martes, 13 de enero de 2009

La hora de comida



Hoy, como cada día, he bajado con mis compañeros a comer.

Hoy, como cada día, se sucedían las mismas conversaciones sobre las mismas cosas.

Hoy, como cada día, todos empujábamos nuestras bandejas eligiendo lo que queríamos comer.

Y hoy, como cada día, me ha repugnado por enésima vez lo obsceno de la situación.


Ya he dicho muchas veces que no tengo los pudores convencionales, pero eso no significa que no tenga pudor, sólo que mis pudores son distintos...

Siempre me ha dado mucha vergüenza comer en público. Ahora ya me he acostumbrado, pero cuando era adolescente no podía ni probar bocado delante del chico que me gustaba. E incluso ahora preferiría que me viesen desnuda a que me vean comer. Pero me aguanto, claro, porque no le vas a decir a un compañero: “Si quieres me desnudo pero, por favor, no me obligues a comer delante de ti”.

Al parecer hay una tribu en la Amazonía cuyos miembros hacen el amor en público, pero se esconden para comer. En mi opinión ellos sí que están civilizados. No sé en qué momento se decidió que las actividades gastrointestinales eran menos íntimas que las genitales.

Así que hoy, mientras estaba con mis compañeros en el comedor de empresa, he empezado a imaginar que éramos como esa tribu.

Las ofertas de trabajo no dirían cosas como “horario de 9 a 18 con una hora de comida”, sino “horario de 9 a 18 con una hora de sexo”, y las empresas no tendrían comedor sino dormitorio. Allí se podría ir solo o acompañado. Ya me imagino en la cola, esperando para elegir película, revista o juguetito:

-“Uf, no me gusta nada, me apetecía un lésbico, pero ya no queda”

-“Si es que es un asco, todos los días lo mismo: Nacho Vidal y porno ochentero”

-“¿Y si vamos al italiano?”

-“Quita, quita, ya estoy harto de Rocco y Cicciolina, si alguna vez pusieran algo de Belladonna...”

-“Claro, a Belladona te van dar gratis en la empresa, no te digo...”

Y luego, al volver a la oficina:

-“¿Qué tal hoy?”

-“Pues genial, me lo he montado con el italiano nuevo y no veas qué nivel, te lo recomiendo”

O bien:

-“Pues me lo he montado con la secretaria de Logística, ni se te ocurra, tiene muy buena pinta pero luego ná de ná...”

-“Pues yo, como siempre, me he hecho un apañito rápido, luego en casa ya me desquito con la parienta”

Y, cómo no, nunca faltaría el salidillo de turno:

-“Si vierais qué fabada me apreté el sábado...”

-“Ya estamos, ¿es que no puedes pensar en otra cosa? Desde luego, todos los tíos sois iguales...”


6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es cierto, comer es algo íntimo. En las primeras citas, no conviene ir a ciertos restaurantes. Oye, ¿has copiado en word y luego pegado al programa el texto? Creo qeu si, porque salen un monton de simbolitos raros. saluds

cojoiden dijo...

los simbolitos raros no salen en mi navegador...

Anónimo dijo...

Pues está lleno de simbolitos y queda un poco feo. Es eso, de pegar de word. Mejor no hacerlo. un beso

cojoiden dijo...

yo es que soy muy rarita, lo que menos me intimida es el sexo, para comer con alguien ya hay que tener mucha confianza, y no digamos dormir.... eso si que tiene tela

Anónimo dijo...

Acabo de caer por tu blog y mira que son curiosas tus reflexiones!! No tienen desperdicio, y desde luego es un blog que se lee a gusto, no se, parece que las cosas que te pasan o como las vives son bastante profundas, aunque no deja de dejarme un poco flipao el tema este de comer en publico!! No lo había pensado nunca así, pero bueno… interesante.

Rosalía dijo...

Esto del blog me suena... Sabes, cuando llegué a la universidad me pasaba lo mismo, me daba vergüenza comer en publico y por eso no me importaba comer sola. Ahora ya he hecho callo. Ya tenemos otra cosa en común!!! (lo del sexo no!!! jajaja)