sábado, 11 de diciembre de 2010

Las pestañas postizas, el caníbal y mi ansiedad

Últimamente he estado recordando el documental sobre aquel alemán que se comió a un ingeniero. Con mi tendencia a hacer bromas sobre las cosas que me asustan yo suelo decir jocosamente: "Qué tío, es mi ídolo, se comió a un ingeniero, dedicaré mi vida a emularle". No deja de tener su gracia si lo piensas. Además, que yo me he encontrado ingenieros bastante comestibles.... pero no nos dispersemos
El caso es que desde que tuve conocimiento de este hecho, hace ya algunos años, me he sentido muy impresionada por él. No tanto por el comedor, sino por el comido. Porque, y lo digo por si queda alguien que no conozca la historia, no fue el caníbal quien buscaba una víctima sino la víctima quien buscaba un caníbal que estuviese dispuesto a comérselo vivo. Era eso lo más aterrador: ¿qué puede hacer que una persona quiera ser comida viva?


Lo admito, durante un tiempo no podía dejar de pensar en ello. Sé que el masoquismo es tan viejo como el hombre, que hay muchos casos, pero que tu fantasía gire en torno de tu propio martirio me parece espeluznante, esa es la verdad.


Según el documental, este hombre (el comido) había soportado una infancia durísima: su madre, víctima de una grave depresión, se había suicidado cuando el contaba siete años. Su padre le ignoró a partir de entonces, provocando así que el pequeño desarrollase la idea de que la muerte de su madre había sido culpa suya. Esta idea le llevó al convencimiento de que no merecía ningún amor, es más, de que merecía el peor de los castigos. En su pequeño cerebro de siete años había germinado la firme creencia de que su madre había perdido la vida por él y, por tanto, la única forma de compensar tamaño crimen era ofrecer su propia vida.

La cosa, sin embargo, no acababa ahí. No bastaba con ofrecer su propia vida (en ese caso se hubiera suicidado, sin más). Su muerte debía ser su gran obra, el momento más importante y trascendente de su vida. No podía ser algo rápido y sencillo. Quería que ese momento durase, quería experimentarlo al máximo. Para él, quitarle la vida con martirio era un acto de amor, y sólo el hombre que lo amase verdaderamente sería capaz de hacerlo.
Un recuerdo muy marcado que tengo de mi infancia es el de las pestañas postizas de mi madre. Mi madre era bailarina y, antes de irse a actuar, se maquillaba y peinaba para escena y se metía conmigo en la cama para dormirme. Yo sabía que algo no encajaba y, mientras le tiraba a mi madre de las pestañas con mis pequeños deditos, le preguntaba: "¿Por qué te pones pestañas postizas para dormir?" , y ella me contestaba: "Porque me gusta dormir guapa". Yo no me lo creía, claro, porque era pequeña, no idiota (como solemos pensar que son los niños cuando no hay nada más lejos de la realidad) y le decía: "Es mentira, te vas a ir". Yo sabía que cuando me durmiese ella se iría y eso me traumatizó de tal manera que toda mi vida he tenido problemas para conciliar el sueño, además de un miedo enfermizo al abandono.
Esto lo escribo aquí porque sé que mi madre nunca lo leerá, no quisiera que se sintiese mal porque no hizo nada malo. Al contrario. Ella se iba a trabajar y sólo quería dejarme dormida para que no notase su ausencia.
Tampoco el padre del ingeniero alemán hizo nada malo. Seguramente él mismo se sentía culpable por el suicidio de su esposa y se replegó en sí mismo, incapaz de prestar atención a su pequeño hijo.
El problema no es lo que las cosas realmente son, sino cómo las percibimos. El problema no era que mi madre me abandonase (algo que nunca hizo ni tuvo intención de hacer), el problema era que yo así lo creía.
Recientemente he visto Origen, de Christopher Nolan. Además de parecerme una obra maestra cinematográficamente hablando, me ha impactado el mensaje de la película, que es totalmente ilustrativo de lo que estoy intentando decir: Una idea debidamente implantada en el cerebro de un hombre es el virus más letal que existe.
Mi miedo al abandono, mi ansiedad ante el miedo a ser abandonada, está implantado en mi cerebro desde que tengo tres años. Todas las pruebas racionales del mundo no conseguirán eliminarlo de ahí. Encuentro esa ansiedad ante el abandono de personas que no me interesan lo más mínimo. Personas que me son indiferentes. Personas que si me pidieran estar conmigo yo rechazaría. Pero la sola sospecha de que si me duermo me abandonarán hace que la ansiedad se apodere de mí. No son ellas las que me están abandonando, siempre es mi madre.
Cada sonrisa, cada beso, cada flirteo no son más que eso para mi cerebro racional.
Pero mi primitivo cerebro reptiliano no deja de preguntar "¿Por qué te pones pestañas postizas para dormir?"

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy ante la pantalla en blanco sin saber que escribirte...hoy me has llenado de ternura. Me gusta tu forma de escribir, se nota que has leido etc. pero más me gusta tu sinceridad y la sencillez con que cuentas cosas que se me antojan complejas. Ya me gustaría saber explicarme igual y poder paliar esa especie de angustia que en ocasiones sientes ¿no?. Yo se algo de eso, vivo solo, muy solo y bastante limitado de salud, pero no quiero contarte tristezas, No te dejes vencer por los recuerdos ni por malos rollos, mañana será el primer día de tu nueva vida.JM.

Melamachaka dijo...

¡Carallo!. He estado esperando varios años a que usted contara ciertas cosas como estas.

Estoy seguro de que hay más cosas que debería contar para remapearse y lograr mejorar su sistema y efectivamente, quien viene dañado, que no mal hecho, de fábrica, permanece así toda la vida, pero ¿cómo es posible que haya personas haciendo vida normal con medio cerebro?.

Creo que si viviéramos 200 años podríamos regenerarlo como el hígado. Pero hay que forzarle a adaptarse. ¿Sabe usted que cada vez que memoriza a largo plazo hay un cambio genético?.

¿Sabe usted que de la misma manera que tiene ese recuerdo que le angustia puede generar un antagonista? (llámelo parche).

¿Ha leído a Bertrand Russell para eleminar la ansiedad de estar sólo?

Alguien me dijo que tenía la apariencia de "Hannibal" (podría haberme dicho Hopkins o de un anglosajón), me molestó, pero después de recordar los mordiscos que he metido en cierta parte del cuerpo creo que podría hacer un buen trabajo con usted; sólo si se siente tan mal como el ingeniero y además ahora ofrezco varias modalidades: "tarifa plana" (disfruta de los mordiscos todo el año sin restricciones); "prepago" (sólo para pequeños mordiscos); "un día" (te como completamente en un sólo día); "mini" (te como los padrastros).

Anónimo dijo...

Muy bueno! De los mejores...yo creo que todos tenemos ese momento "pestañas postizas" que se va reencarnando en diferentes personas que nos vamos encontrando en nuestra vida. Al final todo está en la mente...y en la infancia.