...

vamos por partes:
daniel: gracias, era lo que quería, explicar con sentido del humor en que consiste eso que tradicionalmente se conoce como flechazo. Hay mucha gente que no cree en ellos pero, como las meigas, haberlos haylos... Y además tienen una explicación científica. Pero hay más, parece ser que las parejas surgidas de flechazo tienen más posibilidades de éxito de las que cabría esperar.
Angelito mío: no se me ponga sentimental, no dramatice, sé que seguirá leyéndome, pero le ruego que no se abstenga de comentarme, ¿qué haría yo sin usted? No olvide que soy su Marquesa Cabreada...
Primo antonio: permíteme que discrepe, pero yo preferiría mil veces que nos enamorásemos con el córtex, cuantas veces he conocido hombres a los que me hubiera gustado amar, y no he podido, y sin embargo me he vuelto loca de amor por impresentables, solo porque a mi amígdala se le ha puesto en los neurotransmisores...
claro que quizá el Amor con mayúsculas llegue cuando haya consenso entre los dos, ya veremos.

Anónimo dijo...

Humor y neurociencia. Bonito reto, lo intentaré. Ahí va una pildorita: Van dos neuronas por el neocortex y se cae la del medio.

Anónimo dijo...

don progneuorotico, no ha usado usted la amígdala, tiene usted que integrar la amigdala en esta bella historia

Anónimo dijo...

me cago en mi puta amígdala, a ver si empieza a tener mejor gusto, que sólo se fija en raritos, coñooooo